FC, el peor en cinco lustros
México: crecimiento ausente
Carlos Fernández-Vega / México SA
Muchas son las negras herencias del inquilino saliente de Los Pinos, pero en materia económica se despide con desaceleración y deja un balance de resultados verdaderamente raquítico, por ser generoso en el término. El peor resultado económico para México en cinco lustros al hilo es atribuible a Felipe Calderón y a su muy buen equipo económico, tal vez el mejor (según su propia cuan inspirada calificación). Como siempre, los hechos tumban su discurso.
Vicente Fox, que tampoco brilló por sus resultados, le heredó un avance económico anual de 4.8 por ciento, y en su primer año de estandía en la residencia oficial Felipe Calderón a duras penas alcanzó 3.2 por ciento, para reducir aún más esa proporción (a 1.3 por ciento) en su segundo año. Para el tercero, en medio del catarrito diagnosticado por su muy buen equipo, el desplome fue de 6.5 por ciento, el más profundo en América Latina y uno de los más pronunciados en el mundo. Para 2010 logró un salto de 5.5 por ciento, que no alcanzó a cubrir el enorme agujero del año previo, y en 2011 no pudo repetir el garbanzo de a kilo, porque el producto interno bruto apenas levantó 3.9 por ciento. Y para 2012 se espera una tasa de 3.5 por ciento, en el mejor de los casos.
Lo mínimo requerido por México para comenzar a salir del hoyo es 6 por ciento de crecimiento económico anual sostenido, algo no registrado desde hace 30 años (sexenio de José López Portillo). Todos los inquilinos neoliberales de Los Pinos incumplieron descaradamente en su oferta de crecimiento económico, pero a Felipe Calderón de plano se le pasó la mano, pues su resultado concreto es una tasa anual promedio de 1.8 por ciento, algo no reportado desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988, cuando dicha tasa fue de 0.34 por ciento). En tres décadas la economía mexicana ha crecido a un ritmo tres veces inferior del requisito mínimo para reflotar la embarcación, pero todos los ocupantes de la residencia oficial se han despedido con un cínico ¡cumplimos!, y el actual no es la excepción.