martes, enero 24, 2012

No subestimen a Elba

Jorge Fernández Menéndez

Para juzgarla y saber de sus posibilidades se debe hacer un análisis objetivo de sus capacidades, suficiencias y de los alcances de su poder.

No es políticamente correcto decirlo, pero, con Elba Esther Gordillo, a muchos actores políticos y analistas les sucede lo mismo que, por ejemplo, con Andrés Manuel López Obrador: la desconfianza o la animadversión no les permite aquilatar correctamente su verdadero peso político, que lo mismo se magnifica o sobrevalora que se minimiza y desprecia. Se puede estar o no de acuerdo con la líder del magisterio, pero, al igual que con Andrés Manuel, para juzgarlo y saber de sus posibilidades se debe hacer un análisis objetivo de sus capacidades, suficiencias y de los alcances de su poder.

En el caso de Elba Esther, el mantener en forma estrecha el poder del sindicato de maestros (el más grande de América Latina y uno de los más poderosos del mundo) durante tantos años, sin duda, la torna públicamente vulnerable. No se puede tener tanto poder durante más de 20 años, sin pagar costos. Tampoco la han ayudado su carácter y las sucesivas rupturas de distintas alianzas coyunturales (de las cuales se aprovecharon muchísimos actores, desde Vicente Fox y Jorge Castañeda hasta Roberto Madrazo y Manuel Camacho, que hoy prefieren no recordarlas), incluidos medios que la tuvieron durante años como articulista y patrocinadora. Elba Esther y Andrés Manuel son los dos políticos de actualidad que tienen, cada uno en su ámbito, mayores negativos, pero eso no los hace menos poderosos. Con la diferencia de que AMLO es un candidato que busca ser votado y Elba Esther no.

Ese poder se manifiesta en las declaraciones de quienes son incluso sus adversarios. Cuando al referirse a la ruptura de la coalición con Nueva Alianza el subcoordinador de la campaña de Peña Nieto, Jorge Carlos Ramírez Marín, dice, como muchos otros priistas, que “iremos por el voto de los maestros como si estuviéramos con ellos”, reconoce, aunque haya querido decir exactamente lo contrario, que su ex aliada sí tiene control sobre buena parte del magisterio, un control que se ha manifestado en varias elecciones locales y sobre todo en Puebla y Oaxaca, contra el PRI, y en entidades como el Estado de México y Veracruz, a favor del PRI.

El propio Peña Nieto acababa de declarar, hace unas pocas semanas, que necesita de los petroleros y de los maestros, hablando de sus dirigencias sindicales, para hacer los cambios que quería implementar en esos sectores. Esa alianza, por lo menos con el magisterio, ya no se dará en esos términos y, si bien el día de mañana podrá reeditarse desde el poder o en el ámbito legislativo, todos sabemos que ya no será lo mismo (se equivoca, por cierto, Andrés Manuel, al calificar la ruptura como una farsa). Ahora se dice desde el priismo que la coalición con Elba Esther y su partido no le aportaba votos a Peña; que sí lo hacía en noviembre cuando se firmó, pero ya no a mediados de enero. Puede ser, pero lo importante en todo caso es si Nueva Alianza recibirá o no votos propios el próximo primero de julio.

Soy de los que creen que Nueva Alianza y Elba Esther pelearán con todo para mantener su registro y tener un grupo parlamentario propio, porque sencillamente es mucho lo que hay en juego (incluida su propia supervivencia política) y saben que tienen espacios para operar en el gobierno federal y en muchos gobiernos estatales, la mayoría de ellos priistas, e incluso buscando un acuerdo, como se ha dicho en los últimos días, con Miguel Mancera en el DF. No creo que fructifique ninguna de esas posibilidades, pero tanto Ernesto Cordero como Josefina Vázquez Mota, con muy diferentes matices, han tenido el tino de no descartar de plano algún acuerdo posterior. ¿Por qué? Porque lo que está en juego son dos millones de votos, los que dice Nueva Alianza que tiene de alguna forma garantizados, que resultan claves en cualquier proceso electoral.

Con su estructura y su relación con el SNTE, yo no dudo que Nueva Alianza pueda obtener ese porcentaje de votos. Lo que será interesante será ver quién es su candidato presidencial, y si le apuesta a sacar votos en ese nivel o en los distritos si repite el “uno de tres” de la campaña pasada, o si trata de buscar una consolidación completa. Y quizás la pregunta fundamental es hacia quién decide inclinar su apoyo… o, poniéndolo al revés, a quién decide tratar de quitarle votos, porque ahí está la principal diferencia: una cosa es dividir los votos, que son finitos, entre tres, a hacerlo entre cuatro, aunque ese cuarto sea un actor cualitativamente menor, comparado con los otros. Con otra diferencia: es un poder mayor pero disperso entre muchas fuentes; su contraparte, Nueva Alianza, lo tiene concentrado en una persona y en muy pocas manos.

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