miércoles, noviembre 16, 2011

AMLO candidato, los escenarios se mueven

Jenaro Villamil

Después de varias notas negativas desde el flanco de la izquierda partidista (los pleitos de las tribus y la derrota en Michoacán, entre otras), la conferencia de prensa de Andrés Manuel López Obrador y Marcelo Ebrard distiende la situación entre los dos principales liderazgos del PRD y modifica los escenarios del 2012.
Estas son algunas lecturas que podemos derivar del anuncio de que López Obrador ganó en 3 de las 5 preguntas que se midieron en las encuestas realizadas por Covarrubias y Nodo:

1. Ruptura por otro lado. La anunciada ruptura y división entre López Obrador y Ebrard no ocurrió. Al menos, en función de quién será el candidato presidencial para el 2012. Ese pacto logra distender la situación entre los movimientos de afiliados y simpatizantes que ambos encabezan. Y, sobre todo, le otorga al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) un nuevo protagonismo.

Quienes salen mal parados son algunas tribus y grupos del PRD que le apostaron a esta fractura, en especial, los integrantes de Nueva Izquierda (NI). Jesús Zambrano, dirigente formal del PRD y líder de esta corriente, cometió una tremenda pifia al adelantar que existía un “empate” entre ambas figuras. Quizá habló metafóricamente, pero esta expresión lo dejó como mal árbitro y coloca a Los Chuchos en una situación de franca desventaja.

La ruptura puede venir por este flanco. Y eso significaría otro episodio de reacomodos difíciles en la estructura del PRD.

2. Competitividad y consenso. El ejercicio demoscópico midió la competitividad de alguno de los dos precandidatos frente a población abierta y simpatizantes. La sorpresa para algunos fue que tras cinco años de guerra sucia, errores propios, malabares oficiales para “dar por muerto” a López Obrador, el segundo lugar en las elecciones de 2006 (que bien pudo ser el primero), está vivo, activo y presente como figura competitiva ante un escenario electoral que marca el fracaso del gobierno de Felipe Calderón y un insistente retorno del PRI a Los Pinos.

Obrador se movió en el entorno radical durante este lapso para consolidar su “voto duro” y crear un movimiento paralelo a la estructura del PRD. Ebrard apostó por una izquierda dialogante, eficaz en el gobierno del Distrito Federal, pero sin base electoral sólida.

Ebrard no logró desplazar a López Obrador, pero sí consiguió que el exjefe de Gobierno capitalino se recorriera al centro, tal como sucedió tras sus encuentros con empresarios en Monterrey y sus recientes viajes a Washington y España. Como sucedió con el fenómeno de Brasil y de Lula, es más fácil que un político radical se corra al centro-izquierda a que sea desplazado como figura electoral competitiva.

El consenso más interesante surgido de este ejercicio demoscópico es la necesidad de incorporar la agenda de los derechos cívicos, sociales y medioambientales en una plataforma electoral, cuyo eje principal es eliminar la desigualdad imperante en un país como México.

3. Los riesgos y el impacto en PRI y PAN. Para algunos observadores y analistas constituye un “riesgo” para el PRD adelantar un candidato con tantos meses de antelación, lo cual significa que no habrá precampaña, y será hasta febrero de 2012 cuando López Obrador pueda promocionarse en los medios. Este “riesgo” sería importante si la definición de la competitividad electoral se diera sólo a través de spots, entrevistas televisivas y mercadotecnia mediática. López Obrador demostró en este sexenio que teniendo en contra al “gran consenso televisivo” y sus replicantes en prensa se mantiene como político de referencia para la izquierda.

El PRI tiene un frente interno dominado por una “cargada” mediática, política y empresarial que le puede costar más a Enrique Peña Nieto que a su contendiente Manlio Fabio Beltrones si deciden una “candidatura de unidad”.

Peña Nieto estaría en el mismo escenario que López Obrador: no podrá hacer precampaña sino hasta febrero de 2012. Quitarle presencia mediática a Peña Nieto sí es un riesgo para el modelo de campaña que impulsa desde que era gobernador del Estado de México. La decisión del PRD impactará en la “inevitabilidad” del exmandatario como triunfador del 2012. Este es un escenario construido, no consensuado. Y ya sabemos lo que sucede en el PRI cuando la unidad se confunde con unanimidad y el triunfalismo lo lleva a cometer errores fundamentales.

El PAN está a doble fuego: tiene tres precandidatos que se neutralizan, a menos que uno de ellos renuncie (y la lógica demoscópica indicaría que es Ernesto Cordero el peor posicionado); y su “árbitro informal”, el presidente de la República, se encuentra debilitado frente a la reciente derrota en Michoacán y la muerte de su cuarto secretario de Gobernación y operador político en el gabinete.

4. Dos candidatos de derecha, uno de izquierda. El escenario que se mueve de manera más clara es el siguiente: antes del acuerdo AMLO-Ebrard para aceptar el resultado de las encuestas, todo indicaba que habría dos candidatos de la izquierda partidista en las elecciones de 2012. Ahora es muy claro que habrá un candidato de las izquierdas que se mueve hacia el centro para recuperar e incrementar su eficacia y para no perder la “joya de la corona”, que es el Distrito Federal.

En contraste, dos fuerzas políticas se disputan el espectro de la derecha, sin que ninguna de las dos se corra hacia el centro. Peña Nieto, en Estados Unidos y ante empresarios, insiste en una opción privatizadora, sobre todo en Pemex, promete dar reversa a la reforma electoral que afectó a las televisoras y que aprobó su propio partido e impulsa el modelo de las “asociaciones público-privadas”, el cual no tiene consenso en el propio PRI.

El PAN está todavía instalado en la opción de la mano dura y la militarización para combatir el narcotráfico, de acuerdo a lo impuesto por Calderón en este sexenio, a pesar de que se ha demostrado su ineficacia y su impacto negativo a nivel electoral.

La disputa por el espectro de la derecha tendrá un impacto severo en el PRI y el PAN. Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel han tratado de colocarse en un espectro de centro-derecha pero, hasta ahora, no han marcado una clara diferencia con la herencia del sexenio de Calderón.

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