jueves, diciembre 02, 2010

Refundar la República

Martha Anaya / Crónica de Política

Más allá de las efemérides de estos días, es un hecho que el país atraviesa por un momento muy complicado y peligroso. Distintas voces lo constatan, lo advierten, lo sufren. Porfirio Muñoz Ledo, uno de los hombres más lúcidos en el conocimiento del Estado, dice en su libro, La vía radical, que es hora de “Refundar la República”.

Los males que aquejan al país son mucho más profundos que un “proceso político desgraciado o un pésimo desempeño económico”, afirma. Resultan “de un extravío del rumbo patrio y precipitan la decadencia en todos los órdenes de la existencia colectiva”.

Para Muñoz Ledo, el tiempo de la transición se ha agotado, con resultados catastróficos: De promesa democrática se tornó en fase terminal y errática del ciclo neoliberal. Lo que ganamos en pluralismo lo pagamos en impotencia y a una época de concentración de poderes siguió otra de parcelación del despotismo y dispersión de los abusos: la metástasis de la corrupción.

Hemos asistido a una disolución en cadena de la moral pública que erosiona ya el concepto de identidad nacional, diluye el pasado y nos arrebata el futuro, expresa. “Tal es, decía el poeta, la dimensión de la muerte deparada”.

En alguna medida todos erramos, reconoce el antiguo profesor de ciencia política: “unos por conformismo, otros por engaño y muchos por inadvertencia”. Es hora de levantar el pensamiento e insertarlo en la historia a través de la acción.

Bien, pero cómo. Qué hay que hacer para salir de este “aberrante ciclo” en el que todos los actores directos del acontecer contemporáneo “cargamos nuestras propias e intransferibles irresponsabilidades”?

La “agenda mínima” para la reconstrucción del país, en opinión de Porfirio, es la siguiente:

-Primero debemos abordar la crisis Estado Nación, en su vertiente histórica e identitaria, para indagar el proyecto que podría otorgarnos viabilidad y las rutas posibles para la regeneración nacional.

-El segundo tema apunta a la instauración del Estado de derecho; los asuntos asociados a la insolente impunidad, la seguridad, la justicia y el respeto a los derechos humanos, sin lo cual no hay democracia verdadera.

-El tercero, al proceso de liberación política que lo haría asequible: la revisión del régimen de gobierno, de sus sistemas representativo y participativo, el federalismo, las autonomías, las elecciones, los partidos políticos y la comunicación. En ambos: la República como objetivo y como método.

-Cuarto, la cuestión crucial de la soberanía en tanto condición para el desarrollo: la integración y supeditación del país, su independencia económica, la migración en la globalidad y la política exterior de la Nación.

-Quinto: la estrategia económica que requiere un Estado de Bienestar que garantice los derechos sociales en condiciones de igualdad y sustentabilidad.

-Sexto, cultura y el conocimiento: el esfuerzo portentoso que por medio de la ciencia, la educación y la tecnología habrá de realizar el país para colocarse a la altura de su tiempo y de su gente.

Tal es la “agenda mínima” que propone Porfirio Muñoz Ledo para salir de la situación en la que nos encontramos. La leo y la releo. Me cuesta trabajo, pero quisiera creer que al menos algo de esta agenda –que debería ir más allá de intereses partidarios— se abordará pronto, porque el reloj sigue marcando las horas.

Mediocridad en México

Francisco Rodríguez / Índice Político

LLEVA YA CUATRO años –y un día, pues todos cuentan y nos pesan– como ocupante de Los Pinos y todavía no se hace responsable de sus actos. Aún inculpa al pasado o, concretamente al PRI, de cuanto problema crea y no ha sabido o no ha podido resolver. La mediocridad es su sino. Busca culpables. No se asume responsable de absolutamente nada.

Dice Jairo Uparella en su Manual del Perfecto Mediocre que esta actitud ante la vida es producto de un pobre pensamiento, un pobre modo de actuar, un pobre modo de hablar y un pobre modo de enfrentar las diversas situaciones cotidianas.

Se trataría, en todo caso, de una pobreza que se supone a sí misma inteligente, activa, decidida… pero que en realidad es todo lo contrario. Peor aún cuando es exaltada por otro puñado de mediocres que actúan como sus paniaguados e incluso sus corifeos sexenales: ya cambiará la Administración y, entonces sí, estos otros mediocres darán cuenta de la mediocridad en la que Calderón se desenvuelve.

No sólo él. En buena medida nuestra sociedad es también mediocre. No reacciona ante la mediocridad de sus políticos. Conformista, no pide más porque no conoce más.

Los mediocres profesionales, que no es lo mismo que profesionales mediocres, están en todas partes seguramente apadrinados y atornillados en sus cargos, mientras que aquellos que de una forma u otra se rebelan ante el conocimiento de estos casos, son maldecidos cual molestos zancudos que revolotean en el idílico paraíso de la mediocridad.

La cuestión no está en que existan los mediocres, sino en la cualidad de poder que ostenten, en el uso que hagan de él y en los objetivos que se tracen. Nuestro país desde hace mucho tiempo ha sido gobernado por mediocres, la empresa privada ha sido dirigida por mediocres, los medios de comunicación tienen en su seno a muchos mediocres, en el campo profesional hay mediocres, en la educación los resultados reflejan la existencia de un gran número de mediocres, en la familia hay muchos padres mediocres, en fin la circunstancia de escribir sobre esto tampoco me separa de la calificación: cualquiera de nosotros pudiera serlo en cuanto, desprevenido, se convierta y haga uso de ese poder que a cada cual le otorga la mediocridad como régimen de vida.

Ahora bien, en el caso concreto de Felipe Calderón, ¿es su mediocridad una actitud mental racional de la que ni siquiera se da cuenta o simplemente es una reacción física ante las circunstancias que lo mantienen a raya?

Bien pudieran ser ambas. Su biografía, por principio, lo presenta cual un legislador mediocre, un dirigente partidista punto menos que mediocre, y un candidato mediocre que, para descollar, hubo de echar mano a una guerra de lodo que otros menos mediocres –y extranjeros– pusieron en marcha para él.

Ganó mediocremente –legal, pero no legítimamente– el volverse ocupante de Los Pinos. Y es en la más asquerosa de todas las mediocridades que ha realizado sus tareas los últimos mil 462 días. Todavía nos esperan un par de años más de mediocridades, le aseguro.

Ahora mismo sus calificaciones son mediocres, de acuerdo a las más conocidas casas encuestadoras. En la medianía –del uno al diez–, sus cincos y seises en cuanto a reconocimiento a su gestión y sus labores, lo colocan muy lejos del aplauso generalizado y más cerca de la atronadora silbatina. Ni fu ni fa, pues.

Como buen mediocre, además, no sólo inculpa a los demás de sus fallas y errores, también se rodea de mediocres y destierra, expulsa y reniega de quienes se atreven a brillar –v.g. Manuel Espino– un poco más que él. En tal sentido, es fácil adivinar quién será el próximo dirigente nacional de su partido, el PAN: el mayor de los mediocres que a ese puesto aspiran.

En ese partido el más mediocre rige.

En fin, que el crecimiento económico es mediocre tirándole a fracasado. Que la seguridad es asimismo mediocre, con más mediocres encargándose de proteger a los nada mediocres delincuentes. Que los programas sociales están diseñados y operados para que la gran mayoría ni siquiera llegue a la mediocridad sino se quede permanentemente en la miseria. Que la gobernabilidad, toda, es asimismo mediocre. Y que ante el mundo aparecemos más mediocres que nunca, al aceptar el actual estado de cosas.

En estos últimos diez años “mediocrear” ha sido el verbo.

Y lo seguiremos conjugando un par de años más.

Índice Flamígero: Reporta www.elsemanario.com.mx, de Samuel García: Dentro de los Diálogos con motivo del Cuarto Año de Gobierno, Felipe Calderón Hinojosa presumió los logros que se han alcanzado durante su administración y los organizó en cinco ejes: 1. Estado de Derecho y Seguridad Pública; 2. Economía Competitiva y Generadora de Empleos; 3. Igualdad de Oportunidades; 4. Desarrollo Sustentable; 5. Democracia Efectiva y Política Exterior Responsable. Sin embargo, estos avances pregonados por el Ejecutivo federal no coinciden con la percepción de la sociedad. Según una encuesta de consulta Mitofsky, 32% de la gente reporta que Felipe Calderón tiene el control de lo que pasa y 62% que dice que las cosas se están saliendo de su control…”

¿Qué película está viendo, señor presidente?

Martha Anaya / Crónica de Política

El de Chihuahua, Arturo García Portillo, intentaba defender desde la tribuna de la Cámara de Diputados a Felipe Calderón y los diez años de gobierno del PAN:

“Estos diez años han sido bueno para México”, mencionaba cándidamente, en tono conciliador intentado aplacar los abucheos priistas y gritos del ala dura de la izquierda que le espetaban:

-¡El único sector en el que hemos avanzado es el de las funerarias!

Pasmo, risas, aplausos. El diputado blanquiazul mejor se desentendió: “las palabras no agujerean, sigan…”

Pero esto era apenas el inicio de la retahíla que le soltarían a Calderón y al PAN los diputados de oposición, a raíz del discurso del domingo pasado del Presidente de la República en el que presumió lo que, a su ver, eran los logros del blanquiazul en esta década y, por supuesto, el ramalazo que le lanzó al PRI con aquello de que sería una “tragedia” regresar a lo antiguo, al pasado.

La batería tricolor afiló cuchillos desde su reunión previa a la sesión. Sacaron sus gráficas de nueva cuenta, los datos –basados en documentos oficiales—que contradecían los dichos alegres del Presidente. Quesque hasta iban a pedir juicio político para Calderón, anunciaban en los pasillos, mientras el Presidente de la Mesa Directiva, Jorge Carlos Ramírez Marín declaraba que lo dicho por Calderón “sentencia a muerte al partido político que tiene la mayoría de votos en San Lázaro y acaba prácticamente cualquier posibilidad de acuerdos en lo que queda del periodo de sesiones”.

El tema, pues, subió a tribuna. César Augusto Santiago afirmó que Calderón “no merece el honor de ser Jefe del Estado mexicano” pues nunca ha entendido lo que ello significa; y tras descalificar cada uno de los supuestos logros enumerados en el Auditorio Nacional, el diputado priista calificó a su vez el desempeño del Jefe del Ejecutivo como “torpe”, “oportunista”, “ineficiente”.

Los priistas aplaudían. Los panistas callaban. Es más, ni siquiera estaban presentes los caballitos de batalla del blanquiazul. Sólo Josefina Vázquez Mota se había dado una vueltecita a la curul de Francisco Rojas para pedir no fuesen muy duros con su jefe y regresó a su zona, donde sus colegas ni se inmutaban.

Pero faltaba lo más sabroso. El tamaulipeco Carlos Flores Rico (PRI) subió a la tribuna y comenzó por asentar, con ironía, que Calderón seguramente debía tener muchos asesores porque eran tantos los errores que cometía, que una sola persona no podía hacer tantos a la vez.

Risas de los suyos. El regio Benjamín Clariond se mantenía de pie al fondo del salón de sesiones y disfrutaba con ganas el discurso de su compañero de partido. Flores Rico seguía hilando calificativos a la gestión panista: “Son diez años de un gobierno de ineficiencia, de estulticia; diez años de un gobierno gris, oscuro, malo, de noche…”

Pero las carcajadas y los aplausos priistas se desgranaron cuando el de Tamaulipas lanzó una serie de preguntas:

-¿Qué película está usted viendo, señor Presidente? ¿En qué libro está leyendo? ¿Dónde está usted, señor Presidente? ¿A qué hora cierra la cortina? ¿Por qué no se va, señor Presidente? ¿Por qué no tiene vergüenza, señor Presidente?

Ni siquiera ante ello reaccionaron los del PAN. Siguieron sentados en sus curules sin que uno solo reprochara la andanada priista.

Y aún faltaba por subir a la tribuna Sebastián Lerdo de Tejada, quien supuestamente determinó: ”¡Se acabó; así no se transita en un régimen democrático!”.

Claro, falta ver si hay algo de cierto en ese “¡se acabó!”, o si fue puro bla,bla.