viernes, agosto 10, 2012

Cursus honorum

Francisco Rodriguez / Índice Político

Decididamente, Enrique Peña Nieto se refugió en la máxima de San Ignacio de Loyola, quien aconsejaba que “en tiempos de desolación nunca (se debe) hacer mudanza”. Y fue así que por sobre aquellos que le aconsejaban privilegiar los rostros –sólo eso-- del dizque “nuevo PRI” para la coordinación política de sus bancadas en el Congreso de la Unión, se inclinó finalmente por la experiencia.

En las actuales circunstancias, con un posible futuro gobierno acosado por la oposición de las izquierdas, con apoyos de Felipe Calderón que si no son dudosos cuando menos sí endebles y cada vez más cuestionados, esta apuesta de Peña es a todas luces un alarde de estabilidad por sobre cualquier sorpresa que pudieran acarrearle otros que no sean Manlio Fabio Beltrones y hasta Emilio Gamboa.

Y no, por supuesto, no se trata de un episodio más de la lucha entre gerontocracia y efebocracia en la que se hayan impuesto los primeros –aunque no faltará quien la quiera presentar así--, sino de una justa valoración de los atributos, incrementados al paso del tiempo, que posee cada uno de los nuevos coordinadores camerales.

¿Es la edad de los políticos un lastre, o al contrario, supone un barniz de respetabilidad y un valor añadido?

¿Cuál es la edad óptima de fertilidad política de los hombres y mujeres de Estado?

¿Son caducas y liquidadas personas apenas en la cincuentena?

¿Son necesariamente ventajas en la gestión política las que otorgan tener 31 años?

No se trata sólo de la experiencia acumulada o de su carencia. Es una cuestión de autoridad moral.
Los pueblos de la antigüedad clásica creían que la edad no sólo traía la experiencia necesaria para ostentar las altas magistraturas del Estado. Tal el origen del Senado o Senectum.

Pensaban además, que el hombre mayor era más digno de confianza moral en el desempeño del mando, pues antes gobernaría con arreglo al patriotismo y los ideales un viejo rondado por la parca y con poco que ganar, que un joven, más predispuesto a hacerlo por ambición personal e intereses inmediatos.

Los romanos creían en el Cursus Honorum, requisito obligatorio para el ascenso en la carrera política y que exigía el desempeño de los escalafones inferiores de la función pública y una edad mínima para su nombramiento. En la Roma republicana era condición indispensable para llegar a Cónsul, haber pasado antes por las magistraturas previas de Cuestor, Edil y Pretor y tener al menos 42 años de edad para los plebeyos y 40 en el caso de los patricios.

El aumento de la esperanza de vida ha sido muy notable desde la antigüedad, y la frontera entre la madurez y la senectud se ha diferido en el reloj biológico humano.

Parece pues, un dispendio innecesario de talento, la marginación de los políticos maduros cuando se encuentran en el apogeo de su vida intelectual. Aún más cuando invocando la juventud, en nombre de la renovación, solo se esconden las intrigas palaciegas de cada partido político y los intereses de sus facciones, o lo que es peor, el diseño por y para las reglas del marketing de políticos mediáticos, de telegenia en almíbar.

La fragilidad y finitud de la naturaleza humana son inexorables. Sin embargo los distintos grados de resistencia que cada sujeto manifiesta frente a ellas, definen igual que el talento y la capacidad, dónde están los límites de la retirada de la vida política. Muy lejos de su retiro político, Beltrones y podría decirse que hasta Gamboa están en plenitud de sus capacidades.

Las del sonorense en espacios partidistas, legislativos, políticos y hasta internacionales, donde no son nada desdeñables sus contactos con quienes toman decisiones en los Estados Unidos.

Las del yucateco en la política palaciega, la del cuchicheo y los trascendidos, la de los business.
Experiencia en la negociación política, de uno. En los negocios políticos, la de el otro.

Y sí, Se impuso la experiencia.

Índice Flamígero: A propósito, un chistesín finsemanero: Llega un hombre completamente ebrio a su casa. La esposa abre la puerta y le reclama: - ¡Me mentiste! Dijiste que dejarías de beber, que cambiarías, que serías un hombre nuevo... - Señora... hic... tuvo mala suerte... hic... el hombre nuevo le salió igual de borracho que el viejo... + + + Faltan ¡todavía! 113 días para que termine este sexenio y llegue a Los Pinos ¿el nuevo PRI?

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