Cambios y beneficiarios
Attolini: chao congruencia
Carlos Fernández-Vega / México SA
Finalmente, ya entrada la noche del pasado martes y de último minuto, los senadores acordaron una mínima modificación al texto de la (contra) reforma laboral, lo que, de cualquier forma, en nada afecta el fondo y el objetivo de la presunta modernización de la Ley Federal del Trabajo aprobada en lo general a media tarde del mismo día. Es de suponer que el súbito cuan milagroso cambio de actitud de los legisladores priístas (de la rotunda negativa a aceptar cambio alguno al texto enviado por los diputados, al sí estoy de acuerdo, aunque sea poquito) contó con el visto bueno del encopetado presidente electo, de tal suerte que en San Lázaro ratificarían los cambios (salvo mejor opinión de Manlio), y de allí directo a la promulgación de la nueva ley.
¿Qué significa, qué pretende, para qué es, y a quién beneficia la nueva legislación?, pregunta el Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) de la UNAM (Una nueva crisis para los trabajadores mexicanos, un estudio de su autoría recién salido del horno), del que se toman los siguientes pasajes. Pues bien, se trata de garantizar y justificar legalmente nuevas formas para arrancarles a los trabajadores las conquistas obtenidas desde la Revolución mexicana (conocido como proceso de precarización o pauperización del trabajo). En la realidad muchas de las propuestas que hoy se presentan como nuevas operan desde hace décadas en los centros de trabajo de millones de trabajadores mexicanos y que, desde luego, funcionan fuera de la ley con la contemplación y aval del gobierno federal. Sin embargo, para los patrones hoy es necesario regularizar tal situación, con el fin de abaratar aún más el costo de la mano de obra, algo que han concretado por cortesía del Ejecutivo y del Legislativo.