lunes, junio 11, 2012

Y siguen siendo tres...

Jorge Fernández Menéndez

El debate de ayer no fue definitorio para las elecciones que se desarrollarán dentro de tres semanas, pero cambia en forma muy importante la dinámica de las campañas y la percepción de los candidatos. Respecto al primer debate cambió el formato, cambiaron la conducción y la producción y no hubo edecán, pero lo más importante es que los candidatos modificaron, en algunos casos en forma muy notable, los roles que jugaron en la confrontación.

Decir que al debate, para llamarse como tal, le faltó profundidad intelectual y espíritu de confrontación es un lugar común: este es el debate de nuestra clase política, este es el nivel de confrontación que aceptan, esta es la base de promesas e incluso de verdades, verdades a medias o francas mentiras que sustentan. En ese contexto me parece que la mayor novedad del debate fue la forma en que López Obrador desaprovechó la oportunidad para consolidarse en un segundo lugar y darle la pelea a Peña. El protagonismo desluce al candidato de la izquierda: se lo vio muy mal la semana pasada en Tercer Grado y en este debate estuvo anodino, cayendo en generalizaciones continuas, sin contestar a los golpes que recibió y, más desconcertante aún: sin atacar o confrontar a Peña Nieto ni en una sola oportunidad. Hay resbalones muy serios de Andrés Manuel en el debate: el más notable su “ahorro” presupuestal de 300 mil millones de pesos supuestamente reduciendo salarios de altos funcionarios; el único problema es que, como le dijo Vázquez Mota, toda la nómina de los trabajadores del Estado, si quitamos maestros y personal de salud, es de 280 mil millones de pesos. Y la nómina de trabajadores de confianza en el gobierno federal es de dos mil millones de pesos. Tan desconcertante como la tesis de ahorrar otros 300 mil millones de pesos en medidas de austeridad o cómo sacar 200 mil millones en una reforma fiscal donde lo único que sostuvo fue que quitaría el IETU.

Peor estuvo cuando dijo que nadie será rechazado en la universidad, que todos podrán ingresar a la educación superior y que no habrá exámenes porque son “el pretexto para que los jóvenes no ingresen”. Es lisa y llanamente una tontería sin sentido. Pero con todo, lo más notable es que, a diferencia del primer debate, no haya buscado ninguna confrontación con Peña Nieto.

Si López Obrador fue desconcertante y actuó exactamente al contrario de lo que hizo en el primer debate y por eso fue el gran perdedor del mismo, Josefina Vázquez Mota también cambió el tono, la orientación y los objetivos y por eso ganó. Aquí dijimos que uno de los grandes errores de Josefina en el primer debate fue haberse centrado exclusivamente en Peña Nieto, no tocar a López Obrador y manejar una campaña antiPRI que, paradójicamente, le dio vida e hizo crecer al candidato perredista. En este debate es la primera vez que se ve Josefina mucho más cercana a lo que ella es: podría haber avanzado más en la confrontación con Peña y Andrés Manuel, pero lo hizo muy bien, se le vio (a diferencia del debate anterior) segura y hasta tuvo la suerte de cerrar la ronda de presentación y de despedida del debate. Ganó, sin duda, porque fue la más activa, la que le dio un tono de mayor confrontación y la única que de alguna forma sorprendió. Quién sabe si le alcanzará, pero se coloca otra vez en la disputa. Y, para su electorado, le ayuda no haberse mostrado “diferente” a Felipe Calderón.

Peña Nieto ganó sin esforzarse. En realidad, desde la primera hasta la última de sus intervenciones, prácticamente no se apartó de una idea fuerza que es la que marcará, aparentemente, la etapa final de su campaña: ganar para “que tú ganes”. Peña quiere exhibir la cualidad de eficiencia. Es simple la propuesta, pero no tuvo presión para apartarse de esa línea. No destacó, pero fue mucho menos exigido de lo que esperaba. Si alguien creía, otra vez, que Peña se derrumbaría después de este debate, se volvió a equivocar y posiblemente éste haya sido el mejor resultado posible para el mexiquense.

Gabriel Quadri esta vez falló: estuvo bien confrontar a sus adversarios con temas como el aborto, el matrimonio entre personas de un mismo sexo o la legalización de la mariguana, pero se repitió una y otra vez preguntándoles si estaban o no de acuerdo y terminó, él mismo, opacando sus propuestas sobre otros temas o insistiendo demasiado en ellas (como con el instituto cultural Octavio Paz) hasta agotarlas. Tampoco le ayudó que Josefina haya utilizado una estrategia de ataque a dos bandas, contra Peña y contra AMLO, porque le quitó el espacio del que había gozado en el primer debate.

La conclusión es la que habíamos señalado hace algunos días: no es ésta una confrontación de dos, sigue siendo, sobre todo después del debate, de tres, y en este ámbito el orden de los factores sí altera el producto.

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