jueves, marzo 08, 2012

El padre y el hijo

Ricardo Alemán

El 8 de marzo de 1988 —hoy hace 24 años— un poderoso empresario, recién llegado a la política, encabezó una impensable protesta ciudadana. Con la boca tapada, presidió a miles de manifestantes que rodearon las instalaciones de Televisa Chapultepec, con el fin de reclamar espacio informativo para el candidato presidencial del PAN.

Resulta que, en esos años, a través del noticiero nocturno, 24 Horas —que conducía el leal soldado presidencial Jacobo Zabludovsky—, Televisa limitaba la cobertura informativa de los candidatos presidenciales opositores, Manuel J. Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas, lo que obligó al primero a plantarse en las afueras de la empresa, para exigir espacios y llamar a los ciudadanos a “un boicot publicitario” contra Televisa y un “boicot de audiencia contra 24 Horas”.

Ingenioso, el ultimátum consistió en hacer un llamado a los ciudadanos a no comprar los productos que se anunciaban en Televisa, al tiempo que Clouthier propuso “marcar los billetes con la leyenda ‘no veas más 24 Horas’”. La protesta extrema —que en ese entonces sacudió a la opinión pública— se debió a que Televisa se negaba a abrir espacios en sus informativos a la campaña de Clouthier. Era tal la cerrazón, que Televisa se negó, incluso, mediante la compra de espacio.

Es decir que, frente al “cerco informativo” que impuso el PRI a los opositores en esa elección —cerco verdadero, no como el que hoy pregona la “izquierda”—, Clouthier intentó comprar el espacio y tampoco se lo permitieron. Por esa razón propuso un boicot contra Televisa y contra el informativo estelar de la televisora. Y, en efecto, la estrategia funcionó, ya que empezó la apertura mediática para los opositores al PRI.

Vale recordar que el hombre detrás de la censura oficial a los candidatos opositores al PRI era nada menos que Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación y hoy candidato a senador por las izquierdas, impuesto por AMLO.

Es importante el ejercicio memorioso porque, 24 años después —el 6 de marzo de 2012—, el hijo del mítico Maquío intenta emular a su padre en la búsqueda de una candidatura presidencial. Sin embargo, resultan abismales las diferencias en el tiempo, las circunstancias entre padre e hijo, al grado de que éste sólo ha conseguido hacer el ridículo. ¿Por qué?

Porque si bien el hijo intenta imitar al padre, lo cierto es que se trata de circunstancias diametralmente opuestas, con argumentos francamente menores y más bien convertido en una chabacana copia del Quijote que se enfrenta a imaginarios molinos de viento.

Y es que, hace 24 años, Clouthier padre enfrentaba lo más duro de la antidemocracia de los gobiernos surgidos del PRI; hacía frente a los estertores de un partido político herido de muerte y que se aproximaba a su fin, ya que en ese mismo 1988, el PRI enfrentaba la más grande escisión de su historia. Eran tiempos del nacimiento del Frente Democrático Nacional y del clímax del cardenismo —antecedentes del PRD—, y del despertar democrático de una sociedad llevada al extremo del hartazgo.

Clouthier padre, además, se enfrentaba al peso mediático bajo control absoluto del PRI, a la cerrazón de los espacios de información, a la censura vulgar y a la llamada “prensa vendida”. Por eso algunos lo llamaron “poderoso tractor que siembra la democracia”.

Clouthier padre rompió buena parte de la cultura del “tapadismo”, del “dedo”, del “acarreo” y el “voto corporativo” e inauguró el tiempo de la sociedad civil, con eslóganes como “no basta cambiar de amo, sino dejar de ser perro”. En esos años, el PAN aún conservaba el llamado apostolado democrático que, precisamente, permitió que un empresario exitoso como Clouthier pudiera enfrentar al poder político y convocar a una rebelión de empresarios.

Hoy, 24 años después, Clouthier hijo está lejos del escenario de la antidemocracia vulgar, lejos del partido único, de las elecciones sin crédito y de la cerrazón mediática, de la censura por consigna y muy lejos del talento y el talante que movió a su padre.

Clouthier hijo parece empeñado en un cambio, sin duda legítimo, pero que —igual que su padre— deberá surgir desde adentro de la partidocracia. ¿Por qué? Porque primero tiene que legalizar, desde el Congreso, las candidaturas independientes, para luego bombardear desde esas candidaturas independientes a la partidocracia.

Clouthier hijo pudiera tener muy buenas intenciones, como las de su padre, pero el cachorro Clouthier no entiende que los tiempos y las circunstancias cambian y que no hay lugar para las herencias políticas.

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