viernes, junio 10, 2011

La nota fue que no hubo nota

Carlos Ramírez / Indicador Político

La noche del 21 de diciembre de 2009, un comando de narcos llegó al ejido Quintín Arauz de Paraíso, Tabasco, y ejecutó a la familia de uno de los marinos que participó y murió en el operativo contra Arturo Beltrán Leyva, en Cuernavaca. Se trató de un acto de venganza. El nombre del marino había sido publicado en la prensa.

Desde entonces, la información sobre nombres de militares, marinos y policías que participan en operativo o que fallecen en acción se guarda para evitar represalias. Sin embargo, justo cuando las fuerzas de seguridad han diezmado a los cárteles, existen presiones mediáticas para conocer información sobre militares muertos que podrían servir a las bandas criminales.

De nueva cuenta la columnista Denise Maerker, una de las firmantes estrella del Acuerdo para la Cobertura Informativa de La Violencia que promovió la televisión privada a través de su organismo Iniciativa México, volvió a las andadas con especulaciones que quieren causar daño a la participación de los militares en el combate contra el crimen organizado. Basada en una revisión de boletines que hizo el sitio Animal Político, Maerker concluyó que el ejército escondía el número de muertos y que había ejecuciones extrajudiciales de delincuentes en los enfrentamientos.

De un lado, la columnista violó varios de los postulados del acuerdo que firmó y en cuya ceremonia apareció al frente de la foto oficial por su papel en Televisa: la especulación, la falta de contexto, la ausencia de consulta a las fuentes oficiales e información que ayuda a los delincuentes. Y de ahí llegó a conclusiones especulativas. En las guerras, la información sobre bajas constituye un secreto por razones obvias: los enemigos pueden usar y manipular la información para su beneficio y para disminuir la moral.

De otro lado, también de manera especulativa, Maerker puso en duda la información oficial y se basó en un boletín sobre un enfrentamiento con narcos el 2 de septiembre del año pasado en Ciudad Mier, Tamaulipas, para dudar que 25 agresores hubieran muerto en la refriega, contra dos heridos del lado militar.
Su tesis se basó en la duda de las razones por las cuales morían más delincuentes que soldados. De nueva cuenta falló el análisis periodístico: los militares tienen formación de combate y se basan en las Nociones de Estrategia que aprenden en la Escuela Superior de Guerra. En cambio, los delincuentes son improvisados, recientemente organizados por leva y sin capacitación para el combate.

El razonamiento de la columnista para poner en duda las cifras de muertos del lado de los delincuentes y sospechar ejecuciones extrajudiciales se sustentó exclusivamente en un análisis de boletines de prensa que realizó el sitio Animal Político. Pero la Sedena ya contestó las razones para no informar de bajas: La seguridad de los militares que participan en los combates y la de sus familias y uno de los principios clave de toda estrategia de guerra: la moral de las tropas. En cambio, del lado de los delincuentes, las cifras de muertos han desalentado la incorporación de nuevos combatientes.

El uso del concepto de “ejecuciones extrajudiciales” implica una acusación seria contra las fuerzas armadas. En la guerra de Vietnam, los reporteros que decidieron no difundir boletines tomaron la decisión de ir a las zonas de combate a confirmar batallas y cifras. En México sólo quieren cruzar boletines y sacar conclusiones. Hace dos meses, Maerker usó una declaración -con información no comprobada periodísticamente- de que un general en retiro y en funciones de secretario municipal de seguridad pública había matado a 200 delincuentes. Y multiplicó el número con la posibilidad de que pudieran existir diez generales así para contabilizar 2 mil delincuentes muertos. La proyección irresponsable de cifras violó el acuerdo firmado sobre manejo de la información.

El tema de las ejecuciones extrajudiciales es delicado. Y la sociedad tiene la obligación de tener una observación constante sobre las fuerzas de seguridad.
Pero hasta ahora no existe ninguna información de un solo caso de ejecución extrajudicial. En estos años de combate a la inseguridad han ocurrido mil 165 agresiones contra patrullas militares, han muerto mil 139 delincuentes y se han detenido mil 517 presuntos delincuentes. Las cifras con contundentes: Menos de un delincuente muerto en esas agresiones y más de un delincuente detenido. Y en esos enfrentamientos resultaron muertos 93 militares y 492 heridos (Indicador Político 8-abril-2011). En el análisis de Animal Político y en la columna de Maerker no existe ninguna prueba de ejecuciones extrajudiciales.

La especulación informativa deriva en morbosidad, en señalamientos
irresponsables y convierten a los periodistas en paparazis de tabloide. Y el asunto resulta peor cuando existe firmado por ellos un acuerdo que exige un mayor rigor informativo y analítico. Eso sí, la especulación deriva en una falta de respeto a los militares caídos y a sus familias y, automáticamente, en un elemento informativo favorable a los cárteles del crimen organizado.

Existen más muertes de delincuentes por la sencilla razón de que ellos carecen de formación para el combate; son delincuentes a los que les dan armas y poder y los lanzan a combatir a las fuerzas de seguridad. Por eso es que en los combates callejeros los delincuentes ignoran las reglas de combate que los militares dominan. Y en una guerra gana no el que mata más enemigos sino al que le maten menos. Los delincuentes se lanzan a disparar sin orden, en tanto que las fuerzas militares definen muy bien la batalla y el combate. Los delincuentes defienden el negocio de la inseguridad y los militares salvaguardan al Estado y a la sociedad.

El interés periodístico se ha centrado en la acción de las fuerzas de seguridad, mientras los delincuentes aparecen como responsables de las fosas comunes con decenas y centenas de ejecuciones extrajudiciales realizadas por los cárteles, aunque contra ellos haya un ominoso silencio informativo y una falta de profesionalismo en la investigación.

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