miércoles, diciembre 07, 2011

Peña Nieto, huele a sangre

Raymundo Riva Palacio

La paliza que ha recibido Enrique Peña Nieto en las redes sociales por haber confundido de escritor la autoría de un libro, es totalmente desproporcionada para lo que fue, pero reveladora de lo que se le viene en 2012. Un error relevante en cuanto a cultura general, pero nada significativo para evaluar su capacidad en la toma de decisión, dibuja en toda su dimensión lo que habrá de afrontar durante la campaña presidencial.

Peña Nieto se ha convertido en el bufón de twitter y seguramente estigmatizado de por vida, mediante una campaña de ridiculización donde se combinan la muy mala imagen que tiene en esa red social –un panel creciente de clases medias y altas educadas y activas-, y las legiones de francotiradores que políticos en distintas trincheras le han alineado para alimentar la percepción de que es un ignorante y convertirla en el sofisma de que una persona con tales deficiencias, no puede ser Presidente.

Peña Nieto ha sido víctima de su éxito. Al ser el puntero holgado en las encuestas de preferencias electorales para 2012, nadie de sus potenciales adversarios pierde el tiempo peleándose con alguien más, porque es al único que se le puede quitar algún punto de intención de voto. Esto lo sabe él, por lo que es incomprensible que conocedor de que hay un telemercadeo (call centers) que opera permanentemente en su contra, el suyo, que existe desde el año pasado, sean tan deficiente y no pueda contrarrestar los ataques.

Twitter no es una red social que para estos efectos sea químicamente pura. Todo lo contrario. Si bien hay usuarios que responden solamente a sus intereses, angustias, frustraciones y expectativas, también existe en materia de asuntos públicos una enorme manipulación de la red. Es decir, no todo lo que aparece en esa plataforma es genuino, ni todo lo que crece en un sentido positivo o negativo, es de generación espontánea. Twitter es la última generación de vehículos no convencionales de comunicación política, que irrumpen en la vida pública y en sus protagonistas.

Peña Nieto tiene que saberlo, y confundir a Enrique Krauze con Carlos Fuentes es el menor de sus problemas. Frente a él se alinean esas legiones que se pueden mover libremente por las redes sociales sin restricciones legales, y que a través de ellas pueden generar descréditos imparables. Usarlas con fines de manipulación es cada vez más económico y más eficaz. Varias empresas en Centroamérica trabajan para políticos mexicanos, y call centers similares están proliferando en México.

Pero para que tengan éxito las campañas en redes sociales, es necesario que el ingrediente picoso que corra en forma viral por esas plataformas sea cierto o verosímil. La verdad pública no está compuesta necesariamente de verdades, sino de verosimilitudes, y Peña Nieto está rodeado de imágenes que pueden convertir percepciones en realidades.

Un estratega de campaña debió haber paladeado el registro de Peña Nieto como precandidato a la Presidencia, que se dio en un marco donde el discurso del nuevo PRI no asomaba por ningún lado. Los propios jóvenes olían a viejo, y la reaparición de políticos muy mal vistos, como el ex gobernador del estado de México, Arturo Montiel, son material para un eventual spot de descalificación del PRI.

Huele a sangre. Peña Nieto ha empezado a caminar solo, obligado a tomar rutas que no controla e ir a escenarios hostiles. No le ha ido bien. A la patinada de la semana pasada en la Feria Internacional del Libro se le suma la reacción negativa en los medios a su discurso durante su registro como precandidato, y a su declaración bipolar sobre el ex líder del PRI, donde todo el apoyo que le dio un día, se lo quitó al siguiente, con lo que sí mostró debilidad en el proceso de toma de decisiones. Ha salido mal librado en sus apariciones públicas, con flancos vulnerables y sin buen blindaje. Lo que ha vivido hasta ahora son apenas escaramuzas. Se le ve muy fuerte, pero no profesional, y popularidad no se traduce automáticamente en votos. Eso tiene que recordarlo Peña Nieto, porque la batalla del próximo tendrá otra violencia, nada equiparable a lo que le sucedió en twitter.

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