lunes, agosto 01, 2011

Hoy 10 años

Jacobo Zabludovsky / Bucareli

Como el disparo de una carrera, la carta inició la transformación más ambiciosa del Centro Histórico de la Ciudad de México. Del abandono que lo había convertido en zona repudiada y peligrosa, despoblada y problemática, pasó a ser lo que hoy es: orgullo de todos.

Bajo el escudo nacional, Presidencia de la República, la fecha y un “Estimado Jacobo”, dice: “En un marco de franco respeto y colaboración, he acordado con el C. Jefe de Gobierno del Distrito Federal, licenciado Andrés Manuel López Obrador, sumar esfuerzos para procurar la protección, restauración, rescate y revitalización del Centro Histórico de la Ciudad de México.

“Ambas instancias de Gobierno coincidimos en que el Centro Histórico es el corazón de nuestra memoria, donde se concentra la cultura y los símbolos de la nación. Por ello hemos decidido constituir un Consejo Consultivo integrado predominantemente por miembros de la sociedad civil, dispuestos a sumar sus conocimientos, experiencia y capacidades en la definición e impulso del Programa del Centro Histórico.

“Es por ello que me es grato invitar a usted a formar parte de este Consejo Consultivo, que se instalará el día 14 de agosto del año en curso, a las 12:00 horas en el salón de la Tesorería en Palacio Nacional.

“Esperando una respuesta positiva, le envío un afectuoso saludo. Atentamente. Vicente Fox. (Firma). Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”.

Esa carta fue para el destinatario el más extraño de los premios que alguien pudo haber pensado, si se considera justa retribución por alguna buena labor realizada en el pasado. En este caso no se distinguía a alguien por lo hecho, sino por lo que se le pedía que hiciera: dedicarse a fondo y sin límites a rescatar el viejo hogar urbano, salvar su riqueza material, limpiar sus calles, cuidar sus palacios y vecindades, devolver enriquecida la calidad de vida a vecinos y visitantes.

Al mismo tiempo recibieron una similar el cardenal Norberto Rivera, el ingeniero Carlos Slim y el historiador Guillermo Tovar y de Teresa. Se unieron urbanistas, arquitectos, técnicos en distintas especialidades, académicos, representantes de los sectores industriales, comerciales y artísticos, hasta llegar a 130, coordinados por el jefe de Gobierno con decisión enérgica que allanaba los escollos burocráticos. En su sexenio el Centro emergió si no de sus cenizas sí de su basura. A Andrés Manuel López Obrador mi agradecimiento de aborigen centrohistoriquense y, sobre todo, de miembro del Consejo, porque escuchó mis intervenciones y ordenó la realización inmediata de propuestas que consideró adecuadas.

Esta década vio la transición de un presidente a otro, de un jefe de gobierno a otro sin interrupción del esfuerzo. Con Marcelo Ebrard, librar de vendedores ambulantes el perímetro A, en una sola noche y sin violencia, reubicándolos en zonas comerciales, ha sido uno, tal vez el más notorio por su arraigo y complejidad económica y social, de los cambios positivos que siguen lográndose en nuestro Centro.

Las 668 manzanas son un organismo vivo, en constante transformación, crecimiento, deterioro, ajustes y transformaciones.

A los impulsores originales se han agregado nuevos y numerosos apoyos que permiten confiar en que seguimos por buen camino. La labor no puede interrumpirse porque la ciudad requiere un cuidado permanente.

En septiembre la Autoridad del Centro Histórico a cargo de Alejandra Moreno Toscano entregará a la UNESCO el “Plan de manejo del Centro Histórico”, documento que se obligó a estructurar el gobierno del Distrito Federal cuando, el 11 de diciembre de 1987, el Centro Histórico de la Ciudad de México quedó inscrito, junto a Xochimilco, en la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad. La continuidad del Consejo se retoma en este plan y se incorpora como mecanismo para el seguimiento y evolución de los trabajos.

El balance de estos 10 años es espectacular. En un lapso que para una ciudad podría ser lo que 10 minutos para una persona, se lograron las más de las metas proyectadas. Hemos rescatado los vestigios de la primera ciudad. Sobre ella se construyó durante siglos la segunda. Sobre la despoblación, el terremoto y la desidia estamos construyendo la tercera, cuidando lo viejo: “Hay cosas viejas que nunca envejecen”, dijo el gran cronista Luis González Obregón, incorporando lo moderno con prudencia y sabiduría para preparar un futuro digno del islote donde durante casi siete siglos han confluido las más diversas culturas.

Para que siga siendo una “ciudad suspendida en el tiempo”.

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