Del futbol al Congreso
Saqueo sin indignación
Mireles, venganza oficial
Julio Hernández López / Astillero
La decepción nacional se concentró en un personaje y en sus primeras declaraciones, éstas mediáticamente acomodadas de manera taimada para exacerbar los ánimos patrios tan predispuestos y necesitados de un holandés expiatorio. Según las primeras versiones, Arjen Robben, el extraordinario jugador naranja, había reconocido que se había tirado un clavado en el césped brasileño para así conseguir tramposamente la decisión arbitral de un tiro penal que significó la derrota en últimos minutos de la selección comercial de futbol que representa a México en el Mundial en curso.
El centrocampista prematuramente calvo (30 años), quien juega con el Bayern Munich, fue convertido así en el villano necesario para un resultado con visos de tragedia nacional para México. Con esa construcción mediática manipulada, todo podría ser explicado a partir de la ruindad de un especialista en fingimientos que habría conjugado su apellido de traducción tan emblemática en nuestro país: Robben nos robó (¿robonos, sonaría mejor?) Si Pepe el Toro es inocente, entonces también Rafa Márquez y El Piojo y todos los involucrados en el intento de triunfo balompédico de ayer serían inocentes, con el malvado Robben como delincuente confeso.