miércoles, agosto 25, 2010

Fábricas de delincuentes

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

A declaraciones y periodicazos se encuentran el rector de la UNAM, José Narro, y el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, por la cifra de jóvenes que no tienen ni empleo ni educación. Son los llamados “ninis”, que Narro cifra en 7.2 millones de personas entre 12 y 29 años, y Lujambio en 285 mil. La discusión, enfocada sólo en la estadística que miles de jóvenes estén en la calle sin presente ni futuro es bizantina. No así el fondo de la catástrofe de las políticas públicas que han empujado a todos esos jóvenes a las calles y generado que cientos de ellos opten por jugarse todos los días la vida del lado de los criminales.

El concepto de los “ninis” fue acuñado por sociólogos españoles para caracterizar a toda una generación entre 18 y 34 años que no tenía acceso ni a la educación ni al trabajo, que fueron marginados del desarrollo y que vivían en la incertidumbre y la apatía. Las discusión entre Narro y Lujambio, más allá del betún metodológico que es el punto de discordia, no puede quedarse en el viejo ejercicio de la confrontación política y el arreglo a partir de llamadas telefónicas entre ellos para reducir los decibeles públicos de sus reproches y hacer como que no pasó nada. Al contrario.

Una vez que este debate se acaloró por la prominencia de los actores, se tiene que entrar al fondo de la discusión porque el fenómeno mexicano de los “ninis” atraviesa transversalmente a la sociedad y su impacto alimenta la metástasis del narcotráfico. Como botón de muestra está el dato que el 64.4% de las personas asesinadas durante la guerra entre los cárteles de la droga en 2008 y 2009 tenían entre 16 y 35 años de edad, teóricamente el segmento más productivo en la economía. O sea, poco más de siete mil mexicanos de los 11 mil caídos en esta guerra civil durante el periodo que, como hipótesis de trabajo, se puede plantear que son parte de la reserva de asesinos que están siendo reclutados por la delincuencia organizada.

Hay 7.5 millones de personas en edad universitaria sin acceso a la educación superior, y 2.4 millones adicionales no pudieron ingresar al bachillerato. Sólo en la UNAM se rechazaron en el último examen de admisión unos 105 mil jóvenes, lo que significó que sólo uno de cada 10 pudo ingresar a la Universidad Nacional. En este caso se ubica el 85% de las instituciones de educación superior, de acuerdo con los indicadores de la Asociación Nacional de Instituciones y Universidades de Educación Superior (ANUIES), que ante la carencia de mayores instituciones de calidad comprobada han surgido de una manera asombrosa: 80% de incremento de planteles en los últimos cinco años, y 45% de crecimiento en su matrícula.

Pero ni con los bajos niveles de calidad educativa que reducen aspiraciones salariales hay plazas en el mercado laboral. Según los datos de la Secretaría de Trabajo al tercer trimestre de 2009, 917 mil personas entre 18 a 24 años no consiguieron trabajo. Además, se calcula que al menos un 20% de quienes tienen niveles universitarios, necesitan de un segundo empleo para completar el ingreso para satisfactores básicos, porque la calidad del salario para su preparación y necesidades es mala. Esta marginación constituye un caldo de cultivo importante para las bandas criminales, cuyo impacto se aprecia en algunas partes del país.

Por ejemplo en Culiacán, donde hace una generación la sociedad no dejó mezclarse a los narcotraficantes en su comunidad, hay un fenómeno creciente inverso ante la falta de oportunidades para los hijos de aquellos a quienes sus padres protegieron. Como dice una madre, “prefiero que mi hijo viva plenamente aunque sea poco, que viva mucho tiempo mal”. Priscila Vera, directora del Instituto Mexicano de la Juventud, afirma que llegan a un punto a nivel nacional, donde “no les importa vivir cinco años más, mientras viva bien, mientras disfrute la vida“. Esa dinámica social ha permitido que los cárteles contraten sicarios con facilidad ante la ventana de dinero en forma inmediata. Entre los jóvenes reclutas en Tamaulipas, muchos de ellos “ninis”, el Cártel del Golfo ofrece como primer salario mensual por acciones menores, 800 dólares, y ese pago se puede duplicar en menos de 100 días y multiplicarse al año.

La profundidad del fenómeno social delictivo de los “ninis” se puede explorar como hipótesis de trabajo a partir de las edades en que inician su actividad criminal. El 42% de los sicarios detenidos por la Policía Federal tiene entre 20 y 30 años; el 21% entre 30 y 35; y el 20% menos de 20. En efecto, 83% de los delitos (78% es narcotráfico en ese grupo, 11% es secuestro y otro tanto en posesión de arma) son cometidos por menores de 35 años. Una introspección a la deficiencia de las políticas públicas se aprecia a partir de diferentes parámetros: de dónde sale la mayoría de los sicarios.

Según las mismas estadísticas de la Policía Federal, Michoacán, Guerrero y el estado de México son los principales productores de asesinos. Los tres, curiosamente, figuran históricamente dentro de las cinco principales plataformas migratorias hacia Estados Unidos, lo que sugiere que la falta de políticas públicas en esas entidades (como en empleo) es endémica. En el desagregado de datos, el 50% de los sicarios detenidos pertenecían a La Familia Michoacana, que añade más complejidad y alarma al problema por las características de ese cártel que tiene arraigo social derivado de su componente religioso, doctrina combinada con cursos aspiracionistas, y la enorme influencia del magisterio en el corredor de la Costa Grande de Guerrero a Michoacán.

Cada vez es mayor el grupo social de jóvenes metidos a delincuentes, al igual que la velocidad como avanzan del robo a la parte alta del crimen, que es el narcotráfico. En el pasado reciente, ese traslado podía llevarse un mínimo de seis meses. Hoy, puede ir de dos meses máximo, a 72 horas mínimo como en Ciudad Juárez. En esos grupos, los valores se han trastocado. No tienen ningún interés en formar una familia ni en tener un sentido de trascendencia. Para qué. Según el Centro Binacional de Derechos Humanos en Tijuana, la expectativa de vida de un joven que se enrola con los narcotraficantes, es de tres años. Lo saben y no les importa. Siguen siendo material indispensable en los ciclos naturales de reclutamiento. Narro y Lujambio, por la puerta de atrás, iniciaron un debate fundamental para el futuro mediato de México. Hay que quitarle sonoridad e inyectarle profundidad. A todos nos conviene.

Beltrones, único con respuesta a Alejandro Martí

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Medito en esas consecuencias ocultas producidas por la inseguridad, debidas al miedo de encontrarse en el lugar equivocado en el momento equivocado. La pérdida de confianza en nosotros mismos, en nuestros gobernantes, en ese proyecto de vida que en algún momento concebimos y cultivamos, pero que de pronto se decapitó, como decapitan los sicarios a las víctimas de la lucha por las plazas; o mutilado, como las falanges de los dedos de la mano izquierda de Gabriela Ulloa Conde, secuestrada porque así lo determinaron algunos enfermos que exigieron un rescate pagado dos veces.

Medito también en lo vivido hace dos años, en los ojos desorbitados y desconsolados de los padres de Fernando Martí; en las propuestas de Alejandro Martí, quien pidió la renuncia de quienes no pudieran, quien a fin de cuentas quedó deslumbrado por los reflectores de la fama y la contrapropaganda, porque su destello de luz fue tan efímero como efímeras fueron las promesas gubernamentales para combatir el secuestro, que hoy repunta, que produce nuevas y más víctimas.

Evoco las lagrimas, los lamentos, las almas muertas de los padres de Silvia Vargas Escalera, abandonados en su dolor íntimo, personal, magnificado por los medios y la inutilidad de la procuración de justicia que sólo acertó a entregarle unos despojos, osamentas, restos de lo que fue una promesa de vida, de lo que quiso ser futuro, y por ello con razón Nelson Vargas explotó en ese grito: ¡Qué poca madre! ¿O fue? ¡No tienen madre! No importa, ellos como los Martí nunca podrán ser los mismos antes de que los visitara la muerte trágica y anticipada de sus hijos.

Pero lo que más me duele son esos ojos anónimos, esos miedos ocultos, esa esperanza estéril de todos aquellos familiares carentes de presencia y fama para acceder a los medios, para clamar ante una sociedad que se vuelca sobre ella misma y nada quiere saber del dolor ajeno, porque está ahíta de su propio sufrimiento y se siente incapaz de compartir el ajeno, de enterarse siquiera de lo que sintieron cuando los sicarios ejecutaron a sus hijos en Ciudad Juárez, en Torreón, en Monterrey, o en la puerta de una vivienda modesta, reducida de pronto por la inesperada muerte de un miembro de la familia.

Esos ojos vacíos, esos rostros incrédulos porque dejaron a sus hijos en la Guardería ABC, y al rato recibieron el anuncio, la noticia de que a cambio de una vida recibirían un cadáver; rostro idéntico al de esa madre que en Ciudad Juárez increpó y reclamó al presidente de la República, porque el gobierno incumplió con su mandato constitucional, con el deber elemental de preservar la vida de sus miembros. Esas dos madres que muy difícilmente podrán creer de nueva cuenta, porque les arrancaron lo que más quisieron en sus vidas: uno de sus hijos.

Hay diferencias, es necesario establecerlas. No pueden ser iguales las víctimas casuales de la lucha contra la delincuencia organizada, que aquellas fallecidas porque los gobernantes fueron incapaces de cumplir con el primero de sus compromisos: preservar la vida de sus gobernados.

Medito en esto y cae en mis manos ese texto de Denise Dresser que quiere reconocer en nuestros supuestos líderes sociales, en los que ella cree nos mueven, una autoridad moral, intelectual y política que aspira a que quienes integramos la sociedad recuperemos la confianza en nosotros mismos y en aquellos a quienes se les confió el destino y la riqueza única e irrecuperable de la nación: sus hijos. Y no, no puedo coincidir con ella, porque sus héroes nada aportan para que esta pesadilla termine, se acabe y recuperemos el sendero de la vida en paz.

Coincido sólo en su diagnóstico: “Hoy el pesimismo recorre al país e infecta a quienes entran en contacto a él. México vive obsesionado con el fracaso. Con la victimización. Con todo lo que pudo ser pero no fue. Con lo perdido, lo olvidado, lo maltratado. Con la crónica de catástrofes; de corruptelas; de personajes demasiado pequeños para el país que habitan. México padece lo que Jorge Domínguez, en un artículo en Foreign Affairs, bautizó como la “fracasomanía”: el pesimismo persistente ante una realidad que parece inamovible. La propensión colectiva a pensar que la corrupción no puede ser combatida; que los políticos no pueden ser propositivos; que la sociedad no puede ser movilizada; que la población no puede ser educada; que los buenos siempre sucumben; que los reformadores siempre pierden. Por ello es mejor callar. Es mejor ignorar. Es mejor emigrar”.

Enumera en cuidada selección a aquellos que pueden, deben, merecen ser ejemplo y guía para desterrar el pesimismo. No importan los nombres, porque en su texto tienen un significado afectivo, primero, y otro político después, aunque quizá sea a la inversa. Apunta la señora Dresser: “Quienes pueblan esta lista saben que hay tanto por hacer; tanto por cambiar; tantos sitios donde amontonar el optimismo. El optimismo de la voluntad frente al pesimismo de la inteligencia. El optimismo perpetuo que se convierte en multiplicador. El optimismo que debe llevar espero – a cada uno de los presentes – a hacer una declaración de fe, como la frase que acuñó Rosario Castellanos. Una filosofía personal para ver y andar, vivir y cambiar, participar y no sólo presenciar”.

¿Puede ser optimista la sociedad mexicana, con 28 mil muertes, creciente inseguridad, repunte en el secuestro y, en apariencia, una inamovible impunidad?

Quiero, necesito de ese optimismo, porque aquí nací como lo hicieron mis padres y mis hermanos y todos mis entrañables seres queridos, e incluso aquellos que me han tratado con dureza, pero de los que en su momento recibí una lección.

Para lograrlo, considero necesario, necesarísimo que este gobierno y el próximo den respuestas concretas, porque los políticos conocen el diagnóstico de lo que necesita este país para sacudirse un presidencialismo disfuncional y lograr la transición. Es el camino para terminar con éxito la guerra a la delincuencia organizada, para acotar la impunidad y desterrar la corrupción. Lo demás es multiplicar, un día sí y otro también, esos ojos que muestran miedo.

A estas alturas, sólo encuentro la posibilidad de recuperar el optimismo en la única propuesta capaz de ofrecer una respuesta a lo planteado por Alejandro Martí hace dos años, consistente en una reforma política que permita modificar a fondo un sistema presidencial “que ya no funciona”, como lo advierte hace meses Manlio Fabio Beltrones.

A mi me queda claro. Recuperar la confianza en nosotros mismos, como nación, pasa por la transformación completa del modelo político, trabado a ciencia y conciencia por la corrupción y la impunidad que favorecieron el desbordamiento de la delincuencia organizada. Para terminar con tanta muerte, es necesario dar cristiana sepultura al otrora poderosísimo presidencialismo mexicano, que hoy ni sombra es de lo que fue.

Histórico: 2 millones 688 mil desempleados

La tasa de desempleo subió 5.7 por ciento en julio pasado, concluyó el Inegi en su último reporte.

Este porcentaje equivale a 2 millones 688 mil 507 personas desocupadas, cifra histórica. En el séptimo mes del año el número creció en 202 mil 582 desempleados.

El 75 por ciento de los desempleados cuenta con estudios de nivel secundaria e incluso superior.

La población económicamente activa se estancó en 94.30 por ciento.

Las frivolidades del Bicentenario

Jenaro Villamil

El titular de la Secretaría de Educación Pública, Alonso Lujambio, se ha convertido en el conductor, animador y presentador de los festejos del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución Mexicana que tienen más similitud con un gran circo y una superproducción televisiva que con un evento histórico.

Para Lujambio, los festejos serán una gran pachanga. Bastante cara, por cierto, ya que tan sólo para el 2010, los costos del “monumental desfile” del 15 de septiembre y del “brillante y majestuoso” espectáculo de pirotecnia, conciertos y coreografías ascenderán a 2 mil 900 millones de pesos.

Eso sin contar con los recursos del Fideicomiso Bicentenario, un organismo dependiente de la Secretaría de Hacienda, con 600 millones de pesos de presupuesto, manejados por Banjército, y cuya principal obra será la construcción del Parque Bicentenario, en la exrefinería 18 de Marzo, en la delegación Azcapotzalco de la Ciudad de México.

Desde el 4 de agosto, Lujambio ofreció varias conferencias de prensa para anunciar el gran despliegue de eventos del 15 y 16 de septiembre. En su calidad de coordinador ejecutivo de los Festejos del Bicentenario y del Centenario, el exconsejero electoral y excomisionado presidente del IFAI se ha transmutado en una especie de productor televisivo que confunde la conmemoración con la celebración y privilegia el espectáculo, sujeto a los criterios de la dinámica del rating.

De esta manera, para Lujambio lo más majestuoso no será repensar el futuro o el proyecto de una nación que surgió hace dos siglos, sino las cinco horas de transmisión televisiva y el despliegue de 45 pantallas entre el Zócalo capitalino y el Castillo de Chapultepec para disfrutar un espectáculo producido y dirigido por un australiano, Ric Birch.

Y no por malinchismo sino por elemental sentido común, el titular de la SEP no ha aclarado por qué se contrató a un australiano y no a un mexicano para dirigir el desfile de 27 carros alegóricos, los tres conciertos simultáneos (flamas, proyección de imágenes en La Catedral y los espectáculos El Arbol de la Vida, El Coloso y Vuela México).

Las críticas a Lujambio no han sido menores. El 18 de agosto presentó ante los medios de comunicación la melodía El futuro milenario, con letra del roquero Jaime López e interpretada por Aleks Syntek, cantautor de la fábrica de estrellas efímeras de Televisa.

No pasó ni un día de la presentación cuando Jorge Torres, jurado del concurso de composiciones para el bicentenario, afirmó: “No lo puedo creer. ¿El tema de Syntek es el que defiende el secretario Lujambio? ¿Es en serio? Pues díganle que me parece ofensivo” (Milenio Diario, 22 de agosto 2010).

Lujambio desplazó el propio resultado del concurso Tema Musical 2010, convocado por la propia SEP y Conaculta, y cuyo ganador fue José Miguel Delgado Anzón. Para enmendar la plana, la directora del Fonca, Martha Cantú, afirmó que este es un tema de la sinfónica y el otro será la canción del evento entre el 15 y 16 de septiembre de este año.

A la defensiva, el titular de la SEP declaró el domingo 22 de agosto que las críticas a los festejos del Bicentenario le parecían “mezquinas”. Y afirmó que si no se celebran, sería “un desperdicio imperdonable”.

El problema no es la pachanga o el circo que se prepara para el Día del Grito. Las críticas han sido generalizadas por la frivolidad, la excesiva mediatización y la ausencia de una labor realmente educativa e histórica para conmemorar el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución.

Las declaraciones del titular de la SEP son tan sólo el reflejo de la crisis de origen: la ausencia de un proyecto serio, incluyente y de Estado por parte de los dos últimos gobiernos panistas para encabezar los festejos de las dos gestas más importantes de la historia mexicana.

En la comisión han predominado más las ocurrencias. Por ejemplo, se presumió el Fuego Bicentenario, al estilo de la antorcha de los Juegos Olímpicos, que inició su recorrido sin pena ni gloria en septiembre de 2009.

Se incorporó como actividades del Bicentenario una serie de 150 programas titulados Discutamos México que han tenido escasa o nula repercusión en las audiencias, por su hermético formato. También se organizó la regata Copa México, en la Riviera de Nayarit.

Las “obras monumentales” son más similares a un parque de diversiones. Es el caso del Parque Bicentenario que se construirá en un predio de 500 hectáreas en lo que fue la exrefinería 18 de Marzo de Pemex. Como si fuera un Six Flags histórico, la Comisión anuncia en su página electrónica que el parque tendrá cinco grandes jardines: Natura, Viento, Tierra, Sol y Agua, con espacios para juegos y diversiones.

El “monumento emblemático” será un espectáculo de rayos láser: la Estela de Luz, formada por dos columnas paralelas de 104 metros que estarán en el Paseo de la Reforma.

La comisión patrocinó un “espectáculo multidisciplinario” titulado Orgullosamente mexicanos, que se asemeja a una feria itinerante con rayos láser, efectos especiales y proyección de pantallas en ciclorama.

La ocurrencia más polémica y reciente de la comisión fue la exhumación de los restos de 14 cadáveres, correspondientes presuntamente a héroes de la guerra de 1810-1821, que fueron trasladados del Monumento de la Independencia, donde se encuentra El Ángel, al Castillo de Chapultepec, y de ahí a Palacio Nacional.

Se organizó un desfile necrofílico el 15 de agosto a lo largo de la avenida Reforma. Fue la metáfora más clara de la momificación de la historia. El titular del INAH, Alfonso de Maria y Campos, declaró que esto simboliza “la muerte para muchos mexicanos”. Bastaba con que se difundieran las calaveras de Posadas.

Sexenio de siete años

Astillero / Julio Hernández López

Del ¡Hola! a la oportuna corona
Victoria, sólo con violencia
Esclavismo a la mexicana


La familia Calderón aparece en la portada de la revista de frivolidades denominada ¡Hola! y, además, el país se declara zona de felicidad sin límites por la adquisición de una corona de concurso de belleza. Oportunos asomos de realeza mientras la sociedad atisba los abismos: los ocupantes de Los Pinos se hacen de los espacios de la prensa de alta sociedad que en su versión española dedica amplios espacios a las vivencias de reyes, príncipes y personajes del espectáculo, y en Las Vegas, como de película, una mexicana es declarada la mujer más bella del mundo –al menos, del mundo que participa en esos polémicos torneos estéticos–, con lo que los festejos del centenario y el bicentenario tendrán cuando menos un aliciente visual ganador, en medio del desastre de pla-neación, gasto y ejecución con que el gobierno federal demuestra el rechazo profundo (temor, dirían otros) a que este año se produjeran verdaderos festejos populares de celebración de conceptos, acciones y logros cargados a lo nacional, al cambio, a la confrontación y exterminio de institucio- nes viejas, injustas e inservibles. Felipe posa en su celebración personal, familiar, grupal: cumplió 48 años de edad y se hizo acompañar de 150 invitados, entre los que estuvieron Fernando Gómez-Mont y Patricia Flores, a pesar de que supuestamente habrían cometido desatinos graves, uno, el abogado, en lo político; otra, la ex jefa de la oficina de FC, incluso bajo especulaciones de malos manejos precisamente en cuanto a recursos para los festejos patrios desfondados. Jimena Navarrete posa en sus primeras sesiones fotográficas de un reinado plástico que tendrá un indudable uso político en la agenda de superficialidad que para librar las fechas claves de 2010 necesita el realista y federal Felipe, ideológicamente adverso a las luchas por la independen- cia nacional (las de antes y las de ahora) y a todo tipo de revoluciones.

La escenografía celebrante no es suficiente para desplazar del foro las principales dolencias de la nación. El mismo Primer Comandante Antinarco se deja llevar por la emoción tétrica a la hora de hablar de su tema existencial, el combate armado a las grandes bandas de delincuentes. Ayer, entrevistado por Pedro Ferriz de Con para una estación del grupo radiofónico Imagen, dedicó largo tiempo al asunto. Y aun cuando la esencia parecía de nota roja, Calderón avanzó en la difusión de un sentir íntimo que denota pretensiones de continuidad en el poder, cuando menos de sus tesis belicistas, no necesariamente de su persona. Ya antes lo ha delineado el vicepresidente policiaco, Genaro García Luna, pero ayer Calderón asintió la especie. El entrevistador, Ferriz de Con, aseguró que según experimentos que se han hecho en Chicago, Nueva York, Miami, San Diego, Italia, Colombia, la violencia derivada de este combate al crimen organizado va en una escala progresiva que, al final de ese lapso, baja dramáticamente. Así que yo, partiendo de ese estudio, pienso: bueno, si son siete años de violencia, son seis del presidente Calderón, y un proceso de transición, en donde necesitaremos los mexicanos el compromiso, casi casi un programa transexenal, de entrarle con la misma enjundia para no echar a perder todo un proyecto que debe ser institucional y no sexenal. Complacido, Felipe Calderón respondió con brevedad: Ésa es la clave, Pedro. Tú lo has dicho con gran claridad. Se requiere una política de Estado.

Transexenalidad. Siete a-ños necesarios para que la sangre derramada no sea en balde, para que los sacrificios de estos seis años culminen en la baja dramática que de otro modo nadie podrá garantizar. Política de Estado entendida como obligación impuesta a la sociedad de mantener una guerra que no tiene ningún aval colectivo ni provino de consulta alguna a la sociedad. La guerra como virtual anulación circunstancial de los procesos electorales que este año ya tuvieron una probadita sangrienta de lo que sucederá cuando se dispute el verdadero poder: el transexenal. Por eso Felipe exige más fondos, porque no tiene la menor intención de cambiar el rumbo ni disminuir la intensidad: habrá más y más muertos, más y más violencia, porque es el remedio necesario, obliga- do, según el manual del Señor de Los Pinos que ayer, en el mismo programa de radio ya mencionado, que en http://bit.ly/bdeEFX tiene disponible una transcripción, dijo que su aspiración es que los grupos de narcotraficantes aceleren sus procesos de autodestrucción, aunque ello significará más violencia, pues estamos pasando por etapas mucho más compactas, pues desde el inicio de la violencia entre grupos, en 2004-2005, a la captura o muerte de, por ejemplo, Arturo Beltrán, transcurrieron cuatro años, y de Ignacio Coronel, cuatro meses más. En fin. Yo pienso que se van compactando esas etapas. Yo no descarto que pueda haber olas de violencia que presenciemos. Y un colofón estremecedor, una especie de epitafio nacional, el credo de guerra del hombre de Los Pinos: Es más, un escenario de victoria, que es el que buscamos y el que tendremos, es impensable sin que haya violencia. Bang.

Astillas

Anfitrión de la bancada tricolor de San Lázaro, Enrique Peña Nieto dijo, entre otras cosas: no permitamos que la alternancia transite al caos, y se quejó de la carencia de un liderazgo que cohesione a México en lugar de enfrentarlo. Allí mismo, en Ixtapan de la Sal, Manlio Fabio Beltrones advirtió que las reformas legales no hacen aptos a los ineptos, pero hay que seguirlas intentando. A la reunión de los 237 diputados priístas asistió por primera vez el nuevo sector del PRI, el Verde Ecologista, con sus 21 poseedores de curul... Y mientras los aspirantes a nuevos dueños de Mexicana (los principales: Advent Internacional, controladora de Hildebrando) se revelan como esclavistas modernos, deseosos de arrasar con cualquier logro de los trabajadores, ¡hasta mañana, con el caso chileno de los mineros sobrevivientes poniendo en evidencia la ruindad de empresarios y autoridades mexicanas en Pasta de Conchos!