viernes, febrero 17, 2012

Norma Andrade

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Gregorio Ortega Molina es periodista y narrador. Ha colaborado en Revista de América, El Nacional, El Universal, unomásuno, Páginauno, donde se desempeñó como editor, Ovaciones y TV Azteca, donde fue jefe de información de noticieros. Recibió ...
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Quien haya visitado el SEMEFO de Ciudad Juárez antes del boom noticioso, durante los días en que decidieron convertir en chivo expiatorio a Abdel Latif Shariff, podrá tener una imagen de lo que realmente ocurre en ese paso fronterizo, donde en cuanto el hálito de vida abandona los cuerpos, éstos son tratados como basura.

Juárez es una ciudad castigada desde el momento en que el gobernador Francisco Barrios decidió desentenderse del problema de la seguridad y de los cuerpos de mujeres mutilados y torturados que aparecían donde nunca debieron encontrarse: la idea era causar miedo, imponerlo para humillar. El primer escalón para construir la dictadura azul.

Ante el vacío de poder, la ausencia de autoridad, los oídos sordos a los reclamos de madres que murieron cuando sus hijas desaparecieron, las mujeres de Ciudad Juárez respondieron organizándose para buscarlas, para reencauzar a las encontradas y protegerlas, para suplir las deficiencias de la seguridad pública municipal y estatal, primero, la federal después.

Empezaron a conocerse sus nombres cuando las autoridades les mostraron respeto y/o las temieron, porque pronto supieron que ellas tienen razón.

De entre esas mujeres abandonadas destaca Norma Andrade, para quien los discursos de Felipe Calderón y Alejandro Poiré sobre los éxitos en la lucha contra el crimen organizado son huecos y vacíos, cuando la dejan a su suerte, sin poder salvaguardar su integridad.

La señora Andrade es fundadora de la ONG Nuestras Hijas de Regreso a Casa, creada para denunciar los delitos contra mujeres cometidos en Ciudad Juárez. Antes de las fiestas de la Natividad sobrevivió al atentado sufrido por ella el último 2 de diciembre. Ahora volvió a ser atacada con un cuchillo frente a su domicilio en Coyoacán, donde se había refugiado con la supuesta protección de las autoridades y la tutela de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Declaró a los medios que aun cuando le duela mucho, va a tener que huir, emigrarse, buscar refugio, convertirse en asilada. Ella despertó después de que su hija Lilia, de 17 años y madre de dos niños, fuera secuestrada y asesinada por supuestos narcotraficantes.

¿Cuántas mujeres más habrán de huir? ¿Esperará el gobierno a que las maten, como han hecho con otras activistas? La suerte de Norma Andrade será la misma que correrán los mexicanos, pues con cada asesinato cometido en condiciones idénticas o similares a las que convirtieron en víctima a su hija Lilia, fallece un mucho del espíritu de lo que un día fue esta gran nación.

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