Hartazgo en Guerrero
Halcones, listos
Pilatos en la UNAM
Julio Hernández López / Astillero
Mientras las élites se reparten el país (en San Lázaro ya fue aprobada la reforma constitucional que permitirá a extranjeros ser dueños de inmuebles en playas, litorales y zonas fronterizas), en Guerrero ha estallado una violencia social reactiva cuyo origen y sentido verdaderos han sido sistemáticamente desdeñados desde el poder y sus medios de comunicación aliados, generando en cambio una campaña de satanización que pretende justificar represiones que ayuden a consolidar sin oposición el entreguismo y el saqueo nacionales.
Los políticos mexicanos en el país de las maravillas: los responsables de la crisis nacional demandan acciones gubernamentales en defensa del estado de derecho, pero específicamente lo que desean es que se frene a movimientos sociales disidentes que se han cansado de la demagogia, el burocratismo y la desatención. Nada hay de verdad contra los cárteles dominantes que actúan en todo el territorio nacional o contra la corrupción extrema que salta a la vista en los ámbitos de la procuración y la impartición de justicia, y mucho menos contra la clase política dominante que mediante pactos, chantajes, fintas y reacomodos daña cotidianamente el interés nacional popular. Pero sí se exige con temblorosa grandilocuencia que se ponga freno policiaco a protestas sociales que deberían ser atendidas con sensibilidad social, entendiendo que la dimensión de esos excesos ciudadanos corresponden a la dimensión de los agravios acumulados y a la incapacidad política de gobernantes, representantes populares y partidos políticos para impedir que el hartazgo social se desborde.