miércoles, junio 18, 2014

Meta invulnerable


Futbol y energéticos
Expropiar al pueblo
Amagos panistas

Julio Hernández López / Astillero

No hay portero ni equipo ni suerte que frene el arrollador ataque, con pleno poderío marrullero, reforzado con naturalizados jugadores provenientes de otros clubes, que está goleando de manera implacable al interés nacional en cuanto a reformas relacionadas con el tema energético.

Ya no es tan sólo la desexpropiación petrolera tan evidente, con la voracidad extranjera ansiosa por aterrizar en la zona de conquista, sino la expropiación directa de las tierras de quienes tengan el infortunio de que las compañías de hidrocarburos por llegar necesiten cruzar por esos predios y, para dar seguridad jurídica a sus inversiones, prefieran hacerse de tales terrenos a título de servidumbres de paso que deberán ser negociadas de igual a igual entre los propietarios rurales, campesinos y ejidatarios, y los goleadores bufetes de abogacía empresarial, con la advertencia inaudita de que el gobierno federal decretará la apropiación de esos predios, para ponerlos al servicio de los capitalistas, si las ‘‘partes’’ no se ponen rápidamente de acuerdo en el monto de las contraprestaciones correspondientes. Ya no serían expropiaciones por causa de utilidad pública, sino privada. No para el bien popular, sino abiertamente para las utilidades empresariales foráneas.

No es poca cosa lo que plantea el gobierno peñista en los tiempos del Mundial. Deshace una expropiación histórica y pretende establecer otra, ésta para beneficio del interés extranjero. Hasta ahora, la conducta gubernamental (incluso en los periodos trágicos de la derecha inculta, con el foxismo, y funeraria, con el calderonismo) ha mantenido vigente, aunque no se cumpla plenamente, el principio tutelar en apoyo de campesinos y obreros, conforme al espíritu desatado en 1910 y convertido en letra constitucional en 1917.

Ahora Enrique Peña Nieto pretende convertirse en figura tutelar de los intereses de las firmas extranjeras, favoreciendo sus intereses de manera preferente, quitando las tierras a los mexicanos para darlas a los forasteros (lo mismo sucede ya en las franjas playeras donde antaño sólo podía haber propietarios nacionales, luego se habilitaron subterfugios como los fideicomisos por décadas que podían ser adquiridos por extranjeros, y ahora ya hay venta abierta de esos terrenos estratégicos) y promoviendo graves turbulencias sociales entre ciudadanos que a pesar de las graves plagas que les han caído encima (narcotráfico, inseguridad pública, falta de créditos y apoyos oficiales y crisis económica en general) no despliegan protestas amplias ni vigorosas.

No por ser tan conocido resulta menos oportuno recordar los primeros párrafos del texto clásico de John Womack júnior titulado Zapata y la Revolución Mexicana: ‘‘Este es un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo, hicieron una revolución. Nunca imaginaron un destino tan singular. Lloviera o tronase, llegaran agitadores de fuera o noticias de tierras prometidas fuera de su lugar, lo único que querían era permanecer en sus pueblos y aldeas, puesto que en ellos habían crecido y en ellos, sus antepasados, por centenas de años vivieron y murieron (…) Hacia principios de este siglo, otras personas, poderosos empresarios éstas, habitantes de las ciudades, creyeron necesario echar a los campesinos con el fin de prosperar ellas mismas. Y entre los hombres de empresa y los campesinos fue cobrando forma un vívido conflicto (…) A todo lo ancho de México, los hombres de empresa pensaron que no podrían mantener su nivel de ganancia o el vigor de la nación sin efectuar cambios fundamentales en el país. Pero donde quiera que se intentaba cambiar los fundamentos, los campesinos protestaban…”

No hay, sin embargo, oídos ni sensibilidad para atender el pulso agitado de la nación. El peñismo, ignorante de la historia nacional, movido por resortes facciosos y rapaces, cree que su meta (la conversión de la nación en un negocio privado) es invulnerable, pues se ha pertrechado en su defensa mediante una estrategia denominada Pacto por México, que ha sumado como centrales a jugadores de uniformes negro y amarillo y blanco y azul, y que lleva en la delantera a firmas trasnacionales que con su poderío garantizan la obtención de resultados y la conservación de éstos a pesar de eventuales disturbios en las tribunas que, al ni siquiera insinuarse, incitan a esos pateadores unidos a pensar que pueden y deben avanzar más en la imposición de castigos y cobros, pues no hay mayorías que parezcan estar interesadas en oponerse y presentar resistencia.

No hay, del lado popular, portero que ataje los tiros de Los Pinos y de sus aliados nativos y foráneos, ni equipo que desarrolle alguna estrategia viable y eficaz, ni partido en curso (el del sol azteca juega en favor del contrario y Morena concentra su vista en la obtención de su registro y en los tempranos escarceos electorales). El resultado está a la vista.

Tan perdida está la izquierda electoral en este momento de regresión histórica, que el mayor tropiezo que podría sufrir el proceso de entrega de la riqueza energética al extranjero sería con cargo al PAN, cuyo dirigente nacional, Gustavo Madero, ha advertido que la aprobación de las leyes secundarias de la materia podría irse hasta septiembre si no son ‘‘armonizadas’’ las disposiciones estatales con las federales en materia política y electoral.

El partido de derecha teme, con justa razón, que lo conseguido en el plano federal en materia de una pálida reforma política y electoral sea trabado en los estados por gobernadores priístas que impedirían que sus congresos locales confirmaran los correspondientes cambios constitucionales. Madero amaga abiertamente con no sumar sus votos a los del PRI para aprobar en lo inmediato las leyes secundarias en materia energética, sino dejarlas hasta septiembre, cuando el embrollo prelectoral será más intenso y podría afectar los planes peñistas. El secretario Osorio Chong deberá hacer que los mandatarios bajo su control ordenen que los congresos locales aprueben la susodicha ‘‘armonización’’. ¡Hasta mañana!

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