martes, diciembre 06, 2011

Héroes anónimos revolucionarios

Otto Schober / La Línea del Tiempo

La pérdida de vidas durante los años álgidos de la etapa conocida como revolución mexicana, no se ha podido cuantificar, pero la gran mayoría coincide que fue del orden del millón de personas.

Muertes que elevaron hasta el mito y la leyenda a algunos de los caudillos, como Francisco I. Madero, Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Francisco Villa y Álvaro Obregón, por citar algunos, que murieron de manera trágica.

Otros no menos importantes al morir, alcanzaron un lugar preponderante en la historia, como Aquiles Serdán, por citar un ejemplo. Pero un grupo mayoritario, anónimo, que brilló en el campo de batalla, sobre todo en el inhóspito norte del país, que galoparon miles de kilómetros sin importar el cansancio, que dispararon miles de cartuchos en las innumerables batallas, que absorbieron el polvo de los largos caminos, que consumieron el olor de la pólvora de la metralla, que soportaron el cansancio, el hambre, las heridas, la debilidad física, la hostilidad del enemigo, que sacrificaron sus familias y los pocos o muchos bienes en pos de un ideal, que les contagiaron los grandes caudillos que encabezaron el movimiento armado, que los motivó a arriesgar su vida ante las certeras balas, las poderosas granadas y la pesada artillería, que no les importó regar con su sangre el recorrido histórico que trazó la revolución mexicana en sus diferentes etapas y que obsequiaron el máximo tributo que pudieron otorgar, como lo es su vida misma, que dejaron en su momento en el paredón o en el glorioso campo de batalla y que el tiempo injustamente los ha olvidado, a esos héroes revolucionarios desconocidos, que hoy recordamos.

Algunas ciudades del país han empezado a levantar monumentos para perseverar sus recuerdo por las grandes hazañas logradas, pero falta aún un elemento que injustamente no le hemos dado la importancia y justa dimensión, a las soldaderas revolucionarias, una verdadera casta de mujeres mexicanas valientes, que no dudaron en partir a la “bola” persiguiendo a su hombre o su “Juan”, sin llevar casi ninguna pertenencia, improvisando cocinas en las grandes correrías que realizaban, a caballo, a pie o en ferrocarril, algunas cargando a sus hijos y que al caer su hombre, ellas no dudaron en tomar su máuser y continuar disparando junto a él, en defensa de sus convicciones y su vida.

Otras participaron con su agresiva pluma exponiendo las diferencias sociales y críticas a la oligarquía; otras fueron luchadoras sociales, agentes confidenciales, enfermeras, voluntarias, telegrafistas, administradoras y realizando actividades para la sobrevivencia de los ejércitos y sus seguidores.

Así nacieron grandes leyendas, como la Adelita, la Valentina, la Marieta, Juana Gallo, Jesusita, la Rielera, el grupos conocido como Las Coronelas y tantas que registra la historia oral.
Aún no se da el reconocimiento a estas “Adelitas” revolucionarias, que a 101 años del inicio de la revolución armada, recordamos con mucho orgullo, por ser mexicanas, muy valientes y la gran mayoría de ellas, norteñas.

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