viernes, julio 08, 2011

Inexactitudes presidenciales

Miguel Ángel Granados Chapa

Como se dijo en este mismo lugar anteayer, era preciso que el presidente Calderón expresara su parecer en torno de las revelaciones de Elba Ester Gordillo y Miguel Ángel Yunes. Hubiera sido mejor que, al dar a conocer su versión de los hechos, se hubiera producido con verdad. Y no lo hizo. Apesadumbra a quien respeta la institución republicana, aseverar llanamente que el presidente Calderón mintió. Digamos, en consecuencia, que dijo poca verdad. O la envolvió en circunloquios para no aceptar que cedió una parte de la administración federal a una ciudadana particular (Gordillo lo es aunque tenga una intensa vida pública, y sean públicos asimismo los efectos de sus acciones) como consecuencia de haber entablado con ella un pacto político antes y no después de julio de 2006, una alianza para la calidad educativa. Un documento con ese nombre en efecto existe, pero no puede ser utilizado como disfraz del arreglo por el cual Gordillo contribuyó, de manera legal e ilegal, al resultado formal de la elección presidencial de año.

Gordillo no se refirió a la Alianza para la calidad de la educación, un ambiguo instrumento, entre laboral y académico, cuya instrumentación ha sido estorbada por los representantes magisteriales o manejada por ellos cuando se les ha permitido controlar algunos de sus aspectos. La firma de ese documento, que confunde la relación de trabajo entre el SNTE y la SEP (relación necesariamente bilateral) con indelegables decisiones de autoridad fue acompañada, y no se refirieron a ella Gordillo ni Calderón, con el nombramiento del yerno de la dirigente magisterial, y Fernando González Sánchez como subsecretario de educación básica y normal.

La mejor excusa aducida por el presidente Calderón en su entrevista con León Krauze (una presencia y una voz fresca que escapa al gastado estilo informativo de Televisa y sus filiales) es que no hizo más que respetar hechos consumados. Sin mencionar a Fox, sino sólo aludiéndolo, recordó que su antecesor (y también contribuyente a su victoria), recordó que Gordillo ya disfrutaba en ese tiempo de las prebendas que él no hizo más que reconocer y respetar. Es cierto que Benjamín González Roaro, ahora director de la Lotería Nacional conforme al pacto refrendado, antecedió a Yunes en la dirección del ISSTE. Pero no es verdad que hubiera un pariente tan cercano a Gordillo como su propio yerno en el encargo de dirigir la educación básica y normal.

El pacto que Calderón pretende le sirva de coartada, entre Gordillo y Fox no surgió de servicios prestados de modo expreso ni por el SNTE ni por el Panal, al primer presidente panista, por la sencilla razón de que éste no existía aún y de que el primero formaba parte de la estructura priísta sin lugar a dudas. Fox ganó por circunstancias diferentes a las que prevalecían en 2006. El IFE del 2000, que había ganado respeto y credibilidad entre los ciudadanos era muy otro seis años más tarde. En 2003 había sido configurado, con miras de largo alcance, en acuerdo entre Gordillo y la bancada panista en san Lázaro. Por eso no fue casual que Luis Carlos Ugalde, presidente del órgano electoral, se apresurara a declarar ganador de la contienda a Felipe Calderón sin contar con atribuciones para hacerlo y al emitir un veredicto mucho antes de que la autoridad competente lo hiciera. Ese anuncio prematuro resultó de tal modo parte del paquete de servicios ofrecido por Gordillo a Calderón.

Es verdad, como adujo el presidente entre las pruebas de su inocencia, que el Panal tenía su propio candidato presidencial. En efecto registró como tal a Roberto Campa. Pero fue público y notorio que el Panal instó a sus votantes a no sufragar en su favor, sino sólo por sus candidatos a legisladores. No hubo instrucción expresa, conocida, recuperable, para que votaran por Calderón y no por Campa. Pero el resultado de la operación evidenció su causa.

Que el pacto político se estableció antes de la elección y no después como pretende Calderón para no encarar la responsabilidad de haber contraído compromisos como contraprestación de su parte, se prueba también por la ostensible y conocida campaña de Gordillo en su favor y en contra de Roberto Madrazo, realizada entre gobernadores priístas, varios de los cuales se sumaron a la estrategia gordillista. Hay evidencia cierta de que al menos uno, Eugenio Hernández de Tamaulipas, obró con tal eficacia en el sentido acordado por Gordillo y Calderón, que mereció el agradecimiento expreso de Pedro Cerisola, antiguo compañero de gabinete del hoy Presidente de la República.

Con sus propias palabras, es claro que la Alianza para la calidad educativa suscrita por Calderón no se restringía al ámbito de la enseñanza. El presidente dijo a León Krauze que la dicha ACE “implicó entre otras cosas, que se respetaran posiciones o perfiles que le habían sido reconocidos o negociados, no sé, desde la administración anterior”. Calderón, sin embargo, no refutó la historia narrada por Gordillo para la génesis del acuerdo político, concertado antes de la jornada electoral.

De acuerdo con Gordillo, a ella no le quedó más remedio que pactar con Calderón. No podía ofrecerle la panoplia de sus recursos electorales a Roberto Madrazo, porque estaba interesada en que perdiera, no en hacerlo ganar. Andrés Manuel López Obrador, por su parte, no aceptó ni siquiera conocer la oferta. La rechazó de plano en función de quien la presentaba. Sólo quedaba el candidato del PAN y con él, no con el presidente electo, negoció Gordillo.

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