lunes, junio 11, 2012

Los punteros se moderan

Félix Arredondo

Confiados en que las preferencias electorales los favorecen y apostando a que la ecuanimidad convencerá a los todavía indecisos, Peña Nieto y López Obrador debaten sin confrontar.

Aunque el resultado de la encuesta telefónica de Reporte Índigo reporta que Andrés Manuel López Obrador ganó el debate con un 32.2 por ciento, se podría decir que en el sector con teléfono hubo una especie de empate técnico entre el progresista y Enrique Peña Nieto.

Enrique Peña Nieto obtuvo un 28.2 por ciento. Josefina Vázquez Mota 22 por ciento. Y Gabriel Quadri se desplomó hasta un .76 por ciento.

No se puede ganar una carrera cuando no hay carrera, como no se puede ganar un debate cuando no hay debate.

Y probablemente por eso, a muchos de los que vieron el debate de anoche les pareció que no hubo debate. Como tampoco hubo claro y definitivo ganador.

¿Por qué razón López Obrador no hizo referencia alguna a los escándalos del periódico The Guardian surgidos apenas el jueves pasado?

¿Por qué Enrique Peña Nieto no se le fue “encima” a López Obrador?

¿Por qué razón el candidato de la izquierda no respondió a las provocaciones de Josefina Vázquez Mota, como tampoco lo hizo Peña Nieto?

Para algunos, lo que explica lo anodino del debate responde a una clara estrategia de los dos punteros.

López Obrador buscó no parecer agresivo con las clases medias. La imagen que tanto el PRI como el PAN trataron de construirle al candidato de las izquierdas durante la última semana se desvaneció con su actitud en el debate.

Por su parte, Enrique Peña Nieto no se arriesgó a ser derribado por un nocaut en un debate con el abanderado progresista.

Empate técnico sí. Ganó López Obrador porque se pudo sacudir la imagen del polarizante fajador de la lucha de clases. Pero también Enrique Peña Nieto porque no fue derribado.

Aunque si se parte del supuesto de que el fuerte de López Obrador son las clases más modestas, que no tienen una línea telefónica fija que los incluya en la encuesta, entonces no habría duda. A quien mejor le fue con un debate sin debate fue al tabasqueño.

¿Y Josefina Vázquez Mota? La candidata del PAN se quedó atrás. Y es que a pesar de que se cansó de provocar a los dos punteros, ninguno de los dos se “enganchó”.

Al final, Josefina no tuvo más remedio que confrontarse con Gabriel Quadri por el tema de la familia de Elba Esther Gordillo.

Lenguaje corporal

Al final resultó que todo mundo esperaba mucho más de cada uno de los candidatos. Y por lo mismo, el debate provocó una sensación de decepción.

Nadie lanzó bombas. No hubo nocauts, ni nada sensacional como suele suceder en los debates presidenciales.

Y es que no era para menos. Apenas una horas antes de que se iniciara, los integrantes del movimiento antipeñista #YoSoy132 organizaron marchas y protestas en todo el país. En México rodearon las instalaciones de Televisa.

Eso sin contar con las expectativas que generaron el estallido del escándalo de las revelaciones del periódico británico The Guardian en contra del presunto complot entre Peña Nieto y Televisa.

Sin embargo, para algunos, el discurso de cada uno de los candidatos no fue lo más interesante, sino lo que cada uno expresó con su lenguaje corporal.

El serenado. López Obrador empezó serio. Parecía un tanto preocupado y temeroso que los demás se fueran en su contra.

Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, se dio cuenta que en esta ocasión nadie le diría nada que no le hubiesen dicho antes.

Poco a poco se fue “serenando”, como dice él, para hablar con más tranquilidad y en forma espaciada como acostumbra.

En cada ronda, siempre fue el candidato al que menos tiempo le quedaba.

El memorista. Peña Nieto se preparó o lo prepararon bien. Daba la impresión de estar en dos mundos al mismo tiempo. Los televidentes veían a un Peña Nieto partido en dos.

Uno, el que hacía enormes esfuerzos para recordar cada palabra que había aprendido de memoria. Otro, el que luchaba por conectar con la gente a través de la cámara.

Como siempre, sus tics en el ojo izquierdo delataban lo que ocurría en un cerebro que buscaba hacer varias cosas al mismo tiempo.

La provocadora. La candidata panista fue a la ofensiva todo el tiempo. Llegó al extremo de vestir de mujer a sus contendientes en la imaginaria.

Sin embargo, sus provocaciones nunca le funcionaron. Sus dos principales rivales no le hicieron mayor caso, y la candidata del PAN no tuvo más remedio que seguir defendiendo al presidente Calderón, y prolongar, a través del candidato Quadri -o “Cuadro”- su batalla contra Elba Esther Gordillo.

El desplomado. El fenómeno Quadri se volvió a repetir, pero al revés. El candidato de Nueva Alianza no dejó de preguntar a los demás candidatos si aceptarían un TLC con China o su opinión sobre los matrimonios de personas del mismo sexo.

Nunca logró hacerle nada a nadie. Ni siquiera a los jóvenes que hace un mes creyeron que era un candidato ciudadano comprometido con los jóvenes.

En la encuesta telefónica obtuvo solamente un 7 por ciento. Lo que querría decir que en una encuesta de vivienda el resultado todavía sería peor. Quién lo fuera a decir hace un mes. Analicemos candidato por candidato.

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