viernes, septiembre 16, 2011

Hay vida después del PAN

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

¿Ante la próxima contienda electoral, puede la sociedad permitirse el optimismo? ¿Qué tan distinto y promisorio puede ser el futuro inmediato del presente implacable? ¿Es viable la transición, o los gobiernos panistas decidieron no hacer olas en el modelo político, porque lo que se necesita es su restauración? ¿Deben los electores darle otra oportunidad a Acción Nacional? ¿Hay vida después de Felipe Calderón?

Ninguna de las preguntas anteriores es ociosa. Una vez dejadas atrás las promesas del gobierno del cambio, debido a que se convirtieron en ominoso presente, ¿cuáles son las verdaderas opciones para México como nación? ¿Es posible restaurar los mitos fundacionales y fortalecer, en las jóvenes generaciones, la idea de que la patria es posible a pesar de la globalización?

Si hubo un destello de luz cuando en el gobierno de Vicente Fox se creó la Ley de Transparencia, hoy la opacidad replantea los contornos en los que puede moverse la oferta política de Acción Nacional para la próxima contienda electoral; puede caerse en la cuenta de que el verdadero peligro para México está en la permanencia de políticas públicas cuyo origen ideológico, administrativo y práctico se desconoce, y cuyas consecuencias son inciertas.

Sólo ahora un experto, y como consecuencia del texto seguridad pública y corrupción publicado el lunes anterior, me explica el error de mi análisis y las razones por las cuales el combate a la delincuencia organizada sí debe mantenerse como asunto de seguridad nacional, aunque la estrategia para combatirlo deba modificarse.

Me aseguran que -como lo publiqué hace ya muchos meses- los grupos paramilitares contratados y alimentados por los cárteles están integrados por un número no determinado de extranjeros, fundamentalmente kaibiles o surgidos de distintas agrupaciones de mara salvatruchas u otras organizaciones criminales de Centro y Sudamérica. Eso explica el porqué Felipe Calderón eligió el término guerra, aunque considero que es una sobrerreacción, a menos de que debido a las características de la globalización y las exigencias de un extinto acuerdo de libre comercio -sustituido por la realidad de los acuerdos establecidos entre China y Estados Unidos-, la presencia de esos extranjeros amenazara la integridad del país como nación.

El otro aspecto del riesgo de la permanencia del PAN en el poder, es el incumplimiento de sus proyectos administrativos y de desarrollo económico. Por el momento nada hay que pese más en la balanza comercial que la importación de gasolinas, por lo que no se entiende que después del jelengue político armado en torno al concurso “ideológico” para determinar en cuál de las entidades federativas podría construirse una nueva refinería, el proyecto parece olvidado debido a que lo ganó una de las entidades de la república gobernadas por el odiado PRI. Si hubiese ganado Guanajuato, como era el proyecto de Felipe Calderón, los trabajos se hubiesen iniciado hace mucho.

Los panistas son sectarios, de ninguna manera sin incluyentes. En este sentido se comportan como los nazis, lo que no es de extrañarse, pues el Yunque no es una entelequia, está presente en el corazón ideológico de este gobierno.

Pero hay algo más. La respuesta la encontré en el texto escrito por Manuel Rivas, publicado en la última página de El País del sábado 10 de septiembre, titulado La peste. En él está la explicación del comportamiento ideológico de Acción Nacional. Por su brevedad y por considerarlo de gran utilidad para el lector, me permito transcribirlo completo.

¿Asistimos a una crisis o a una peste de miedo provocada? De Naomi Klein y su “doctrina del choque”, en la que profetizó el auge de un capitalismo del desastre, podemos hoy decir lo que de la literatura de Kafka en su propia metáfora: escribió “como un reloj que adelanta”. The shock doctrine se publicó en 2007, y fue criticado con sorna como un panfleto por los ventrílocuos del complejo mediático-financiero, entre otras cosas por poner con las vergüenzas al aire a la economía friedmanita. Una economía golpista, y lo digo en sentido metafórico, marítimo, que no se me incomoden los discípulos del talentoso premio Nobel y asesor de macroeconomía espiritual del filántropo Pinochet. A lo que vamos. Según Milton Friedman, “solo una crisis produce un verdadero cambio”. Siempre, claro, que las ideas adecuadas “anden por ahí”. Y vaya si andan. Nada de quilombos periféricos. Esta peste que se extiende en las viejas metrópolis tiene el contrapunto del éxtasis friedmanita, con cómicos números de farsa. Grupos desesperados de ricos intentan en vano que les suban los impuestos, conscientes los magnates de que pagan menos tasas que sus chóferes. A este paso, van a conseguir la exención total, para que se jodan por traidores. Mientras tanto, la nueva dirigencia de los conservadores republicanos, con el Tea Party, esa infusión con adictos globales, se ha fijado como objetivo recaudatorio en los más pobres. Al fin y al cabo, los homeless duermen en los bancos. Cuando todo gira en un carrusel de cifras irreales, también todo el resto se va contagiando de irrealidad. Así pasó en los años treinta, recuerda Steiner. Y llegó la irrealidad. Lo inhumano. La peste. Al final de El año de la peste, de Defoe, un friedmanita cantaba alegre: “Terrible peste Londres asoló / En mil seiscientos sesenta y cinco; / Cien mil almas se llevó. / ¡Pero yo sobrevivo!”.

De allí la razón porque se empeñen en que sea Ernesto Cordero el futuro presidente de México. ¡Olvídense de la administración de la abundancia!, pues con seis mil pesos para todo alcanza, incluso para soñar que hay vida después de doce años de gobiernos panistas.

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