Las brisas de Amado
Los vuelos de Gastón
Migrantes rumbo a EU
Julio Hernández López / Astillero
No por ser de oro dejan de ser prisión (como cantan Los Tigres del Norte), pero resultan notablemente cómodas, permisivas y placenteras las presuntas jaulas judiciales (o remedos de ellas) que tanto México como Estados Unidos han puesto a dos grandísimos empresarios mexicanos acusados de igualmente grandísimos fraudes.
Uno es Amado Yáñez, principal accionista del entramado de irregularidades conocido como Oceanografía, al que desde muchos años atrás se ha señalado como partícipe y beneficiario de descomunales saqueos de la riqueza nacional a través del sistema de tráfico de influencias y reparto de comisiones que se ha institucionalizado en Pemex y que tuvo momentos estelares, y no solamente en el caso de la citada Oceanografía, durante los sexenios de Vicente Fox (ah, la señora Martha y sus hijos tan avispados y prósperos), Felipe Calderón (ah, el paso por la Secretaría de Energía y los buenos oficios de César Nava y, ya en los suculentos Pinos, de Juan Camilo Mouriño) y, desde luego, en el sexenio en curso que siguió haciendo negocios con la firma truculenta hasta que un escándalo en Estados Unidos, detonado por Citigroup, arrojó reflectores policiacos sobre el tema que los ojos gubernamentales mexicanos se habían negado a ver o al que convenientemente hacían como que no veían.