martes, septiembre 06, 2011

La dinamita de Calderón

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Durante seis años consecutivos Felipe Calderón ha dicho que el regreso del PRI a la Presidencia sería una regresión. El discurso es muy conocido hoy por la amplia difusión que ha tenido en el último año, pero es una idea tan arraigada en su pensamiento, que en enero de 2006, cuando iniciaba su campaña presidencial, se lo dijo al entonces embajador de Estados Unidos en México, Tony Garza, que lo había invitado a conversar. En esa misma reunión, cuando nadie daba nada por él en términos electorales, le aseguró a Garza, ante Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero, los únicos miembros de su equipo que lo acompañaron: “Voy a ganar”.

La determinación de Calderón es tan reconocida como la dureza con la que actúa políticamente. El propio ex presidente Ernesto Zedillo ha dicho de su interacción con Calderón, cuando trató con él como líder del PAN, que “era un dolor de cabeza”. Pero también, en palabras de Zedillo, era un político astuto, experimentado y muy buen operador electoral. Con cinco años más de experiencia desde Los Pinos, Calderón no sólo ha ganado mayor oficio, sino que tiene algo que a veces se suele olvidar: es el Presidente en una Presidencia que no ha sufrido cambio de diseño.

Esta verdad encierra una realidad objetiva: la Presidencia de Calderón es la misma, por cuanto a diseño institucional, a la de Vicente Fox y Carlos Salinas o Zedillo. Institucionalmente es débil –por sus limitaciones frente a otros poderes-, y sólo es poderosa en razón de la personalidad de quien la ocupa. Fox, un hombre sin vocación de poder y demócrata por accidente, era un Presidente débil por definición.

Salinas, conocedor de los recursos que el inquilino de la casa presidencial tenía a su disposición, hizo uso del autoritarismo para modificar todo el aparato productivo y ponerlo en los rieles del Tratado de Libre Comercio. Zedillo fue más liberal, políticamente hablando, pero cuando tuvo que emplear esa fuerza para reformar al Poder Judicial, ejecutó una especie de golpe de Estado técnico y dejó al país por 11 días sin Suprema Corte de Justicia.

Calderón, más parecido a Salinas y lejano de la personalidad de Fox, tiene algo de lo que carecían ambos: es transparente en sus odios y animadversiones. El viernes pasado, con motivo del mensaje político tras entregar un día antes su Quinto Informe de Gobierno al Congreso, saludó a los gobernadores que habían sido invitados. Cuando llegó a Enrique Peña Nieto del estado de México, de acuerdo con testigos, le dio la mano pero ni siquiera lo volteó a ver. No es la primera vez que eso sucede. Tiene a Peña Nieto cruzado en la cabeza, probablemente por lo único que un político como Calderón puede tener ese encono: es la cara más poderosa de su enemigo, el PRI, y representa lo más cercano a expulsar al PAN de Los Pinos.

Fox no tenía la ferocidad de quien sabe que el poder no se cede, y fue dubitativo en sus relaciones políticas. Estaba inclinado al empezar su gobierno en hacer un juicio político al PRI, y al final se dobló; llegó al límite de meter a la cárcel a Andrés Manuel López Obrador por una desacato judicial –que daba esa posibilidad-, pero reculó. Salinas no. A los 41 días de iniciar su administración, aún bajo la sospecha de fraude electoral, arrestó a toda la dirigencia petrolera en un golpe de mano que incluyó la siembra de armas y de un cadáver –de un ministerio público federal muerto tres días antes en Ciudad Juárez- colocados frente a la casa del dirigente Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, con lo que planteó los términos de lo que sería la negociación política y económica en su gobierno.

Calderón ya agotó a dos procuradores generales, Eduardo Medina Mora y Arturo Chávez, por resistirse a politizar la justicia. No le importa. Él va para adelante. Van directo sobre el ex gobernador Fidel Herrera, de quien siguen pidiendo en Veracruz información sobre el manejo administrativo de su gestión, y sobre una de las personas más cercanas de Peña Nieto, Luis Miranda, su secretario de Gobierno.

Miranda está sometido a una profunda investigación de la Subprocuraduría de Investigaciones Especiales sobre la Delincuencia Organizada (SIEDO) y de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, para encontrar el origen y movimientos de sus recursos. Hasta ahora, de acuerdo con personas que conocen del caso, Miranda se ha defendido bien.

Pero no dejan las autoridades federales al estado de México, a donde quieren llevar una lluvia de auditorías, según dirigentes priístas, para golpear a Peña Nieto. “No se atreven a ir contra él”, dijo uno de los dirigentes, “pero están encima de su gente”. Las investigaciones contra Miranda usan una táctica básica: al no poder cortarle el cuello, empezaron con una pierna, después con un brazo, y luego podrán llegar a cercenar más partes hasta que esté suficientemente débil para alcanzarle el cuello.

Miranda no fue el primero. Humberto Moreira, el presidente del PRI que estaba jugando con Peña Nieto, fue alcanzado por los obuses gubernamentales centrados en el endeudamiento al que llevó a Coahuila cuando fue gobernador. Moreira no ha sido eliminado políticamente, pero está muy menguado. El PRI ajustó internamente y desde hace dos semanas los asuntos político-electorales se ven con el secretario de Operaciones –un brazo del Comité Ejecutivo Nacional recientemente creado-, Miguel Ángel Osorio Chong, el hombre de Peña Nieto en el PRI.

Calderón sí está jugando pelota dura en la política electoral mexicana. Sus críticos, ideológicos o sanguíneos no dan nada por él, y como en aquél enero de 2006, lo ridiculizan y descalifican. En el PRI ya abandonaron esa línea de pensamiento. Han visto sus alcances políticos, su enjundia y disciplina. Para 2012 no ven con claridad quién será el candidato del PAN a la Presidencia, pero sí saben que quien sea, tendrá un jefe de campaña detrás para quien sólo existe la victoria azul. Es Calderón el principal rival a vencer, no el próximo año sino este, cuando se colocarán los cimientos donde se levantará el 2012. La dinamita para instalar la fundación de esa victoria, ya está explotando.

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