¿Conciliar golpes a mujer?
Graco, acomedido
Julio Hernández López / Astillero
No ha sido un tratamiento ordinario, y mucho menos justiciero, el que se ha aplicado al caso de Alexia Imaz Chavero y Gerardo Saade Murillo, hija y nieto, respectivamente, de altos funcionarios del gobierno federal. A diferencia de otros casos de escándalo relacionados con miembros de la élite peñanietista (por ejemplo, el de Profeco, utilizado en realidad para dar ejemplo de presunto compromiso con la legalidad sacrificando a un político en retirada, de tercer nivel y con escaso peso político), el de la hija del director del centro de inteligencia y espionaje de la administración federal y el nieto del procurador general de la República pareciera haberse encaminado eficazmente hacia una pendiente de olvido y un sugestivamente tramposo camino de conciliación entre partes.
La denuncia que a través de Internet hizo la joven golpeada (quien colocó fotografías en las que se aprecian los hematomas que en el rostro le fueron causados), luego confirmada por su propia hermana, derivó en una serie de reacomodos que parecen provenir de arreglos cupulares y no necesariamente de la libre voluntad de la afectada. A pesar de que en un principio acudió a la procuraduría de justicia del estado de Morelos con la intención de presentar una denuncia de hechos, la hija del director del Cisen se abstuvo de hacerla (o la retiró, o se la hicieron retirar) y dejó el camino abierto para que, en un lance hasta ahora no explicado ni justificado, la oficina de prensa de Jesús Murillo Karam, procurador federal de justicia y abuelo del presunto agresor, entrara en acción para presentar al joven Saade (mencionándolo como presunto familiar del titular de la PGR) como alguien arrepentido de sus acciones y en busca de resolver los problemas que en mal momento había generado.