miércoles, mayo 16, 2012

CNBV, peón de la banca

Visto bueno a la ordeña
Incertidumbre bárbara

Carlos Fernández-Vega / México SA


No es para presumirlo, pero el organismo gubernamental legalmente responsable de regular y vigilar el sano comportamiento del sistema financiero que opera en el país y, se supone, de velar por los intereses nacionales, tomó partido en lo que aparenta ser una suerte de guerra entre instituciones privadas foráneas y la única mexicana sobreviviente del proceso privatizador del salinato. Así, el presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Guillermo Babatz, brincó a la palestra para defender, espada en mano, el voraz comportamiento de las trasnacionales del ramo que de México han hecho su paraíso, y justificar el permanente cuan creciente traspaso de utilidades a sus respectivas matrices (70 por ciento del total).

Para el funcionario, “limitar el pago de los dividendos que las filiales de bancos extranjeros realizan a sus casas matrices sería sujetar a sus dueños a una incertidumbre bárbara… En México existe una regulación muy clara sobre la transferencia de dividendos, (y) no entiendo bien por qué razón pretendiéramos cambiar esa regla y ser caprichosos con la forma en que la subsidiaria paga dividendos a la matriz… Si por alguna razón, que en mi opinión sería equivocada, se limitara el monto de dividendos que una subsidiaria puede pagar a su matriz, se ocasionaría que los bancos que operan en México con excedentes importantes de capital dejaran de tener esos excedentes de capital” (La Jornada, Roberto González Amador).

Ese es el mensaje, por si hubiera dudas y más claro que el agua, que envía el gobierno calderonista a la sacrosanta banca trasnacional que opera en el país, justo en la víspera de su convención anual. Para Babatz, lo importante es que, de todas las utilidades, una parte se reinvierte y otra se paga en dividendos. Pero además hay inyecciones de capital. Se ha hablado mucho del pago de dividendos pero no se ha hablado de las aportaciones frescas de capital. En los últimos 10 años el capital de los bancos, que concentra la reinversión de utilidades y aumentos de capital, ha crecido en forma importante. El de Banamex ha crecido 10 por ciento en promedio anual; el de Bancomer, 14 por ciento; Santander, 26; Banorte, 22; Scotia, 22; HSBC, 17; Inbursa, 9 por ciento, en todos los casos en promedio anual. Sin embargo, la exportación de ganancias representa el 70 por ciento de las utilidades totales.

A la vuelta de dos décadas (desde el fin de la reprivatización bancaria salinista, en 1992, a la fecha), la única institución bancaria –de 18 en total– que se mantiene en manos mexicanas es Banorte, y sus principales funcionarios han denunciado que el negocio bancario en este país ha sido increíblemente rentable para las trasnacionales financieras que aquí hallaron su paraíso; que el ahorro interno se utiliza para recapitalizar a los bancos extranjeros, privando a México de recursos; que “tan sólo entre 2003 y 2011 esas trasnacionales remitieron a sus países de origen alrededor de 20 mil millones de dólares por concepto de dividendos (tres cuartas partes de las utilidades anuales); que es urgente aplicar medidas “para limitar la expansión de la banca global (Guillermo Ortiz, presidente del consejo de administración de ese grupo financiero), y que, en síntesis los bancos extranjeros con actividades en México están ordeñando al país, porque las filiales de bancos extranjeros en México pagan a sus accionistas un dividendo por el equivalente, en promedio, a 70 por ciento de las ganancias que obtienen aquí, aunque en algún caso el dividendo equivale a 130 por ciento de las ganancias (Alejandro Valenzuela del Río, director general del propio corporativo).

Pero el presidente de la CNBV (organismo dedicado, según reza su propaganda, a salvaguardar la estabilidad e integridad del sistema financiero mexicano y fomentar su eficiencia y desarrollo incluyente en beneficio de la sociedad, y con ganas de ser reconocido a nivel nacional e internacional como una autoridad financiera confiable e innovadora) considera que tal ordeña es correcta, porque las trasnacionales financieras reinvierten lo menos y exportan lo más, de tal suerte que, con guerra o sin ella, el ahorro de los mexicanos se utiliza para cualquier cosa, menos para promover el crecimiento económico y el desarrollo nacional.

Como se ha comentado en este espacio, lo primero que llama la atención al documentar lo increíblemente rentable que para las trasnacionales financieras ha resultado el negocio bancario en México es el grueso cuan creciente volumen de utilidades obtenidas (libres de polvo y paja, y sin considerar los pagarés Fobaproa) en un país con un crecimiento económico verdaderamente raquítico (2 por ciento como promedio anual en las últimos tres décadas). Para dar una idea, en el periodo 2001-2011 la totalidad del sistema bancario que opera en México reportó utilidades netas por poco más de 517 mil millones de pesos, de los que cerca de 400 mil millones se quedaron en las alforjas de la española BBVA-Bancomer (151 mil millones), la estadunidense Citi-Banamex (116 mil millones), la también española Santander (82 mil millones), la canadiense Scotiabank (27 mil millones) y, desde 2003, la británica HSBC (23 mil millones). Así, la ordeña denunciada se traduce en lo siguiente: de los 400 mil millones de pesos que en utilidades netas obtuvieron esas cinco trasnacionales financieras, alrededor de 280 mil millones (algo así como 21 mil millones de dólares al tipo de cambio actual) fueron remitidos a sus respectivas casas matrices. Y de ellos, 67 por ciento corresponden al BBVA (que, a precio de ganga, se quedó con seis de los bancos reprivatizados en el salinato) y Citigroup (con dos; entre ambos, el 50 por ciento de las ex sociedades nacionales de crédito pasaron a formar parte de sus haberes).

El balance resulta terrible para los intereses nacionales y no hay visos de que la situación se modifique, pero el presidente de la CNBV considera que modificar el paradisiaco trato otorgado a las trasnacionales financieras sujetaría a sus dueños a una incertidumbre bárbara, amén de que sus dueños no se van a sentir cómodos. Pobrecitos barones del dinero, pero ¿y México? Entonces, bárbara, lo que se llama bárbara, resulta la ingravidez del gobierno presuntamente mexicano, el cual no sólo ha promovido la extranjerización e impunidad del sistema financiero que opera en el país, sino que de plano presume y aplaude el saqueo.

Las rebanadas del pastel

Pues nada, que Ixca Cienfuegos ya tiene compañía permanente.

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