martes, junio 07, 2011

Es la guerra

Salvador García Soto

Los priístas lo vieron venir; se reunieron para discutir qué harían en caso de que se diera, y finalmente, el fin de semana –en el típico sabadazo inventado por ellos– se les cumplió el augurio: Jorge Hank Rhon, priísta polémico e hijo de una de las figuras emblemáticas del PRI histórico, fue detenido en su casa, de madrugada y con un aparatoso operativo militar que lo acusó de poseer armas y lo detuvo sin orden judicial, con el argumento de “flagrancia”.

La orden para la detención indudablemente salió del Presidente, quien como comandante supremo es el único que puede ordenar una intervención del Ejército como la del sábado. ¿Qué elementos tuvo el Presidente para pedir una detención con tal nivel de fuerza, al grado de utilizar al Ejército y mandarlos a allanar una propiedad de madrugada? Ya se verá en el proceso penal; por ahora lo que está muy claro son las motivaciones político-electorales de Calderón, evidentes en el fondo y la forma, y hasta obvias en los tiempos.

Porque a Jorge Hank Rhon, por posesión de armas, pudieron detenerlo cualquier día de cualquier mes de cualquiera de los cuatro años de gobierno, pues es sabido y público en Tijuana y en todo México que el polémico empresario porta guardias armados hasta los dientes. Pero no, lo detuvieron en la víspera del primer debate oficial entre los candidatos del Estado de México, tierra del apellido Hank y de un amigo innegable de Jorge: Enrique Peña Nieto.

Ese parece ser el destinatario final del aparatoso golpe militar en Tijuana pero que resonó hasta Toluca. La relación de Peña con los hermanos Hank es cercana, de convivencia y afectos, pero también de apoyos y financiamientos. ¿Qué tanto sabe, por ejemplo, Jorge Hank de las redes empresariales que financian a Peña en sus campañas, la de gobernador y la soterrada del 2012 que desde hace meses se mueve con estructura propia, paralela al PRI, en todo el país? ¿No será que, como no hallan expedientes para pegarle directamente al Peña Nieto decidieron pegarle a través de sus amigos?

Por otro lado, el golpe al PRI, como partido, es también evidente: no hay político priísta de la actual generación que no tenga un vínculo político o afectivo con la familia Hank. Desde Carlos Salinas hasta Humberto Moreira, pasando por Carlos Rojas, Beatriz Paredes o Manlio Fabio Beltrones, sin dejar de lado a Peña Nieto, todos conocieron a Hank, recibieron apoyos de él y algunos mantienen nexos afectivos con su familia. Sólo hay que ver los homenajes que cada año se rinden en Atlacomulco al fundador de ese mítico grupo político, las visitas a la viuda y la amistad con los hijos para saber que prácticamente no hay muchos políticos de los viejos y los actuales en el PRI a los que no toque el hankismo.

Por todo eso, la orden del Presidente para la incursión militar la madrugada del sábado equivale a una declaratoria de guerra al PRI. Es el aviso de lo que viene y de que nadie puede dar por perdido al PAN en 2012. Con o sin un candidato fuerte para la elección presidencial, Calderón deja claro que va por todo y con todo para, si no puede hacer crecer a su candidato, sí puede “bajar al PRI y a Peña” y así nivelar el terreno de la sucesión presidencial.

Falta ver cómo responden los priístas y si tienen con qué, porque muchos de ellos ya estaban instalados en la cargada, en la “bufalada” y la matraca con Peña Nieto. Recién llegado a la dirigencia del PRI, a Humberto Moreira se le oyó decir que si el PRI era atacado, “si van contra un priísta, que sepan que nosotros también tenemos expedientes armados de varios secretarios y funcionarios de alto nivel”. Habrá que ver si efectivamente los tienen y qué tanto le conviene al PRI entrar en una lógica del “ojo por ojo”, cuando del lado de Los Pinos tienen el aparato de poder en sus manos.

Eso lo sabe bien Calderón, quien con el manotazo del sábado confirma que no está dispuesto a soltar tan fácil el poder y que peleará con todo por la continuidad del PAN. El 12 de marzo pasado, en la fiesta de cumpleaños de Diego Fernández de Cevallos, en la Hacienda La Barranca de Querétaro, varios invitados escucharon a un decidido y vehemente presidente comentar en la mesa de honor: que después del 2012, el tiempo que le quedara de vida, personal y política, él no iba a vivir en la ignominia de haber sido el presidente que perdió el poder. “Yo no voy a ser el Zedillo del PAN, que les quede claro”, dijo a voz en cuello.

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