jueves, febrero 10, 2011

Marines aquí, ¿lo permitirá Calderón?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

En cuanto al significado de México en la seguridad nacional estadounidense y la manera como se inscribe en ella la guerra del presidente Calderón contra los barones de la droga, algunos elementos están más allá de mi capacidad de análisis, como parece ocurrir con el discernimiento de quienes hoy gobiernan, a menos de que en el elenco del drama que escenifican, quedaran inscritos en el papel de cómplices.

Claro que la violencia instalada en nuestra realidad, sumada al peso que Estados Unidos tiene en nuestra economía, hace que el gobierno de México en seguridad nacional y relaciones bilaterales equivalga a tener en ambas manos erizos de mar sin poder dejarlos en ningún lado. Resolver la situación requeriría de un Antonio Carrillo Flores, un Genaro Estrada, porque Patricia Espinosa no está a la altura del desafío que implica decir no a Hillary Clinton.

¿Qué motiva al Departamento de Estado de esa nación, repetir que México es asediado por la narcoinsurgencia? ¿Qué buscan con esa declaración? ¿Para qué necesitan intervenir militarmente en esta República, cuando políticamente inciden en la toma de decisiones que corresponderían exclusivamente al gobierno mexicano, por ser de política interna? ¿Hay información que nos ocultan? ¿Nada sabemos de alguna riqueza nacional codiciada por los estadounidenses, por ser necesaria al mantenimiento de su hegemonía económica? Pudiéramos hacernos cruces durante un buen rato, que nada nos informarán.

De lo que sí estamos enterados, es del nuevo paso para sensibilizar a la sociedad sobre la que verdaderamente ocurre en nuestro país en materia de seguridad nacional, hacer pensar a los mexicanos que su gobierno es incapaz de resolver ese problema, y estar anuentes a que lleguen las tropas estadounidenses a salvarnos del flagelo de una violenta y cruel guerra entre cárteles, en la que las tropas y las policías mexicanos son meros espectadores, ajenas a la violación de los derechos humanos y al creciente número de muertos; ajenas también al insospechado daño ya causado a la nación, en todos sus ámbitos.

La realidad es que Joseph W. Westphal, subsecretario de Defensa estadounidense, en declaraciones dadas a conocer en The Salt Lake Tribune, formuladas en conferencia a los alumnos de la Universidad de Utah. Allí, el funcionario fue cuestionado por un estudiante acerca de las omisiones en la agenda global de su país. Le respondió: “Como ustedes saben, (la delincuencia) es una forma de insurgencia en México, con cárteles de la droga en nuestra frontera. Esto no es sólo acerca de drogas e inmigrantes ilegales, se trata, potencialmente, de la toma del gobierno por personas corruptas”.

Aseveró que no quiere ver una situación en la que los soldados estadounidenses deban ser enviados para luchar contra dicha insurgencia, “en nuestra frontera, al violar nuestra constitución, o tener que enviarlos a través de la frontera”.

Es posible que la declaración del subsecretario de Defensa estadounidense respondiera al hecho de que el sábado 5 de febrero último, tres adolescentes residentes en El Paso fueran asesinados en Ciudad Juárez. Carlos Mario González Bermúdez, César Yalín Miramontes Jiménez y Juan Carlos Echeverry Junior, de 16, 17 y 15 años, respectivamente, comían tacos junto a una concesionaria de automóviles, cuando cuatro hombres armados les preguntaron por el dueño del negocio y, al no contestarles, los mataron

El número de estadounidenses asesinados en México, por estar donde no debieron estar, crece, lo que afecta en sentido inverso la tolerancia que el gobierno de Barack Obama puede tener con el de Felipe Calderón.

Además, y de acuerdo con investigación de Milenio Diario, “México enfrenta un renovado asalto a su seguridad aérea. Los cárteles del narcotráfico incrementaron el número de pistas clandestinas para recibir aeronaves procedentes de Centro y Sudamérica y crearon narco-hubs  en territorio nacional, pese a los esfuerzos del gobierno por controlar su espacio aéreo.

“Estadísticas de la Secretaría de la Defensa Nacional y la Procuraduría General de la República, obtenidas mediante la Ley Federal de Transparencia, revelan que el número de pistas clandestinas descubiertas por las autoridades se incrementó 700 por ciento en los primeros cuatro años de este sexenio. Sólo en 2009, como parte de la campaña permanente contra el narcotráfico, la Defensa Nacional reportó la destrucción de una cifra récord de pistas: 736. En las estadísticas compiladas por el Ejército sobresale el constante hallazgo de aeródromos en municipios aislados”.

Son sucesos y estadísticas como las anteriores, las que preocupan a los estrategas de seguridad nacional de Estados Unidos, pues las muertes violentas de sus ciudadanos permanecen impunes, hasta el momento, y las pistas de aterrizaje clandestinas ubicadas en las puertas de su país, los obliga a anticiparse porque han hecho del terrorismo su obsesión, su angustia, su miedo inconmensurable, y suponen que desde esas narco pistas clandestinas muy bien pueden infiltrarse a su territorio agentes terroristas, financiados por algunos de los muchos enemigos que han sabido cultivar en el mundo.

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