martes, mayo 01, 2012

El nuevo ideólogo de la política exterior estadounidense

José Carreño Figueras

¿Quien es Robert Kagan?

La pregunta es importante por cuanto Kagan es hoy por hoy el mas influyente pensador en temas de seguridad y política exterior en los Estados Unidos. Sus tesis son seguidas de cerca lo mismo por el presidente Barack Obama que por el aparato internacionalista republicano, encabezado ahora por el senador Marco Rubio.

Formalmente, Kagan es un historiador, actualmente afiliado a la Institución Brookings, que aconsejó en temas internacionales a la campaña presidencial de John McCain en 2008. Es miembro de la Junta de Política Exterior del Departamento de Estado y asesora al republicano Mitt Romney sobre política exterior, sobre la base de que la formulación estadounidense de su involucramiento internacional no es una cuestión específicamente ideológica sino producto de su historia y sus intereses.

De acuerdo con al menos un analista, Kagan “es el asesor de Romney favorito de Obama”.

En términos muy simples, las ideas de Kagan rechazan de entrada que los Estados Unidos estén en decadencia y que la negativa visión actual emerge de problemas de corto plazo, aunque destaca también que hay una idea exagerada del poderío estadounidense. Mas aún, considera que su país nunca dictó los temas internacionales pero su liderazgo, basado sobre todo en su poderío económico y su fuerza militar, ha sido la garantía del actual orden mundial.

Correcta o no, la tesis ha ganado tracción suficiente como para ser citada lo mismo por el presidente Obama que por líderes de opinión republicanos. Después de todo, hace hincapié en que el mundo actual es como es gracias a la voluntad de los Estados Unidos por exponer tesoro y vidas humanas en modelarlo, y que ese compromiso estadounidense es y todavía será necesario por un tiempo mas.

Y de hecho, dos de los últimos libros de Kagan -que rechaza la etiqueta de “neoconservador”- reflejan la visión del escritor y académico: “A Dangerous Nation” (Una Nación Peligrosa), un análisis de la historia estadounidense hasta fines del siglo XIX, y el opúsculo “The World America Made” (El Mundo que hicieron los Estados Unidos), en el que plantea la importancia del liderazgo estadounidense.

Mas aún, según señalamiento de Rubio, tal vez la principal diferencia sería el grado de activismo que demócratas y republicanos buscan inyectar en sus posturas. Rubio criticó por ejemplo el involucramiento estadounidense en Libia, no por el hecho mismo sino porque de haber sido mas temprano y activo hubiera acortado la duración de la rebelión, apurado la caída del régimen de Muamar Khaddafi y limitado los problemas post-Khaddafi.

El punto para Rubio, en su canalización de Kagan, es que el liderazgo, la influencia y el poderío estadounidenses son todavía necesarios en el mundo, y que de hecho a pesar de todos los pesares, los Estados Unidos siguen económica y militarmente muy por encima de sus presuntos competidores, de China a Brasil, de Rusia a la India: según las estimaciones de Kagan, la economía estadounidense es todavía el 25 por ciento del Producto Bruto Mundial, como en 1969, y el ascenso de nuevos poderes no es necesariamente negativo para los intereses de su país.

La tesis de Kagan, en todo caso, se da al mismo tiempo que nuevos aires de aislacionismo soplan en los Estados Unidos, como suele ocurrir cuando ese país atraviesa alguna crisis económica, sobre todo en el lado de sectores populistas y liberales que lamentan el gasto que los Estados Unidos deben hacer en lo que consideran como un indeseable participación en asuntos internacionales o como resultado de tendencias aislacionistas profundamente enraizadas en la cultura del país.

“Cada día, parece, trae mas evidencia de pasó el tiempo en que los Estados Unidos podían encabezar al mundo y lograr que otros hicieran su voluntad”, escribió Kagan en un ahora famoso artículo, publicado en enero de este año por “The New Republic”. “Muchas de las actuales impresiones sobre la descendiente influencia estadounidense están basadas en una falacia nostálgica: que alguna vez hubo un tiempo en que los Estados Unidos podían conformar al mundo entero de acuerdo con sus deseos y podían lograr que otras naciones hicieran lo que ellos querían”, precisó.

Lo mas curioso de la teoría es que aunque recorta uno de los mitos estadounidenses en alguna forma es un alivio para un país y un aparato de política exterior bajo la carga de un pasado que no ocurrió como ellos querían imaginarlo hace una década.

En el momento actual, abre la puerta a una ironía, que de creer la postura de Rubio, es que en los actuales términos de la política exterior estadounidense los extremos se han aliado. “Cuando llegué al Senado, encontré que los bandos y el debate habían cambiado, con demócratas liberales y republicanos conservadores trabajaban juntos para abogar por una rápida retirada de Afganistán y mantenernos fuera de Libia”, comentó.

Pero no deja de ser interesante que haya una coincidencia básica en una política exterior muscular, formulada por un teórico que no cree en el pasado legendario ni del todo “idealista”, y alrededor de la cual la mayor divergencia entre demócratas y republicanos es ahora en términos de estilo, o sea el grado de involucramiento en el trabajo, a fondo, sólos si fuera necesario en el lado republicano, o a través de instituciones internacionales y con acompañamiento de aliados, del lado demócrata.

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