miércoles, mayo 09, 2012

Paul McCartney cautiva al público de la Ciudad de México

El músico británico ha despegado ya el "Misterioso viaje mágico" al que llevará durante tres horas a cerca de 70 mil mexicanos en el Estadio Azteca

Luis Felipe Castañeda / Excélsior


Convivir con un pasado marcado por The Beatles no es cosa fácil. Vivir a la sombra de la que es considerada por muchos como la más grande banda de rock de la historia puede convertirse en una losa, una de la que sólo alguien con talento es capaz de salir.

Paul McCartney no renuncia a su pasado. Lo abraza, lo aprovecha y lo vende como si se tratara de su presente y aún así sigue siendo Macca, el espigado bajista que con los Fab Four se convirtió en una leyenda viviente.

Sin embargo, en su descargo, el británico es capaz de seducir con creaciones post-Beatles, con temas que ha grabado en los 23 discos de estudio que ha editado como solista y que, con su voz y su bajo, siembran la duda de lo que hubiera pasado con él de no haber conocido a Lennon, Harrison y Starr.

Así, por ociosa que pareciera la suposición, McCartney se encarga de echarla por tierra. Se erige orgulloso como un cantante que saca lo mejor de su pasado para invertirlo en su presente. Y anoche dejó una nueva constancia de ello.

Ante 60 mil personas, según cifras de los organizadores, el músico brilló. Con The Beatles, con Wings y con sus creaciones en solitario. Con cada una de las etapas que lo han definido como estrella.

A la gente que abarrotó el Estadio Azteca poco le importó que Sir Paul no hiciera gala de la puntualidad inglesa y que retrasara su aparición sobre el escenario hasta 30 minutos después de las 21:00 horas. A un Beatle, al parecer, todo se le perdona.

La estruendosa ovación que lo recibió lo dejaba claro. McCartney saludaba con el brazo en alto mientras la gente coreaba su nombre.

Magical Mistery Tour fue el tema elegido para arrancar el concierto. McCartney se ubicaba al centro del escenario, con un saco azul y pantalones negros; lo flanqueaban dos guitarristas mientras al fondo del entarimado había teclados y batería. Con ellos y con 60 mil gargantas bastaba para enloquecer la noche.

“Hola México, buenas noches chilangos”, dijo el británico antes de cantar All My Loving.

El tema sedujo de inmediato. Por franco, por alegre, por simple y extrañamente complejo. El fenómeno Beatle se hacía evidente.

“Estamos muy contentos de volver, trataré de hablar un poco de español esta noche y un poquito de inglés”, dijo, emocionado el bajista antes de ejecutar Jet.

Participativo, dicharachero y evidentemente entusiasmado, McCartney no dejaba nada por complacer a la gente.

“Es fantástico estar en el Azteca, me tomaré unos momentos para disfrutarlo por mí mismo”, decía mientras cruzaba los brazos y admiraba a los mares de gente que coreaban su nombre.

Got to Get You Into My Life y Sing the Changes retumbaban.

“Los chilangos son maravillosos. Cantaremos por primera vez esta canción en la Ciudad de México, para ustedes”, dijo antes de que The Night Before inundara el ambiente.

Los éxitos se sucedían. Apenas una decena de canciones habían transcurrido y McCartney ya había sacado provecho de su paso por Beatles y Wings. No había nada que reclamarle. Con él, la gente acudía por el vistazo al pasado que se ofrecía.

La lluvia que azotaba la capital no enfriaba el ambiente. A nadie parecía importarle. Los fans soportaban envueltos en plásticos y Macca lo hacía desde la comodidad del escenario.

Let Me Roll It y Foxy Lady, original de Jimi Hendrix, se incluyeron en un set que parecía diseñado para dar gusto a todos, incluso al propio músico, quien aseguró que la guitarra que usaba era la misma que había utilizado en los 60, cuando grabó Paperback Writer.

Cuando llegó el turno de The Long and Winding Road, Sir Paul ejecutó desde el piano con la misma precisión con la que rasgaba las cuerdas.

Los casi 70 años de edad del músico no se reflejaban. Acaso le daban más tablas, más dominio escénico y, quizá, más calma ante una audiencia que no perdía detalle de lo que sucedía. Paul lo tomaba con tranquilidad.

Con pericia llevaba a la gente a donde quería, hasta el pretexto que lo había traído de vuelta a México, la promoción de Kisses On the Bottom, su más reciente disco de estudio.

“Esta rola es para mi hermosa mujer Nancy”, expresó antes de cantar My Valentine, de este último álbum.

Sobre las pantallas, una al fondo del escenario y una a cada lado, se proyectaba el videoclip que Natalie Portman y Johnny Depp, por separado, filmaron para el tema.

Había llegado el momento de las dedicatorias. Paul aclaró que Maybe I’m Amazed lo había escrito para Linda, su fallecida ex esposa.

La ovación era espectacular.

Paul complacía con canciones como Hope Of Deliverance que nunca antes había tocado en México.

“Son a toda madre”, sentenciaba Paul. La gente respondía.

“Oe Oe Oe Oeeee, Sir Paul, Sir Paul”, coreaba el público.

El británico respondía con Blackbird. Solo sobre el escenario, con una imagen de la luna proyectada sobre las pantallas, Paul empuñaba su guitarra con seguridad. Sonreía divertido, bailaba y cantaba. La comunión entre el artista y la gente era evidente.

“Escribí esta canción para mi querido amigo John (Lennon). Es como una conversación que tuve en mi cabeza cuando ya no lo tuve”, expresó antes de cantar Here Today. Era el momento de la nostalgia. Las luces del recinto se apagaron para que emergiera imponente la figura del británico.

Dance Tonight, en la que McCartney tocó una mandolina, devolvió el ánimo festivo a la velada. Las palmas se multiplicaron. Apenas había transcurrido la primera mitad del concierto. La gente quería más. Quería más de Beatles, más de Wings y más de McCartney solista. El músico los complació.

“Este es un tributo a mi hermanito George (Harrison). Él solía tocarla con un ukelele”, dijo poco antes de tocar Something, canción que Harrison compuso para The Beatles. Tras ella se escucharon Things We Said Today y Band on the Run, Ob-La-Di, Ob-La-Da y Back in the U.S.S.R. La fiesta era total.

“Aprendí un poco de español a los 11 años cuando estudiaba en Liverpool. Recuerdo un poco: Tres conejos en un árbol tocando el tambor, que si, que no, que si lo he visto yo”, expresó antes de dar paso a I’ve Got a Feeling con la que llegaba a 120 minutos de concierto con al menos 13 canciones más contempladas en el programa.

Echando mano de sus éxitos, Paul anunciaba un cierre fuerte. Sin tregua de por medio se sucedieron Let It Be y Live and Let Die. Juegos pirotécnicos iluminaban la noche mientras el británico aporreaba el piano.

Hey Jude, el tema elegido para cerrar el primer tramo del concierto, se convirtió en un gran coro: 60 mil voces seguían la canción y se apropiaban de ella. McCartney pedía que los hombres cantaran, luego pedía que fueran las mujeres las que lo hicieran. “Otra vez mamacitas”, pedía el inglés.

El coro se repetía incansable. Nadie se movía de su lugar; 150 minutos después de iniciado todos querían más.

Paul se despedía con el brazo en alto. Decía adiós pero nadie parecía listo para irse.

Sir Paul reapareció unos minutos después, ondeando una gran bandera mexicana mientras uno de sus músicos sostenía una británica.

Tocó entonces Lady Madonna, Day Tripper y Get Back para despedirse de nueva cuenta de la gente.

Nadie lo quería dejar ir. Hacía falta más para dejar que uno de los Beatles sobrevivientes abandonara pronto el escenario. Tres horas parecían insuficientes para calmar el hambre musical de los capitalinos que abarrotaron el lugar. Ni siquiera una emotiva interpretación de Yesterday bastaba.

“¿Quieren más?”, preguntaba Paul. Ante el grito afirmativo aseguraba que podía hacerlo. Tocó entonces I Saw Her Standing There con energía, como si el concierto recién comenzara.

“Ustedes son fantásticos, México es fantástico. Muchas gracias a todos ustedes”, dijo luego de agradecer a los músicos que lo acompañaban y al staff responsable del montaje del escenario.

Poco después ejecutó Carry That Weight. El final estaba cerca y Paul llegó con la misma maestría con la que condujo todo el concierto.

Con The End se despidió de la gente, en espera de la noche de mañana, cuando quizá se reencuentre con ellos durante el recital que ofrecerá en el zócalo capitalino.

Tres horas después, finalmente dijo adiós.

En temas

Magical Mystery Tour.

Junior’s Farm .

All My Loving .

Jet .

Got to Get You Into My Life.

Sing the Changes.

The Night Before.

Let Me Roll It.

Foxy Lady.

Paperback Writer.

The Long and Winding Road.

Nineteen Hundred and Eighty-Five.

My Valentine.

Maybe I’m Amazed.

I’m Looking Through You.

I’ve Just Seen a Face.

Hope of Deliverance.

And I Love Her.

Blackbird.

Here Today.

Dance Tonight.

Every Night .

Mrs. Vandebilt.

Eleanor Rigby.

Something.

Things We Said Today.

Band on the Run.

Ob-La-Di, Ob-La-Da.

Back in the U.S.S.R.

I’ve Got a Feeling.

A Day in the Life.

Give Peace a Chance.

Let It Be.

Live and Let Die.

Hey Jude.


Encore:

Lady Madonna.

Day Tripper.

Get Back.


Encore 2:

Yesterday.

I Saw Her Standing There.

Carry That Weight.

The End.

Van Al llamado del Sir

A su regreso a suelo mexicano, lo menos que podía esperar Paul McCartney era una cálida bienvenida. Sus seguidores mexicanos, especialistas como son, cumplieron a cabalidad el cometido.

Algunos, los más osados, esperaron pacientemente desde las primeras horas de ayer a que las puertas del Estadio Azteca se abrieran. Querían ser los primeros, los más cercanos al mítico ex Beatle que volvía a México tras dos años de ausencia.

Limitados por la valla que separaba la zona general de la platino, los fans de Macca colmaron poco a poco la cancha del inmueble.

El tránsito en los alrededores del Coloso de Santa Úrsula no ayudó. Caos vehicular, reventa descarada y puestos ambulantes se convertían en elementos que entorpecían los alrededores. Aun así, la gente aprovechaba para encontrar el recuerdo del recital.

Playeras y gorras que se vendían en 100 pesos, tazas que iban de los 25 a los 50 pesos, y pulseras bordadas por diez pesos se encontraban entre algunos de los productos más solicitados.

La reventa, como siempre, también apareció en las inmediaciones del lugar con boletos que se ofrecían en el doble de su valor original. Los de 380 se vendían en 550; 500 si uno regateaba.

Todo formaba parte de la fauna regular de los conciertos en México, un movimiento que la noche del martes se engalanó de nueva cuenta con la presencia de Sir Paul McCartney.

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