Jenaro Villamil
En 1993 militares de Guatemala le entregaron a un equipo de seguridad mexicano, encabezado por el general Jorge Carrillo Olea, a Joaquín El Chapo Guzmán Loera, hasta entonces, un integrante del Cartel de Sinaloa de segundo orden, acusado de participar en el enfrentamiento con los Arellano Félix que derivó en el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.
El Chapo fue trasladado al penal de Puente Grande, uno de los más presumidos por el entonces gobierno de Carlos Salinas de Gortari como el “más seguro” contra criminales de esta dimensión. Desde ese penal, El Chapo no disminuyó sino acrecentó su poder corruptor.
El 19 de enero de 2001, a unas cuantas semanas de que iniciara la “alternancia” en la presidencia de la República con la llegada de Vicente Fox, el bravucón panista que prometió acabar con las “tepocatas y víboras prietas”, El Chapo Guzmán protagonizó una de las fugas más increíbles en la historia reciente.