lunes, julio 18, 2011

Salvador Allende

Jacobo Zabludovsky / Bucareli

La mañana de la muerte de Salvador Allende, 11 de septiembre de 1973, entrevisté a Gonzalo Martínez Corbalá, embajador de México en Chile. Por teléfono me dijo desde Santiago lo que hoy aún sostiene: “Se suicidó, porque ya no tenía esperanza y estaba seguro de que los militares sublevados lo vejarían”. La sospecha general es que fue asesinado por la junta militar que así tomó el poder.

El Servicio Médico Chileno llega esta semana a su dictamen definitivo, después de que los restos exhumados de Allende han sido examinados mediante nuevos métodos científicos para aclarar la verdad. La tragedia tiene sus aspectos rocambolescos.

Un año antes de su muerte Allende envió al general Augusto Pinochet como su representante personal a las fiestas del aniversario de la Independencia de México. El 15 de septiembre de 1972, en Palacio Nacional, el reportero Fernando Alcalá del noticiero 24 Horas de Televisa, le preguntó si el ejército chileno podría intentar un golpe de estado. “De ninguna manera”, contesto Pinochet y agregó: “No hay la mínima posibilidad. El ejército chileno es institucional y respeta y apoya al presidente, su Jefe, sin considerar sus ideas políticas”.

Allende confiaba plenamente en Pinochet. Me lo dijo en su casa de Santiago de Chile, el 15 de abril de 1972. Transcribo textualmente la grabación: “Tenemos la tranquilidad de los fuertes… aspecto que es muy nuestro: las fuerzas armadas, los carabineros, son fuerzas profesionales, son fuerzas obedientes a la expresión de la voluntad popular manifestada en la Constitución Política y en las leyes chilenas… Jamás las fuerzas armadas dejarán el rol que es para nosotros una expresión del perfil de Chile”. Allende, hombre de buena fe, parece ingenuo frente al traidor que encabezó el cuartelazo de la Junta Militar.

Al buscar las frases de Allende releí la entrevista de la que había olvidado respuestas que parecen haber inspirado a López Obrador. En ese abril de 1972, cuando la transmití, Andrés Manuel tendría unos 19 años de edad; han transcurrido casi 40 y si la vio creo difícil que la recuerde.

Al llegar a la presidencia de Chile, Allende mantuvo su casa particular y ahí me recibió, invitándome a que nos tratáramos de “compañero”, sin protocolos. “Nos hemos comprometido, frente a Chile y frente al pueblo a realizar cambios estructurales… la Unidad Popular se ha comprometido a realizar estos cambios dentro del pluralismo, democracia y libertad. Usted comprende, compañero, que es bastante difícil que dentro de las leyes de la propia democracia burguesa se puedan hacer las transformaciones revolucionarias”.

“Compañero presidente, usted perdió tres veces las elecciones…” (Me interrumpe) “Sí compañero Zabludovsky, eché por tierra aquello que dice que la tercera edad, estoy en la cuarta… (carcajada). ¿Yo perdí tres veces antes? No, gané tres veces porque gané experiencia, conocimiento. Me di cuenta de lo que es la tenacidad del pueblo y la obligación de un político de ser leal a su conciencia de la voluntad popular… Fui madurando hasta tener la convicción profunda de que era indispensable que implicara los cambios estructurales que Chile reclama y necesita”.

Los mexicanos recordamos la frase “Es un peligro para México”, que tanto dañó a López Obrador. Encuentro antecedentes en la experiencia de Allende: “En la campaña del 70 me presentaban comiéndome niños, mandando a la Unión Soviética y a Cuba un porcentaje de nuestra población infantil… ejemplo de una vulgaridad aterradora para señalar el nivel político en que muchas veces se han desatado nuestras campañas…” Le digo: “Si yo fuera usted, compañero presidente, no estaría tan tranquilo”. “Primero ensaye a ser presidente y después verá qué le ocurre… las elecciones no se ganan o se pierden el día de la elección. Es toda una campaña llevada con tenacidad, técnica y científicamente organizada y el pueblo va definiendo con más precisión quiénes son sus adversarios y eso es lo que nos interesa, que el pueblo aprenda y, sobre todo, que no olvide… un hombre puede conducir, pero sobre la base de la conciencia colectiva. Por eso yo miro con tranquilidad mi presente y mi futuro”.

¿Le suena conocido? Los fragmentos rescatados de la charla de más de una hora parecen haber sido escuchados por López Obrador. Coinciden en el propósito común de realizar cambios sin violencia, llegar al poder para cambiar, dentro de la ley vigente, las estructuras que consideran injustas.

“Yo creo en el hombre”, me dijo el compañero presidente al despedirme. “Pienso que el hombre entenderá que no es en el camino de la agresión y la violencia donde va a encontrar la posibilidad de su desarrollo pleno, el que debe tener”.

No merecía esa muerte.

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