Mandos rebasados
Giro, en 48 horas
MAO y Mondragón
Julio Hernández López / Astillero
Cuarenta y ocho horas después, todo pareció lo que siempre había sido (hasta el sábado negro sexenalmente inaugural). Gritos, consignas, pancartas, proclamas, denuncias, enjundia y creatividad, entre la maraña de vigilancia integrada por agentes encubiertos, infiltrados e informantes, policías uniformados, escudos y toletes preventivos. Sin incidentes ni destrozos. Cero violencia.
Una marcha enérgica, plena de convicciones, dolida por detenciones injustas, contenida apenas por cordeles y tiras plásticas por los lados, con policías auxiliares de fosforescentes chalecos que a prudente distancia iban abriendo camino, una fila lateral de agentes con cascos y escudos que caminaba al paso de los manifestantes y decenas de patrullas y camiones de transporte policiaco a la retaguardia. Del Ángel al Zócalo, sin que se reprodujera ni una pizca del vandalismo del primero de diciembre recién pasado.