lunes, octubre 24, 2011

Libia: el reparto del pastel

De petróleo y dictaduras
Democracia trasnacional

Carlos Fernández-Vega / México SA


Como se acostumbra en ese tipo de operaciones militares de salvamento para liberar de la tiranía a los ciudadanos de un país tercermundista rico en recursos naturales, las fuerzas coaligadas (en este caso de la OTAN) que derrumbaron el régimen de Muammar Kadafi se repartieron el botín petrolero mucho antes de comenzar hostilidades en contra de Libia. De hecho, el exquisito pastel petrolero fue el motivo real de la invasión, disfrazada de decidida acción democrática para defender a los libios del dictador, el cual, dicho sea de paso, fue compinche de muchos de los mandatarios que ordenaron el bombardeo. Sucedió en la democratización de Irak en 2003 y, en resumen, ha ocurrido en todas las invasiones disfrazadas de acciones libertarias.

Con o sin Kadafi, Libia ocupa el octavo lugar entre los países de la OPEP en lo que a extracción de crudo se refiere, y en sus entrañas atesora cerca de 46 mil millones de barriles de petróleo y alrededor de un billón 600 mil metros cúbicos de gas, de acuerdo con la estadística de la propia organización. Sin duda, todo un bombón energético (alrededor de 32 mil millones de dólares anuales por exportación de crudo) para los siempre desinteresados planes geoeconómicos y geoestratégicos de las democratizadoras potencias aliadas, con Estados Unidos a la batuta, aunque en los hechos esta nación no reporta mayor dependencia del crudo libio (alrededor de 6 por ciento del total, si se prefiere, 80 mil barriles por día).

Los libios están muy entretenidos con el cadáver de Kadafi como para atender las consecuencias reales de su liberación por parte de las potencias aliadas, a las que lo único que les preocupa es cómo echarán a andar de nueva cuenta la producción de crudo en esta nación africana, y cuál de sus grandes corporativos se encargará de lograrlo. No terminan de enterrar a sus muertos ni de evaluar los daños del salvamento, pero desde mucho antes de que el ex hombre fuerte de Libia mordiera el polvo la empresa italiana Ente Nazionale Idrocarburi (ENI, privada, con participación del gobierno de Berlusconi) ya se frotaba las manos ante la expectativa del enorme botín.

De hecho, como en su momento reseñó el periódico español Público, “Italia ya tiene planes para el petróleo libio antes de que sepa exactamente quién gobernará ese país. El ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini, ha sido muy claro. La petrolera ENI ‘será la número uno en el futuro de Libia’. Frattini llegó a decir que técnicos de ENI están ya en la zona oriental para examinar cuándo se puede reanudar la producción de crudo”. Y para no perder más tiempo en la democratización, ENI y el Consejo Nacional de Transición de Libia firmaron, en agosto pasado, un memorándum, por medio del cual ambas partes se comprometen a “recrear las condiciones para una rápida y completa reanudación de las actividades de la compañía petrolera en Libia y a trabajar para la reactivación del gasoducto Green Stream”.

Lo anterior tiene razón de ser, pues la bella Italia, con esa joya de la democracia occidental en el gobierno llamada Silvio Berlusconi, depende crecientemente del petróleo libio. Antes de que, por casualidad, los países coaligados recordaran la nefasta y dictatorial existencia de Kadafi, la bota de Europa consumía cotidianamente alrededor de 425 mil barriles de petróleo libio –la tercera parte de las exportaciones de crudo de la citada nación africana–, suministro que, dicho sea de paso, acordaron y firmaron con el propio Kadafi. Italia, pues, ya justificó su participación en la democrática invasión.

Fuera de la fiesta por la liberación de Libia no podía quedar otra de las emblemáticas trasnacionales del oro negro: la española Repsol (un enorme corporativo petrolero, sin una gota de petróleo en su país de origen). Público refirió que “el pasado 28 de julio (tres meses antes del asesinato del dictador), Repsol YPF se mostró más optimista (ante la inminente caída de Kadafi) y dijo que en cuatro semanas se puede comenzar a reanudar la producción. ‘Tenemos a los equipos preparados para trasladarse a Libia, una vez que termine el conflicto’, dijo un directivo en una conferencia con inversionistas. ‘Los datos que tenemos hoy indican que no ha habido daños en las instalaciones’”. El número de muertos era lo de menos, como siempre. España importaba 115 mil barriles diarios de crudo libio, y en esa nación Repsol extraía alrededor de 70 mil, lo que para ella se traduce en un jugoso ingreso cercano a 2 mil 500 millones de dólares anuales.

Los jugosos negocios con el dictador nunca preocuparon a las muchas manos trasnacionales que metían el popote en las reservas libias de crudo. Era su amigo y su socio. Pero de repente quisieron democratizar Libia y acabar con el yugo que impedía el desarrollo de su pueblo. Nunca pusieron peros, pero eso cambió cuando al hasta ese entonces amigo se le ocurrió amenazar con la nacionalización. Un día de malas, Kadafi amaneció con el siguiente comentario: “el petróleo debe ser propiedad del Estado en este momento, porque así podríamos controlar mejor los precios mediante el incremento o la disminución en la producción… Los países exportadores de petróleo debemos optar por la nacionalización”.

Craso error de Kadafi, porque de inmediato las citadas trasnacionales entendieron cabalmente la urgencia de democratizar Libia y tirar al dictador. Entre otras, la angloholandesa Shell, la British Petroleum, Wintershall (el mayor productor alemán de petróleo y gas natural, filial del corporativo Basf), ExxonMobil, Hess Corporation, Marathon Oil, Occidental Petroleum y ConocoPhillips (estadunidenses todas ellas), la austríaca OMV, la noruega Statoil, Petro Canadá, la francesa Total y, desde luego, ENI y Repsol, pusieron manos a la obra y ante sus respectivos gobiernos denunciaron las atrocidades cometidas por su hasta poco antes amigo. Solícitos, esos gobiernos, coaligados en el marco de la OTAN, procedieron en nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos, a limpiarles el terreno para que mantuvieran el jugoso filón petrolero (alrededor de 500 millones de barriles de crudo por año) en aquella nación africana. ¿Alguna duda sobre qué es un dictador y qué es la democracia?

Las rebanadas del pastel

El gobierno de Barack Obama negó la posibilidad de que se realizara cualquier investigación independiente en torno al asesinato del terrorista Osama bin Laden, pero ahora exige con firmeza transparentar la causa de la muerte de Kadafi, ante las acusaciones de que se cometió un crimen de guerra. ¡Qué cara más dura!

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