Oleoducto, muro, reunión
Detienen a asesinos de federales
SLP: indignación cívica
Julio Hernández López / Astillero
Donald Trump ha desarrollado una afición enfermiza por el maltrato hacia su vecino, Enrique Peña Nieto (EPN). A pesar de los esfuerzos de atenuación que realiza el comisionado de Los Pinos a la Casa Blanca, Luis Videgaray Caso, el ocupante de la principal residencia de Washington se esmera en dejar evidencia del nulo respeto político que tiene hacia su presunta contraparte en el subcontinente norteño.
Ahora, y a pesar de que sus bonos en general están a la baja (o, tal vez, debido a ello, en busca de mostrar la fuerza que en otros rubros le ha sido restada), Trump ha hecho saber que ha aprobado la construcción de un oleoducto entre Estados Unidos y México, como parte de una serie de proyectos de aquel país para instalar una era dorada de la energía estadunidense.
Erigir un muro fronterizo es, a fin de cuentas, una decisión soberana del país de las barras y las estrellas (aunque no la pretensión de cargarle la cuenta a México), pero, al informar de la decisión relativa al oleoducto desde un plano unilateral, con Peña como público, Trump aprovechó para continuar con su rutina fanfarronesca sobre el muro fronterizo: dicho ducto, planteó de manera provocadora, entre risas de su audiencia, deberá ir justo por debajo del muro, ¿no? Va ir por debajo, ¿no? Que vaya un poco más profundo en esa sección. Ya sabes, un poco así. Justo debajo del muro.