viernes, abril 08, 2011

Sicilia: El hombre que movilizó a México con su dolor

Isabel Longhi-Bracaglia especial para RMX

La vida de Javier Sicilia ha cambiado con la muerte. Desde que el 28 de marzo recibió aquella llamada fatal en Manila, donde el conocido escritor mexicano pasaba unos días para leer su poesía en el Instituto Cervantes. A las cuatro de la madrugada, al otro lado del auricular, la voz hijo del embajador mexicano... "Inmediatamente pensé que había pasado algo malo, por la hora, creí que era mi madre, que ya está grande. Nunca me imaginé esta tragedia. Uno nunca piensa en que puede ser tu hijo porque es antinatural, de hecho no hay una palabra para eso, uno se queda huérfano, viudo, pero ¿cuándo se pierde un hijo? Y es mucho más antinatural cuando muere un hijo porque el país y el Gobierno están podridos".

Javier Sicilia camina por Cuernavaca con su rostro, el de Juan Francisco vivo y sonriente, estampado en una camiseta. Las botas que calza parecen pesarle más de lo normal. Su cuerpo se encorva. Le paran a cada paso, le abrazan desconocidos... "No se rinda, estamos con usted". Y asoma su sonrisa bajo unos ojos azules achicados por el cansancio y las lágrimas. "Yo no sabía que me querían tanto, hasta que ha pasado todo esto".

Todo esto es el dolor infinito y desgarrador de "un padre mutilado" que ha logrado movilizar a miles de mexicanos amordazados hasta ahora por el miedo. Su ya famoso 'estamos hasta la madre', que gritó tras enterrar a su hijo, se ha convertido en el lema nacional para exigir a los 'narcos' y al Gobierno que frenen la sangría que ya acumula 36.000 muertos.

Sí, las siluetas pintadas con tiza blanca sobre la plaza de Cuernavaca, las decenas de velas encendidas y las pancartas recuerdan que Juan Francisco es uno de muchos nombres propios tallados en lápidas. Pero ha sido él quien ha conseguido despertar una reacción ciudadana nunca vista antes sin la participación de partidos políticos u otras organizaciones.

- ¿Se esperaba esta reacción multitudinaria de apoyo?

- Pues no. Se empezó a mover cuando yo aún estaba en Filipinas. Este suceso le puso rostro e historia a miles de víctimas que han sido puros expedientes y se han tratado como cifras y permitió que se articulara la indignación arraigada durante mucho tiempo, acumulada durante cuatro años y medio.

- Gracias a usted...

- No fue tanto el poeta el que convocó, sino lo que había detrás de él, la poesía. La movilización es una poesía en acto. No soy líder de nada, no soy político, para eso hay que ser un poco cabrón y yo no lo soy. Solo soy una conciencia moral que ahora está encarnando el dolor y la moral traicionada de una nación. No, no tengo esa capacidad, no me interesa ser Vargas Llosa. Pero está tan desesperada la ciudadanía de este país, que me quieren colgar un cartel que yo no quiero. Por mi boca y por lo que represento habla ahorita el pueblo de México y nada más.

- El presidente Felipe Calderón le recibió en la residencia oficial de Los Pinos, ¿le tranquilizó?

- No, no me tranquilizó. Su Gobierno tiene 40.000 muertos, ¿qué tranquilidad me puede dar? Como le dije, 'usted está tomando un acto de deferencia porque la gente me quiere, porque tengo un vínculo de amistad con su esposa, pero no podemos tener en este país padres que han perdido a sus hijos de primera y padres que han perdido a sus hijos de segunda o de tercera. Cada ciudadano tiene que tener la misma respuesta por parte de las autoridades'. No tenemos que esperar a alguien que cimbra a la nación para que se pongan a trabajar o para que se preocupen o para que lo iniviten a lo Pinos.

- Las manifestaciones no se convocaron contra el Gobierno y sin embargo pocos gritaban contra los 'narcos'...

- Es cierto y es grave porque da más terreno a los 'narcos'. Yo ya dije que estamos hasta la madre de los pinches criminales, de su mala entraña, y que estamos hasta la madre de la corrupción, de la impunidad, de nuestros políticos, de su inferioridad mental, pero no dije nada de pedir que se fuera Calderón... Bueno, Calderón desató la guerra, había que combatir al 'narco', eso sí, pero lo ha hecho mal, ha cometido errores. Pero el decir que él es el reponsable, que se vaya, no va a cambiar las cosas, los demonios ya se soltaron.

-¿Cómo se arregla esto?

- Con la movilización de la sociedad. O replanteamos lo que pasa en México o nos va a llevar la chingada. No es un pleito directo con Calderón, es un pleito contra toda la clase política y la clase empresarial. Tienen que dejar sus conflictos y sus rencillas a un lado, su falta visisón de la política, le llamamos la 'grilla' pues. Falta que vuelva la gran tradición política que ponga en el centro de su mirada y de sus intereses la vida del país.

- ¿Qué le diría su hijo de todo lo que está pasando?

- Pues creo que ya me lo dijo. Yo como creyente creo que me dijo, 'sabes papá, voy a dar la cara por esta nación'.

- ¿Estaba comprometido con la causa?

- No él era un joven risueño, muy divertido, que estudiaba Administración de Empresas, terminaba el 5 de junio y trabajaba ya en un hospital. No quería tener nada que ver con política. Una vez, me acompañó a entrevistar al subcomandante Marcos y estaba muy nervioso. Al llegar me dijo que él prefería quedarse con los indígenas, que no quería saber nada de rollos políticos.

- ¿De verdad no va a escribir un solo poema más?

- De verdad, ya lo dije. Es una pena, pero mi fe está basada en una cosa fundamentral que es la palabra encarnada y a mi hijo le asfixiaron, le quitaron el aliento que es la base de la palabra. Yo sé que mi hijo ya resucitó, pero espero la resurrección de mi patria y en ese momento volveré a articular la palabra.

Mientras charla, el escritor, profundamente católico, acaricia inconscientemente la cara de su hijo sobre la camiseta. "No he tenido ni tiempo para llorarlo lo suficiente, hay un dolor que está ahí y que voy a cargar toda la vida".

Javier Sicilia habla para EL MUNDO.es durante el trayecto en un coche que le lleva a ver a su otra hija, en un rato en el que abandona la plaza de Cuernavaca donde permanece instalada la protesta por la muerte de Juan Francisco, tres amigos suyos y otros tres adultos, todos ejecutados al mismo tiempo.

Nos siguen dos escoltas que no ha pedido y le ha puesto el Gobierno del estado de Morelos por seguridad. Y suena un teléfono móvil que también usa por primera vez en su nueva vida. Todo ha cambiado para él y espera que todo cambie, pero para mejor en el caso de México, a partir de lo ocurrido.

Él seguirá comprometido con la movilización en contra de la violencia, pero quiere regresar también a sus escritos en prosa, a sus clases en la Universidad, a sus talleres para formar a otros poetas porque, como recuerda, "ya decía Octavio Paz que si hay poetas en una nación, el alma de esa nación aún está viva".

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