jueves, marzo 17, 2011

La muerte tiene permiso, y fuero militar

Jorge Alejandro Medellín

1.- Bravo y echado para adelante, el General Carlos Bibiano Villa Castillo, ex director de seguridad municipal de Torreón, Coahuila, no solo sostuvo su palabra y ratificó de manera tronante e inteligente sus dichos a la periodista Sanjuana Martínez, publicados en La Jornada el pasado domingo 13 de marzo, en una entrevista en la que reveló no solo ser un ferviente e implacable perseguidor de Zetas, sino un efectivo ejecutor de sicarios de ese cartel.

No menos de 200 integrantes de ese cartel cayeron murieron y/o fueron ejecutados en el transcurso de enfrentamientos con los hombres del general, de acuerdo con sus propias palabras

2.- Salvo algunos detalles finos, como su nebulosa referencia al uso de un listón o diadema con la que se elimina a mujeres metidas en el narco, el General Bibiano aceptó en conversación con Carmen Aristegui que lo que le preguntaron y lo que contestó en la conversación con Sanjuana, era cierto.

3.- La franqueza discursiva de general tiene su cimiento en la doctrina militar con la que se forman soldados, oficiales, jefes y mandos en el Ejército y en la Marina.

La forma y el fondo del pensamiento castrense han quedado a flor de piel, inmejorablemente expuestos por quien será, a partir del próximo de 5 de abril, el nuevo secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo.

4.- Paradójicamente, el problema en estos momentos no es ese, sino lo que parece ser la grave y delicada postura de miles de mexicanos en torno al comportamiento, a los actos, las definiciones, las explicaciones y los métodos del General Bibiano para acabar o al menos reducir a su mínima expresión al crimen organizado (léase los Zetas).

5.- La desesperación, el dolor, el engaño, la frustración y el enojo de la población civil en las zonas devastadas por los cárteles de la droga son factores que se van sumando a la pulverización del estado de derecho y de cualquier sentido de justicia y de legalidad que quede aún entre la ciudadanía.

La corrupción gubernamental, ligada o no al narco, es materia prima para que la gente se incline rápidamente hacia soluciones extremas, urgentes, de última línea y de fuerza desmedida para someter a un despiadado enemigo como lo son los cárteles de la droga.

6.- La crueldad y brutalidad con que procede al narco, sea cual sea el cartel o la alianza de que se trate, dan elementos vivos y prácticos para que la gente se identifique con respuestas igual o más violentas como método de contención y venganza hacia los sicarios y sus jefes, ejecutores y responsables de desmembramientos, ahorcamientos y desaparición química de personas como sello de fuerza y supremacía.

7.- Entonces, si los otros han rebasado cualquier límite y extremo de sensatez en el uso de la violencia, no hay razón para no ejercerla igual o más duramente contra ellos, es la lógica de los afectados.

Los hechos son crudos. La ineficacia anticrimen es innegable. La impunidad como monea de cambio para el que viola la ley, está garantizada por un sistema legal atrofiado, semiprofesional, impreparado, corrupto y reproductor de vicios en todos los niveles de la aplicación y procuración de justicia.

8.- Entonces, es perfectamente entendible que confesiones de parte como las que ha hecho el General Bibiano sobre sus métodos de exterminio tengan eco y sean apoyadas por las ciudadanía, por los civilones que exigen transparencia, justicia, alto a la impunidad, respeto a los derechos humanos y una clima de tranquilidad al que tienen derecho –y pocas obligaciones, como también puede inferirse–.

9.- Y ese es precisamente el estado de cosas que se van quebrando y diluyendo en todos los niveles de la convivencia social y del ejercicio del poder cuando el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y su secretario de la Defensa Nacional han guardado un conveniente silencio ante los métodos de eliminación del enemigo por parte de personajes como el General Carlos Bibiano Villa Castillo, orgulloso nieto de un primo de Pancho Villa.

10.- En este contexto, tropas de la Primera Brigada del Cuerpo de Paracaidistas se encuentran en Sinaloa para tratar de reducir los niveles de violencia que en el último mes se ha desatado en la franja del Pacífico, zona del país que el cartel del Chapo Guzmán mantenía en relativo control.

Los paracaidistas llegaron procedentes de Oaxaca para contener la acción de sicarios del cartel de Sinaloa, de los Beltrán Leyva y una parte de la Familia Michoacana (Templarios) que mantienen el control sobre ese corredor del narco.

11.- A todo esto se agregan las declaraciones del director del FBI, John Muller, sobre la ineficacia de la lucha antidrogas de México y las revelaciones del diario The New York Times en torno a la incursión de aviones militares no tripulados en espacio aéreo mexicano para apoyar o conducir operaciones quirúrgicas contra cárteles de la droga.

12.- En una respuesta patética del gobierno mexicano, Alejandro Poiré, vocero del gabinete de seguridad nacional, no ha tenido más remedio que aceptar los hechos pretextando que todo está en el marco de la legalidad y forma parte de los acuerdos entre ambos países para combatir al narco.

Si la operación Fast and Furious fue mantenida en secreto por al menos dos instancias del gobierno estadunidense por ilegal y unilateral, ésta, la intervención de aeronaves militares sobre territorio nacional hecha de común acuerdo entre la casa Blanca y Los Pinos, fue a todas luces aceptada y conocida en los máximos niveles de gobierno.

Entonces, ¿por qué mantenerla en secreto y no informar de ella en ningún documento a los mexicanos toda vez que lleva dos años en marcha?

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