domingo, febrero 13, 2011

Lo de Aristegui

Víctor S. Peña

Que aviente la primera piedra quien se sienta libre de pecado, dijo uno de los contertulios de una mesa cualquiera de café.

Esas charlas de café. Algunos, entre risas, dijeron que consumado el tema de Kalimba, el de Aristegui debía ocuparnos. Temas coyunturales, que distraen de lo estructural. ¿O no? En aquella mesa de café no hubo acuerdo sobre la esencia de lo ocurrido con Aristegui y que ocupó toda la semana. ¿Censura… desde la Presidencia o por la empresa? ¿Y el derecho de los patrones a decidir… y el de los empleados a tener seguridad? El alcoholismo ¿tema privado, público, dónde empieza uno y termina lo otro?

Y es que, si no nos vamos por partes, es imposible llegar a un acuerdo. Y súmale, lector, eso de que, como es tema de coyuntura, hay más vícera que seso. Un nudo romano, pues. De esos superados sólo por el tiempo, olvidados antes que resueltos. De esos que se agregan a la cultura del mexicano, que echan raíces, que nos definen.

Entiendo está fuera de discusión si fue, o no, censura: lo fue. Lo que se mantiene en la arena del análisis es el nombre del verdadero censor: Presidencia, a través de MVS o MVS haciéndole un gordo favor a Presidencia, queriéndose –dicen- congraciar.

Fuera de todo debate se encuentra, también, la característica del censor (sea quien sea): tiene la visión estratégica de un chivo en cristalería, la puntería de un ciego y la piel del grosor del papel de china. Soy de esos quienes opinan que la petición de Aristegui, en la forma y en el fondo, no fue excesiva. Peores cosas, por ejemplo, podrían escuchársele a Brozo. Y, ahí, nada pasa.

Presidencia jura que sus manos –por decirlo de alguna manera, recordando los slogans de campaña-, están limpias. Pero la duda ha quedado y germina. No compro eso de que el tema sigue a fuerza de publicidad de algunos pocos que se aferran en hacer ruido, como dicen los escuderos de Presidencia. Antes de Aristegui, conocer la leyenda de la noroña-manta era casi imposible: se hablaba del zafarrancho legislativo, pero nadie, en medios nacionales, hablaba del contenido. ¿Casualidad? Claro que no.

Pareciera, entonces, que ahora Presidencia tendrá que hacer un doble esfuerzo: primero, posicionar la idea de que la ocurrencia de MVS no siguió dictado alguno de su parte; segundo, entrarle al tema de si se brinda de más en Los Pinos. Para esto último, Presidencia ha dicho que hará pública la agenda privada del Presidente. Pero, a como le han resultado muchas de las cosas, será insuficiente y no generará apariencia de inocencia.

Aparece, sin embargo, un tema que me parece fundamental y del que poco se habla: termina lo privado de la persona pública. Hasta ahora, la cultura política mexicana tácitamente aceptaba eso de poder ser virtuoso en lo público y vicioso en lo privado. Eran dos carriles separados, como si de dos personas se tratase. Eso, que comenzó a desquebrajarse con Fox, el Prozac y Martha, cae completamente en pedazos con el Aristegui-gate. Este replanteamiento, seguramente, tendrá consecuencias legislativas en breve término. Y, de manera inmediata, en la manera en que las personas públicas manejarán su privacidad.

Acabo con una cita. Es de Cantinflas, en su película “Su Excelencia” de 1966. Ante la Asamblea Internacional, cuando hay empate entre los dos bandos –los Verdes y los Colorados- y se requiere su voto decisivo, dice no emitirá su sufragio, pues “no sería justo que el solo voto de un representante, que a lo mejor está enfermo del hígado, decidiera el destino de cien naciones”.

Todo un visionario ese Mario Moreno.

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