lunes, marzo 21, 2011

Último gesto de Ricardo Aguilar

Rubén Cortés

A Ricardo Aguilar sólo le faltaba un gesto para que su trabajo al frente del PRI en el Estado de México fuera excelente, al momento de que el partido designe su candidato para las elecciones a gobernador del primer domingo de julio próximo.

Y ya lo realizó: eliminó su rostro y el del gobernador Enrique Peña de un mural pintado en la sede mexiquense del PRI, en el que aparecían junto a héroes de la patria como Venustiano Carranza, Emiliano Zapata, Álvaro Obregón y Francisco I. Madero.

La inclusión de las imágenes en nada ayudó a Peña y, mucho menos, al propio Aguilar en sus aspiraciones a la candidatura a gobernador, porque ninguno de los dos necesita inflar su popularidad ni la calidad de su trabajo.

El gobernador tiene 57 por ciento de aceptación, según la encuesta más reciente de BGC; mientras que Aguilar es el mejor líder tricolor del Edomex en los últimos años, tras lograr el gobierno de 98 de 125 municipios.

Aguilar renovó al PRI local sin aspavientos ni fracturas y reestructuró los 125 comités municipales con eficiencia y capacidad de negociación, algo difícil por la complejidad de los grupos locales de poder.

Durante las pasadas elecciones hizo funcionar el efecto Peña y recuperó Toluca, el corredor azul (Tlalnepantla, Atizapán, Naucalpan, Cuautitlán) y el bastión amarillo en la zona Oriente (Ciudad Nezahualcóyotl, Texcoco, Chimahualcán).

La victoria resultó tal que la única salida encontrada por el PAN y el PRD —opuestos entre sí y sin coincidencias ideológicas— fue aliarse, en un intento de evitar ser barridos del mapa mexiquense en las elecciones estatales.

El éxito cimentó la precandidatura natural de Aguilar a la gubernatura, lo cual estropeó él mismo cuando en septiembre terminó su periodo como dirigente y aceptó continuar bajo la confusa figura de “representante del CEN del PRI”.

Como los estatutos impiden la reelección, Enrique Martínez y Martínez, delegado del PRI nacional en el Edomex y padrino de Aguilar, embarcó a éste al idear la confusa figura pensando que, desde el liderazgo del partido, Aguilar podía consolidar su aspiración.

Pero ser precandidato y dirigente del partido a la vez resultó una dualidad imposible:

1.- Para cuidar su precandidatura, debió ser un silencioso jefe de partido ante el golpeteo de la oposición a los otros precandidatos priistas.

2.- Su ambivalencia desgastó a Peña, pues el mismísimo gobernador debió asumir las controversias y el golpeteo político.

El hubiera no existe: pero un joven y exitoso Aguilar ubicado en otro cargo, con los resultados que traía como líder del PRI, habría sido en la contienda interna un precandidato todavía más formidable de lo que se vio en seis meses.
Pero, de todos modos, a él le sonríe el futuro.

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