lunes, febrero 14, 2011

Egipto renace; inicia un nuevo camino

Enriqueta Cabrera / Crónica Parlamentaria

Triunfa la revolución pacífica, Egipto renace. En apenas 18 días, los cientos de miles que protestaron en Egipto lograron la renuncia del presidente Hosni Mubarak en el poder por casi 30 años y con ello la apertura de un camino que llevará al cambio de régimen. Lo que hemos visto en Egipto es una revolución, una revolución pacífica en la que se combinó la determinación de un pueblo movilizado a través de manifestaciones (como en los viejos tiempos) que en unión con las nuevas redes sociales creó una sinergia única capaz de derribar muros sociales, de irrumpir en la escena política como actor principal y de hacer caer al dictador.

El triunfo de los jóvenes que iniciaron la revuelta es un hecho histórico que cambia ya la historia de Egipto, que incide sobre Medio Oriente, que influye en los países árabes, que sienta las bases para una redefinición de las alianzas con Estados Unidos y Europa, que sacude a Israel. Mubarak se fue y pasó el poder al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Los militares afirmaron la noche del pasado viernes que tomaban nota de las demandas ciudadanas para "iniciar cambios radicales".

Entre la noche del jueves y la tarde del viernes, en unas pocas horas, la protesta en Egipto había pasado de la rabia y la decepción el jueves tras el discurso de Mubarak, a la contundencia de los millones en las calles de todo Egipto el viernes gritando su rabia contra el régimen, a la celebración de la renuncia de Mubarak unas horas después. La revolución pacífica entraba en una nueva etapa. Egipto renacía.

El camino hacia delante es largo, pero lleno de esperanzas. Ahora se trata de poner en pie las reformas por las que cientos de miles se pronunciaron de manera pacífica pero enérgica. Lo que Egipto y el mundo ha vivido y visto es un gran momento histórico, una revolución ejemplar de millones que decidieron que pueden elegir, decidir, su propio destino. Ahí está el rostro de una nueva revolución. Los egipcios en las calles mostraron que no hay fuerza mayor que la de un pueblo que, pacíficamente, decide cambiar su situación. Los cientos de miles en las plazas y las calles de Egipto lograron abrir un nuevo camino.

La situación se había tornado insostenible el jueves tras el discurso de Mubarak, prepotente y altanero, en el que desafió la protesta afirmando a través de la televisión que se mantendría en el gobierno desafiando a quienes protestaban e incluso al Ejército, desafiando a Estados Unidos y a la Unión Europea que esperaban su renuncia.

La jornada del viernes fue ejemplar, Egipto entero clamó por la salida de Mubarak. Antes de 24 de horas de haber pronunciado su último discurso, se vió obligado a renunciar con la presión de cientos de miles, pero también de las Fuerzas Armadas que entendieron que en ese punto de quiebre no podía haber marcha atrás. Egipto cambió, un nuevo actor político, el pueblo, saltó a la escena, ocupó el primer plano y comenzó a imponer sus demandas. Pero sobre todo el pueblo puso fin a su miedo y se reconoció como el principal actor político, el que puede determinar el rumbo.

El triunfo de los cientos de miles en las calles y la renuncia de Mubarak tiene una enorme trascendencia para Egipto, para los paises árabes, para Medio Oriente, para Estados Unidos y para la Unión Europea. Pero sobre todo representa un cambio para 83 millones de egipcios que podrán decidir su destino.

En los diarios, las televisoras y la radio del mundo entero, millones siguieron los acontecimientos en Egipto durante 18 días. No ha habido noticia internacional más importante que los acontecimientos en la Plaza Tahrir en Egipto. Estaba en marcha un nuevo camino hacia la libertad en Egipto, el país árabe más poblado, el que ha tenido un papel geopolítico de primera importancia en Medio Oriente y el mundo árabe en los últimos 30 años.

El acoso popular contra el régimen fue ejemplar en su civilidad, determinación y pacifismo. Las demandas de los cambios son las que deberán orientar en nuevo rumbo: la salida de Mubarak (éste ha sido el primer paso); disolución del Parlamento producto de elecciones fraudulentas en noviembre; abrogación de la Ley de emergencia; formación de un gobierno provisional representativo que prepare elecciones libres y con ellas una nueva Constitución, la vigente desde 1971 fue hecha para el gobierno despótico de Mubarak, para el control, la negación de derechos a la ciudadanía y la represión.

EL EJÉRCITO A CARGO; LLEVARÁ ADELANTE REFORMAS

El Ejército, que tuvo una posición ambivalente a lo largo de 18 días, por momentos parecía apoyar a los que protestaban, luego parecía retroceder. Eso sí, dejó claro que no reprimiría la protesta. Los generales se presentaron en diversas ocasiones en la Plaza Tahrir donde eran escuchados y aclamados por quienes protestaban.

El jueves, los militares manifestaron dos cuestiones esenciales, antes del discurso de Mubarak. A través de la vocería que consideraron adecuada, dejaron ver su acuerdo con la protesta y se comprometieron a que se cumplieran todas las demandas. Después del discurso de Mubarak en el que dijo que no se iría, la rabia estalló en todo Egipto.

Los militares aclararon su posición el viernes por la mañana, poco antes de conocerse la renuncia de Mubarak, a través del general El Zaya en una entrevista a Ahram en línea. Afirmó que el discurso de Mubarak del jueves fue formulado contra los deseos de las fuerzas armadas y sin su conocimiento. Clamó que el discurso del vicepresidente Omar Suleiman inmediatamente posterior al de Mubarak, fue igualmente un desafío a las fuerzas armadas. Había un gran desacuerdo entre las fuerzas armadas representadas por el Consejo Supremo y la autoridad presidencial representada por Mubarak y Suleiman. Lo señalado mostraría que las fuerzas armadas estuvieron detrás de la renuncia de Mubarak.

La caída de Mubarak era inminente, había jugado su última carta. El viernes, Egipto se levantó. Días antes había circulado un chiste que hablaba del rechazo del presidente a entender la nueva realidad resultado de la protesta y asumir sus consecuencias.

El chiste decía algo así: Un ayudante le dice a Mubarak "señor ha llegado la hora de despedirse del pueblo", a lo que Mubarak responde "¿a dónde cree usted que va?"

Tras asumir el poder, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, encabezado por el general Mohamed Tantaui, afirmó que conduciría pacíficamente a los egipcios a una sociedad democrática, había prometido ya levantar el Estado de Excepción cuando la gente levantara el campamento de la plaza Tahrir o de la Liberación.

Las primeras órdenes fueron: destitución del gobierno y la disolución del Parlamento. En una situación distinta, estas ordenes serían interpretadas como las anunciadas por una dictadura militar. Pero en Egipto, tienen el apoyo en tanto responden a las demandas de la multitudinaria protesta que estuvo en las calles 18 días y derrocó al presidente Mubarak que tuvo el poder, todo el poder, durante casi 30 años.

Se ha abierto una investigación contra los miembros más cercanos al ex presidente Mubarak que tienen prohibido abandonar el país. Anas El Fekky, ministro de Información, está bajo arresto domiciliario y están bajo vigilancia el ex primer ministro Ahmed Nazif y ex ministro del Interior Habib al Adli.

Para tranquilidad de Isrsael, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se comprometió, a nombre de la República Árabe de Egipto, con todas las obligaciones regionales e internacionales y los tratados. En primer lugar, reiteró su compromiso con todas sus declaraciones anteriores.

La caída de Hosni Mubarak, el rais, fue celebrada por Estados Unidos y Europa. Por su parte, Israel y Arabia Saudita expresaron su inquietud por el cambio, los islamistas de Gaza, Irán y Líbano vieron los cambios como una oportunidad. Pero la repercusión más importante radica en el impacto que las revoluciones de Túnez y Egipto, tienen o tendrán para millones de ciudadanos árabes y norteafricanos, que constatan en estos dos movimientos sociales pacíficos la posibilidad de elegir su propio destino.

LO DICHO POR OBAMA

Washington desea dejar claro que está del lado del pueblo. Por lo pronto parece afrontar la situación con optimismo. No hay razones para pensar que el movimiento triunfante en Egipto pueda amenaza los intereses de Estados Unidos en la región. Se está abriendo una oportunidad para la redefinición de las relaciones de Washington con Egipto, que nunca volverá a ser el mismo.

En el discurso de Obama no hubo una sola palabra de reconocimiento para Mubarak, 30 años el aliado principal de Washington en la región después de Israel. Sólo dijo que al dimitir "ha respondido al hambre de cambio de su pueblo". En septiembre pasado, ahí mismo, en la Casa Blanca, desde donde habló Obama ayer, Mubarak era un "sólido aliado". El viernes estaba en el rincón de lo inservible.

Seguramente otros aliados de Washington en la región, de manera notable Arabia Saudita estarán tomando nota.

Obama reconoció varias cosas, "el triunfo de la dignidad humana", saludó al movimiento y lo puso como ejemplo para Medio Oriente y para todo el mundo, de lo que un pueblo es capaz de conseguir no por la violencia, sino "por la fuerza moral". A los militares egipcios les dijo que habrán de conducir una "transición creíble" que concluya en "elecciones libres y justas y en una verdadera democracia". Entre las tareas de los militares estaría "preservar la unidad" de la nación y "poner sobre la mesa de la negociación todas las voces".

Pero sobre todo, para los intereses de Washington en la región, Estados Unidos "pretende seguir siendo un aliado en el futuro". Egipto, dijo Obama, "tendrá que tener una posición responsable en el mundo" en relación a las relaciones con Israel. "Pocas veces tenemos oportunidad de vivir la historia en directo, ésta es una de ellas… Los egipcios han cambiado su país y al hacerlo han cambiado el mundo".

El cambio se ha iniciado, pero el camino es largo y no será sencillo.

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