lunes, agosto 01, 2011

Llegó el tiempo Marcelo

Raymundo Riva Palacio / Estrictamente Personal

Las llamadas a la definición están claras.

Alberto Anaya, líder del PT, dice: nuestro candidato presidencial será Andrés Manuel López Obrador; Marcelo Ebrard, tendrá que esperar seis años.

Dante Delgado, líder político real de Convergencia, va a cambiar la denominación y el emblema del partido, contra la oposición de miembros del mismo que trabajan en el gobierno del Distrito Federal, por un nombre que incluye las palabras “Movimiento Ciudadano” y cuyo escudo sea el águila republicana que utiliza López Obrador como “presidente legítimo“.

René Bejarano, líder del Movimiento Nacional por la Esperanza, sugiere que el gobierno de Ebrard en el Distrito Federal está allanando el camino del regreso del PRI a la Presidencia.

Dos o tres días de cada semana, una o dos veces por jornada, una manifestación alimentada por las fuerzas de López Obrador se para frente a la ventana de la oficina de Ebrard en la Plaza de la Constitución para insultarlo.

Sobre la plancha del Zócalo hay una campamento permanente del Sindicato Mexicano de Electricistas, uno de los financieros del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que encabeza López Obrador, como aguja de presión sobre las venas de Ebrard.

Su gabinete en el Distrito Federal está partido. Lo atienden pero no lo respetan. Ya están trabajando en varias secretarías capitalinas para López Obrador, a quien ven claramente como candidato de la izquierda a la Presidencia.

López Obrador acordó con Ebrard que quien estuviera mejor posicionado de los dos en otoño, sería el candidato de unidad. Ebrard cree firmemente –o al menos es lo que dice en público y en privado- que López Obrador cumplirá, aunque los hechos y dichos dicen otra cosa. Todas las semanas el tabasqueño realiza giras, mítines, recauda fondos, y está pagando pautas de publicidad de MORENA hasta octubre, cuando se espera que formalizada como Asociación Política Nacional, pueda abrir una cuenta bancaria para la recepción de fondos políticos formales.

Ebrard ha estado paralizado. La movilidad que tiene López Obrador al ser un ciudadano con aspiraciones políticas, no la tiene Ebrard. López Obrador no tiene distractores diarios al no tener un cargo público, ni tiene que acotar sus tiempos de proselitismo a los horarios libres de un trabajo que se sostiene con el erario público. Ebrard tiene la ventaja de que al ser jefe de gobierno, su exposición mediática le ayuda a posicionarse ante el electorado, aunque en el caso de su adversario López Obrador, un político con alto carisma mediático, no puede superar ese handicap.

Este domingo se convocó a una multitudinario encuentro en la ciudad de México para realizar el lanzamiento formal de la maquinaria que busque llevar a Ebrard a la nominación presidencial, que organizaron las corrientes de izquierda más reformadoras del PRD, que casi por definición se han enfrentado con las corrientes más beligerantes de la izquierda, que respaldan a López Obrador, encabezadas por Nueva Izquierda, la corriente de Los Chuchos que controla el aparato del partido, y el Foro Nuevo Sol, que jefatura la ex gobernadora de Zacatecas, Amalia García, enfrentada hace años con el tabasqueño y su hombre fuerte en aquél estado, Ricardo Monreal.

El evento fue muy codificado. En ningún momento hubo anuncio explícito que era el arranque de una informal –por razones legales- precampaña electoral, ni tampoco se estructuró como un mitin político. Aunque habló Jesús Ortega, ex líder nacional del PRD, el énfasis estuvo en los discursos de representantes de sectores de la sociedad –jóvenes, mujeres y empresarios- para que hicieran una pincelada de sus frustraciones y aspiraciones.

Ebrard lanzó un discurso que a veces parecía arenga, donde la forma no fue lo más importante, sino el contenido implícito de sus palabras. No fue el jefe de gobierno del Distrito Federal quien hizo el deslinde de la izquierda democrática que plantearon en ese acto impulsar, con la izquierda de López Obrador. Fue Ortega, enfrentado al tabasqueño, quien habló de la visión renovadora que se necesita para construir el futuro. Cabeza factual de los reformistas, la izquierda parlamentaria que ha buscado alianzas –“coaliciones” es como las define Ebrard al hablar hacia delante-, ha chocado con la izquierda de López Obrador, más social que institucional, más de movilizaciones que de negociaciones, más de confrontación que de diálogo. Este domingo no sacaron abiertamente las armas, pues ya están desenfundadas.

Los movimientos políticos del lópezobradorismo de las últimas semanas, y en particular las declaraciones de Anaya, fueron un golpe preventivo para este domingo. Formas aparte, lo que se avecina de manera abierta y sin hipocresías, es el choque entre dos fuerzas que buscan la representación de la izquierda.

López Obrador lleva una ventaja considerable sobre Ebrard en el apoyo entre militantes del PRD -66% contra 27%, de acuerdo con una encuesta publicada por Reforma este domingo-, pero lo duplica en negativos -28% contra 13-. En encuestas a población abierta, ambos se encuentran muy nivelados, aunque Ebrard es el único que tiene techo para crecer, tanto por los menores negativos, como por el nivel de conocimiento inferior que tiene frente a López Obrador.

El problema que tiene Ebrard, sin embargo, es que de acuerdo con todos los estudios de opinión hasta hoy en día, no le alcanza para vencer a López Obrador, sin importar que el tabasqueño, igualmente en todas las encuestas, tampoco le alcance para entrar en competencia real por la Presidencia en 2012. En la encuesta de Reforma, que es la última publicada, el eventual candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, le sacaría 30 puntos de ventaja. Peor aún, el 62% de sus encuestados ven muy débil la posición del PRD en los comicios presidenciales.

El movimiento arrancado este domingo pretende sacarle del bolsillo la candidatura presidencial de la izquierda a López Obrador, al iniciar la exploración formal de las posibilidades de Ebrard más allá del PRD. Con un 40% de los electores que se identifican como “independientes”, existen posibilidades para Ebrard de obtener los respaldos para probar en otoño que está mejor posicionado que López Obrador. Debe pensar, como muchos expertos y observadores, que las probabilidades reales para lograrlo, no son muchas. Pero llegó el tiempo de hacerlo, aunque se antoje que es demasiado tarde para alcanzar el objetivo.

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