lunes, diciembre 12, 2011

EPN y la DEA

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Resultará una perogrullada, pero el grave problema de la violencia interna sólo padecida por la sociedad de a pie, únicamente podrá resolverse cuando el próximo presidente constitucional de México decida poner un hasta aquí a la intromisión estadounidense en la seguridad nacional de acá, de este lado; también a la fiscalización a la que tiene sometidas las políticas públicas, fundamentalmente la hacendaria.

Me cuentan allegados al candidato Peña Nieto que su prioridad, o una de ellas, es dar un cauce diplomático digno a la relación bilateral con Estados Unidos, con el propósito de recuperar el estatus de México en el ámbito internacional, e impedir, de una buena vez, que los mexicanos paguen los platos rotos por el desmedido consumo de estupefacientes de los estadounidenses, y carguen con el peso que el dinero negro del narcotráfico tiene en la economía internacional, pues son sus capitostes los que definen y deciden qué sí y qué no puede hacerse en el comercio internacional y la manera en que puede incidirse en la economía de China y la Comunidad Europea, para asegurar la prevalencia del patrón dólar.

El primer problema que enfrentaría Enrique Peña Nieto, si Andrés Manuel López Obrador no le come el mandado, es redefinir la cooperación entre agencias mexicanas y estadounidenses, con el propósito de evitar el debilitamiento que las instituciones de la República padecen debido a la intromisión de la Casa Blanca y su Consejo de Seguridad Nacional en asuntos internos de exclusiva competencia del Estado mexicano.

¿Habrá evaluado Enrique Peña Nieto el efecto de su declaración acerca de revisar la relación bilateral? El propósito es empezar a contrarrestar lo que por el momento es la diplomacia mexicana: absoluta y humillante satisfacción a los compromisos contraídos por el gobierno de Felipe Calderón para legitimarse, sin reparar siquiera que para la seguridad nacional de Estados Unidos, para su geopolítica -en términos de alargar la vida del Imperio- hoy los mexicanos y el territorio de esta nación son imprescindibles, lo que tiene un valor que el actual presidente constitucional no supo o no quiso tasar ni cobrar.

Vendió el cuento de que la delincuencia organizada podía adueñarse de la casa, para encubrir la realidad: son las distintas agencias de Estados Unidos y el Departamento de Estado las que se adueñaron de México y están dispuestas, ya, a mangonear, por lo que resulta más que oportuna, necesaria y con resultados inmediatos la declaración de Peña Nieto.

Pero, ¿podrá promover que el Congreso revise la actuación de esas agencias, señaladamente de la DEA, cuyos agentes infiltrados han delinquido en complicidad con diversos cárteles? ¿Contará con el apoyo de la sociedad para sacar del territorio mexicano a esos delincuentes amparados en la “inmunidad diplomática”? ¿Podrá negociar la relación bilateral en condiciones que permitan recuperar la dignidad perdida, den el justo valor a lo que México y los mexicanos representan para la seguridad interna de Estados Unidos?

Por lo pronto, es importante que Peña Nieto hiciera pública esa intención.

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