EPN y la toma de Zacatecas
¿A quien corresponda?
Ruptura médicos-pacientes
Julio Hernández López / Astillero
El apabullante triunfo sobre Croacia en futbol mundialista instaló a México en una nube provisional de contento y esperanza. Los aficionados disfrutaron a sus anchas de una victoria que no supera otras andanzas balompédicas en esta fase pero que ahora ha tenido un sabor especial; las televisoras, las empresas metidas en el negocio deportivo y los directivos de la federación encargada del control mercantil de ese deporte vieron prolongada la temporalidad del gran espectáculo tan redituable, y los políticos, comenzando por el actual ocupante principesco de Los Pinos, aprovecharon la circunstancia para mostrarse solidarios con las tendencias colectivas y dar continuidad a ese paréntesis de multiplicidad informativa que opaca las maniobras legislativas de rediseño entreguista del país.
La máxima expresión posible de rebeldía en esta temporada ha sido la reivindicación de un grito acusado de homofóbico pero luego exonerado, a unos minutos del México-Croacia, por la propia comisión disciplinaria de la FIFA. Sólo allí, sólo en eso: osadía para repetir las cuatro letras de porterofobia adversaria. ¡Puto!, corearon gozosamente ante el primer despeje del guardameta contrario, y extendieron la algarabía a los tiros de esquina, más algunos culero en selectos momentos del partido tan esperado. ¡Sí se puede!, pero no necesariamente en protesta contra el reformismo nefasto, el robo de energéticos y tierras u otros de los graves puntos negativos que en el congreso federal se van aprobando.