jueves, enero 12, 2012

Economía ficción

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Los graves errores fueron cometidos por no escuchar a mi esposa. Esto me permite suponer que ocurre lo mismo con las enormes y costosas pifias de los administradores públicos de toda laya y cualquier nivel: hacen oídos sordos a las recomendaciones de sus mujeres, ni siquiera las escuchan cuando están entre las sábanas, porque de suceder lo contrario el país estaría en mejores condiciones para responder a las necesidades de la sociedad.

Total, que terminé accediendo a acompañarla a hacer “el mandado” en dos etapas: la correspondiente al mercado sobre ruedas y la que hace en Walmart, pues su propósito es mantener la calidad de los alimentos al menor costo posible; como me rehusaba con elegancia -por estrictas razones económicas, pues una pensión de burócrata no da para mucho- a concederle un aumento en su gasto, caí en la provocación de comprobar, con mis propios ojos, que el concepto de canasta básica a bajo costo dejó de ser realidad, para convertirse en una entelequia.

¿Cuáles son los alimentos que la clase media mexicana dejó de llevar a su mesa? Huachinango y robalo son sólo una evocación del paladar, ya no digamos el blanco de Patzcuaro. Los pescados blancos fueron sustituidos por las conservas de atún y sardina y, ocasionalmente, por “extraviado” o esa especie tan fofa y falta de sabor, conocida como blanco del Nilo.

Los cortes finos cedieron su lugar a la carne molida en una y mil formas, a las vísceras, que son deliciosas cuando quedan bien cocinadas, pero que se convierten en atentado a la salud por los altísimos niveles de colesterol, de allí que los gordos mórbidos proliferen en esta nación, donde los índices de pobreza alimentaria crecen en la medida en que se hacen menos creíbles las mentiras gubernamentales en torno a la economía, que hoy es más una ficción que una disciplina.

¿Cuántos mexicanos pueden alimentarse como lo indica el canon médico, para evitar la obesidad y la obesidad mórbida? Quizá estemos descubriendo que en esta nación la gordura de este jaez es producto de la pobreza, porque no pueden ingerirse verduras, frutas, proteínas, sino que es necesario simular la alimentación con la comida chatarra, con los refrescos, para acallar el ruido del hambre, para cerrar el paso a los malos consejos dados por la incapacidad de llevar pan a la mesa de las familias.

Sería ilustrativo para Felipe Calderón Hinojosa que procediese como el sultán de Las mil y una noches, con la intención que desde el anonimato escuchase cómo languidece el pueblo, la manera en que cree alimentarse y lo que de él opinan, pues lo anotado por los encuestadores es en el interés de ellos mismos, porque de otra manera perderían la chamba al no saber hacer encuestas de a modo, para que el que manda y paga esté contento.

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