martes, diciembre 20, 2011

Iraq: la salida estadounidense es un alivio, pero no una victoria

José Carreño Figueras

El retiro final de tropas estadounidenses de Iraq concluyó el domingo, para terminar así una intervención que muchos aún consideran inexplicable y que en sus casi diez años provocó unos 4.500 muertos estadounidenses, más de cien mil iraquíes y consumó mas de 800 mil millones de dólares.

Y la pregunta en torno a si valió la pena es una que en su primera respuesta, la caída de Saddam Hussein en 2003, fue sí para muchos estadounidenses; pero luego fue cuestionable y hoy por hoy, para una mayoría, la contestación es no.

Por un lado, desde un principio fue cuestionable que el régimen de Saddam Hussein hubiera tenido armas de destrucción masiva, como argumentó el gobierno del presidente George W. Bush, por encima de los alegatos de Hans Blix, jefe de la Comisión de Control, Verificación e Inspección de las Naciones Unidas en Iraq.

Por otro, nunca estuvo claro tampoco que otro de los argumentos de Bush, el respaldo iraquí al grupo extremista musulmán “al Qaeda” hubiera sido realidad y de hecho lo contrario era mas probable. Saddam Hussein encabezaba un régimen laico.

Hussein era en todo caso un dictador, una figura difícil de defender, y Bush logró convencer a una gran parte de la opinión pública estadounidense de que había auspiciado indirectamente los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando una veintena de extremistas islámicos suicidas secuestraron cuatro aviones y lograron lanzar dos de ellos contra las las torres gemelas de Nueva York y otro mas contra el Pentágono en Washington. Un cuarto avión cayó en Pennsylvania.

Pero la guerra en sí misma probó tal vez ser el menor problema, en un país lleno donde muchos resienten la intervención militar estadounidense y grupos de descontentos, sea con la presencia de tropas extranjeras en su país o el gobierno que surgió a la sombra de la intervención militar.

Los Estados Unidos de 2011 tampoco son los mismos que en 2003. Hace ocho años George W. Bush logró imponer su política. Era “el” líder que había encabezado a los Estados Unidos en la salida del agujero de ira y temor en el que cayeron después de los atentados, fue el que canalizó su rabia y su miedo para embarcarlos primero en la intervención militar en Afganistán, que aún sigue, y luego en la campaña contra Hussein y la ocupación de Iraq, que concluyó formalmente el domingo.

Pero pocos, a empezar con los propios estadounidenses, están seguros ahora que la campaña militar en Iraq y la ocupación hayan tenido valor alguno.

De hecho, la inmensa mayoría de los muertos estadounidenses en ese país ocurrieron después de la guerra misma. De los 4,484 estadounidenses muertos del 19 de marzo de 2003 a noviembre de 2011, 4,345 ocurrieron después de que Bush proclamara “Misión Cumplida” el primero de mayo de 2003; y 3,625 desde que el gobierno Bush “entregara” la autoridad a un gobierno provisional iraquí.

La salida de tropas de Iraq fue una de las promesas de campaña del presidente Barack Obama, aunque está por verse qué efecto político tendrá el que haya cumplido con ella: la responsabilidad de la salida y de finalizar con una ya impopular intervención estadounidense puede ser un beneficio político tan limitado como la muerte de Osama bin Laden-

Obama, de hecho, será responsabilizado de cualesquier problema que surja ahora en un Iraq donde el actual gobierno, pese a haber sido electo bajo la protección de los Estados Unidos y sus fuerzas armadas, trata de poner distancia respecto a ellos mientras enfrenta a un movimiento rebelde calificado como “terrorista”.

Los últimos 500 soldados estadounidenses en Iraq es casi una metáfora: al abrigo de la noche, en silencio y casi en secreto. No exactamente un desfile victorioso pero sí un alivio. Ahora sólo falta lo que pase en Afganistán...

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