martes, septiembre 20, 2011

Un gobierno sin contrapesos

Oposición acrítica e inocua
El último tren

Miguel Ángel Velázquez / Ciudad Perdida


Los partidos políticos representados en la Asamblea Legislativa del Distrtito Federal podrían tener hoy una última oportunidad de señalar al Gobierno del Distrtito Federal los trazos con los que no estuvieron de acuerdo en esta gestión.

Uno de los rasgos que con mayor fuerza delinea la figura de este gobierno es, precisamente, la poca o nula participación de los partidos políticos y de sus representantes en la ALDF en las tareas de gobierno. No han sido buenos ni para criticar, y cuando lo hacen su piostura queda tan fuera de lugar o es tan inofensiva, que termina en la total insignificancia.

Dos pueden ser los motivos por los que la oposición ha desaparecido del ambiente de gobierno de la ciudad. Una es, sin duda, el poder organizativo que perdieron frente a un PRD que monopolizó a las mayorías.

Tanto el PAN como el PRI se convirtieron apenas en poco más que una cúpula que, con base en diatribas y acusaciones sin fondo, presionó para obtener, en el mejor de los casos, algún beneficio para la bancada, pero casi siempre premios, por decirlo de alguna manera, personales.

El otro motivo que pudiera haber mojado la pólvora de la oposición es que no halló motivos de crítica. Para decirlo de otra forma: tanto el PRI como el PAN hubieran hecho algo muy similar, o quizás peor, que lo realizado por el gobierno del Marcelo Ebrard.

De nada se podría quejar el PRI porque los programas de asistencia que puso en marcha el GDF superaron de todas todas cualquiera de los que el gobierno, por ejemplo, de Peña Nieto, implementó, aunque es necesario señalar que el rumbo económico no hubiera variado de ninguna manera.

Para Acción Nacional ningún escenario mejor que el que desarrolló Marcelo Ebrard. Las concesiones a la iniciativa privada son muchas y variadas, que tal vez ni los azules podrían haber sido tan complacientes con los agentes del dinero como el mandatario local. Así que más allá de los insultos o la mala leche, o la necesidad de ganar espacios perdidos, nada tendrían en contra.

La oposición amansada caminó por un ruta fácil, tranquila, en la que a veces, sólo a veces, se montó en las demandas ciudadanas para ganar algunas simpatías, pero una y otra vez fue rechazada por una ciudadanía que no les tiene confianza. La oposición naufragó escuchando el canto de la sirena Barrales, que la mantuvo en el rango vergonzoso de la intrascendencia.

Fue la gente, ni siquiera las tan cacareadas ONG, la que significó la oposición al gobierno de Ebrard. Salió a las calles cada que las decisiones de gobierno afectaron sus intereses colectivos, montó mantas, acudió a los medios, paró el tránsito, hizo de todo, menos confiar en los políticos que supuestamente la representan, porque allí no halló eco a sus demandas. A fin de cuentas todos están hechos bolas en el centro político, que no va para ningún lado.

Entonces, la lección que los diputados locales, sin distingos, han recibido de la gente debería ser el punto de reflexión que se requiere para poner las cosas en orden, y para que, cuando menos en la que viene, los partidos políticos definan su orientación política, y desde allí luchen no por el auto de sus sueños, sino por dar a la ciudad una mejor calidad de vida.

Pero ya no hay tiempo para dignificarse; lo que viene es otra vez mirarse al ombligo para tratar de conseguir que los más ingenuos, los menos informados, se liguen a sus colores, y no por convencimiento, sino porque para estas fechas la feria de las dádivas está a punto.

Quiera o no, Ebrard escuchará hoy el reclamo denso, tortuoso, ineficaz de los partidos políticos, sin que nada de lo que allí se diga le quite el sueño ni las ganas de seguir por donde anda.

De pasadita

Lo bueno, dicen los enterados, será la reunión a la que convocó Marcelo Ebrard en el Auditorio Nacional para lanzar su mensaje político, que seguramente no pasará de señalar los beneficios de la izquierda dulce y suave en la que se ha convertido de un tiempo para acá. Pero mejor esperamos.

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