domingo, septiembre 23, 2012

Islas Diaoyu: escalada de China y Japón azuzada por EU


Alfredo Jalife-Rahme / Bajo la Lupa

No estamos aún a dos minutos para medianoche del reloj del juicio final de 1953 –que desde 1947 publica el Boletín de Científicos Estadunidenses–, pero el planeta se encuentra secuestrado por el peligro apocalíptico a solamente cinco minutos del fatídico horario –como en 2007 (con la exacerbación de los contenciosos nucleares de Norcorea e Irán y la irrupción del cambio climático)– cuando los procesos políticos parecen totalmente inadecuados (sic) y el potencial para el uso de armas nucleares es alarmante en conflictos regionales en Medio Oriente, noreste asiático y el sur de Asia.

Mucho peor que la furia islámica –que entró en su fase de competencia por el liderazgo de mil 600 millones de feligreses islámicos entre la sunita Pakistán y la chiíta Irán para defender la sacralidad del profeta Mahoma frente a la islamofobia deliberada del choque de civilizaciones que promueven las extremistas agendas bélicas de EU/Israel que se subsumen en el piromaniaco pastor (sic) de coranes: Terry Jones, presunto agente del Mossad–, la escalada entre China y Japón por la propiedad de las islas Diaoyu es susceptible de gangrenarse en una guerra regional y hasta mundial (con participación de EU al lado de Japón, su principal aliado estratégico zonal).

El contencioso de tales islas en el mar del este de China se remonta a la invasión nipona a Manchuria cuyos rescoldos se reincendiaron con la venta reciente de las islas ocupadas, en la cosmogonía china tanto de Pekín como de Taiwán, por sus propietarios nipones al gobierno de Japón, lo cual ha provocado jingoístas manifestaciones masivas de repudio en las principales ciudades chinas que han obligado a varias fábricas niponas a su cierre, desde Toyota hasta Honda.


El paroxismo, que parece haber amainado, fue alcanzado con la visita a Japón del secretario del Pentágono, Leon Panetta, donde expandió las llamas incandescentes con el despliegue de un segundo sistema-radar del escudo misilístico antibalístico de EU en suelo nipón –al unísono tanto del permiso a los aviones MV-22 Osprey para iniciar sus vuelos en Japón, así como una demanda de Washington contra Pekín ante la OMC por comercio desleal– dizque para protegerle de la amenaza de Norcorea, coartada pueril que los estrategas de Pekín no digieren por entender que está dirigido contra China, de acuerdo con el nuevo guión geoestratégico de Obama y su doctrina del pivote: replegar al ejército de EU de los teatros de Afganistán e Irak para reposicionarlo en el océano Pacífico para contener a China.

La visita posterior de Panetta a China, donde se reunió con el nuevo mandarín Xi Jinping –que habían desparecido los propagandísticos multimedia occidentaloides, intoxicados por los teoremas de la industria desinformativa de Hollywood–, disminuyó las tensiones hasta nueva orden.

La escalada se escenifica en medio de comicios en Japón y del cambio generacional del poder en Pekín, salpicado por la extraña muerte del embajador nipón en China a la semana de su arribo.

La revista británica The Economist (22/9/12), vinculada a intereses petroleros anglosajones y a los banqueros esclavistas Rothschild (FT dixit), adopta la postura nipona y se pregunta si Asia puede embarcarse en una guerra (sic) por unos arrecifes, lo cual generaliza a una sucesión de disputas marítimas en el verano entre China, Japón, Sudcorea, Vietnam, Taiwán y Filipinas. La revista compara el ascenso de Alemania con el retorno de China como potencia remergente 100 años más tarde cuando la disputa por unos arrecifes sin habitar puede significar lo mismo que el asesinato de un archiduque en los Balcanes. ¡Uf !

El artículo de The Economist sobre el nacionalismo de China es una oda a la sinofobia. Vale la pena atender la antítesis china a la postura favorable a Japón que propala laxamente The Economist.

China Daily (20/9/12) expone el punto de vista del nuevo mandarín Xi (aún vicepresidente), quien tildó de farsa la compra de las Diaoyu por el gobierno nipón y a quien advirtió no socavar la soberanía territorial de China durante su trascendental reunión con Panetta.

A juicio de Xi, la farsa nipona desafía abiertamente la Declaración de El Cairo y la Proclamación de Potsdam (nota: que versan sobre la rendición de Japón y el retorno de territorios a China).

Durante su estadía en China y en sus encuentros con la cúpula civil y militar, Panetta intentó tranquilizar los ánimos exaltados. En particular, buscó convencer a Pekín de que el pivote estratégico de EU en la región Asia-Pacífico no era contener a China. ¿Qué significa entonces?

Según Panetta, el requilibrio de EU en la región es un intento para comprometer a China a expandir su papel en el Pacífico creando un nuevo modelo (¡supersic!) en la relación de las dos potencias.

O los chinos no lo entienden así, o Panetta no se ha dado a entender convincentemente.

A mi juicio, los tres jugadores en las islas Diaoyu (China, Japón y EU) están calculando las vulnerabilidades y fortalezas en críticos momentos electorales (EU y Japón) y de transición generacional del poder (China: donde los multimedia occidentaloides buscaron indicios de fisuras internas en la desaparición de los reflectores de Xi durante 15 días).

El carácter chino obligó por el momento a EU a optar por la resolución diplomática que, a mi juicio, debe ser bilateral entre China y Japón sin la intromisión asfixiante de EU.

La preocupación de China se centra en la presencia creciente de EU que estimula a sus aliados, como Tokio, a comprometerse a conductas provocativas.

Según la agencia francesa Afp, los analistas (sic) –que no identifica– comentan que la postura de EU hacia China y Japón es contradictoria y su objetivo fundamental es mantener un papel dominante en las relaciones internacionales. Es más juicioso este punto de vista francés que las acrobacias peligrosas de EU en la región Asia-Pacífico.

Liu Jiangyong, especialista en estudios japoneses en la Universidad Tsinghua, comenta que la postura de EU de incorporar las islas Diaoyu al Tratado de Seguridad bilateral nipón-estadunidense constituye una severa interferencia en la soberanía territorial de China.

Liu Youfa, vicepresidente del Instituto de Estudios Internacionales de China, adujo que el contencioso de las islas Diaoyu, ilegalmente transferidas por EU a Japón, es una bomba de tiempo para las relaciones bilaterales entre Washington y Pekín, cuando EU desea usar el tema para influir en los lazos de China y Japón con el fin de mantener su liderazgo en la región –algo así como divide y vencerás, el apotegma de las balcanizaciones de la dupla anglosajona.

Un benéfico efecto colateral ha sido el acercamiento del circuito étnico chino: China, Hong Kong, Macao, Taiwán y Singapur (70 por ciento de chinos).

Racionalmente, a China y a Japón no les conviene una guerra que solamente beneficia a la dupla anglosajona en plena crisis económico-financiera, cuando Pekín es el principal socio comercial de Tokio. El grave problema es que se puede salir del control.

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