lunes, agosto 22, 2011

Tiempos rápidos, sucesos imprevisibles

Manuel Camacho Solís

En el último semestre se han precipitado en el mundo acontecimientos imprevisibles con inusitada rapidez. Aunque sus efectos ya alcanzan a todos, en México se quisiera pensar que estamos fuera. No es así. El vértigo de los tiempos se hará sentir en nuestro país. Acompañará al proceso político de 2012.

Hace unas semanas participé en el "New York Forum", organizado por Richard Attias (el fundador del Foro de Davos) y el "New York Times". La agenda no podía ser más atractiva: el empleo en Estados Unidos, el futuro de China, las revoluciones árabes, la hipertransparencia y los nuevos retos a la gobernabilidad de todo lo anterior. En el foro participaron actores centrales de los nuevos acontecimientos, líderes empresariales mundiales y algunos de los periodistas más reconocidos. La capacidad de convocatoria del periódico se hizo sentir.

Cuando Attias preguntó a los participantes quiénes, a principios del año, habían anticipado la revolución de Túnez, o Egipto, o Siria o Libia; o las nuevas tensiones en Europa, Estados Unidos y la economía mundial, o las protestas en Europa o las consecuencias de Weakileaks, no hubo una sola mano que se levantara. Todos estábamos conscientes de que habíamos entrado a un período de acontecimientos nuevos que con mente abierta deberíamos tratar de entender.

En la última mesa que coordinó el director del periódico se miró a las dificultades de gobernar con tantas presiones sociales adicionales, hipertransparencia y recursos institucionales debilitados. Nadie podía decir que era ajeno a esa dificultad. No lo son, desde luego, los países del Atlántico del norte, pero tampoco el resto del mundo, incluyendo a China, ya no digamos a Brasil, México o el resto de América Latina.

Para mí el problema no era nuevo. Desde el temblor de 1985, las elecciones de 1988, la rebelión zapatista de 1994 y las últimas elecciones, he visto y vivido el problema de presiones sociales adicionales frente a capacidades institucionales debilitadas para responder. Por eso sugerí que, en circunstancias así, no puede haber arreglos completos --imposibles por la insuficiente legitimidad--, pero sí acuerdos acotados que ganen legitimidad y con ello abran la puerta para los arreglos mayores.

Los acontecimientos internacionales ya empezaron a afectarnos. Hoy la consecuencia visible es que el estancamiento de la economía estadounidense ha empezado a dejar sentir sus consecuencias sobre México. Ya disminuyó el crecimiento, incluso antes del cambio en la clasificación del nivel de riesgo en EU. Menos crecimiento y menos remesas, sabemos que nos afectarán; lo harán más aún si no somos capaces de estimular nuestro mercado interno.

Es probable que ocurran otros hechos y que se presenten otras consecuencias. Simplemente, un menor crecimiento repercutirá de manera directa en los resultados electorales del año próximo. Al PAN lo obligará a revisar su estrategia electoral y su posible candidatura presidencial. Sobre el PRD, los tiempos rápidos también cambiarán su coyuntura: le abren a los partidos del DIA una oportunidad real de competencia.

Pero a quien parecía ya montado en el caballo de hacienda, al PRI, lo obligarán a salirse de su estrategia de ganar la elección a partir del posicionamiento que ha alcanzado su candidato en los medios. No podrá nadar de muertito.

Nos dirigimos a una elección en serio, donde será imposible contener los efectos externos, los nuevos desenlaces internos y los hechos imprevisibles, desde los más grandes hasta los pequeños que, en un ambiente así, pueden fácilmente crecer. Lo que viene será un serio reto a la gobernabilidad en el final de esta administración y el principio de la que viene, donde los ciudadanos pesarán más; sólo si pesan más encontraremos una salida esperanzadora.

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