viernes, febrero 25, 2011

Desvergüenza y poder en México

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Desconozco del estado de ánimo y la mentalidad con la cual los funcionarios diplomáticos -incluidos los espías y los empleados de los diversos organismos de seguridad- se disponen a rendir un informe a sus superiores, a rendir cuentas de sucesos por ellos interpretados como trascendentes, y por ese hecho deben darse a conocer. Harto difícil ha de resultar elegir las palabras, los términos adecuados, para que lo que es un chisme no se convierta en insulto, y lo que pudo ser un descuido, no adquiera relevancia en el contexto geopolítico y de seguridad nacional.

Si algo nuevo quiere aprenderse del trabajo de Julien Assange y los documentos entregados por WikiLeaks a distintos medios en diferentes países, es recomendable leer El cementerio de Praga, última novela de Umberto Eco, desafortunadamente inferior a El nombre de la rosa, pero con una vertiente formativa e informativa para comprender nuestro entorno, además sustentada en hechos reales, en sucesos cuya interpretación nos permite constatar que la sociedad, la masa, creerá lo que quiera creer, incluso si la verdad la tiene enfrente y además modifica su estilo de vida y sus creencias.

Hay que recrear la figura de Tony Garza, ubicarlo en su oficina de la embajada de Estados Unidos, con vista al Paseo de la Reforma y al Ángel de la Independencia. Verlo entornar los ojos, frotarse las manos y estremecerse por el recuerdo de la noche pasada junto a su esposa, María Asunción Aramburu Zavala, empresaria que hizo su fortuna en México, cuya identidad se confunde con la de la cervecería, con la Corona.

Frotarse las manos mientras dicta a su secretaria (¿o escribe, por tratarse de un informe supuestamente confidencial?), con la indicación de que ha de encriptarlo antes de enviarlo a su jefa del Departamento de Estado, a Condoleezza Rice, para que allá se determine la política que ha de instrumentarse para mantener a México sujeto a los intereses de Estados Unidos. Creo, sin temor a equivocarme, que es el verdadero propósito de los cables de la sede diplomática de Estados Unidos en este país enviados a su casa matriz.

Narra Blanche Petrich para los lectores de La Jornada: “Anthony Garza, embajador de Estados Unidos en México, describió a Felipe Calderón 'en la mayor situación de debilidad política posible', en un cable confidencial del 1º de septiembre de 2006. 'Corremos el riesgo de que los asuntos de mayor importancia para nosotros se estanquen, a menos que podamos enviar una enérgica señal de apoyo' para que el futuro mandatario 'logre imponer su agenda', alerta”.

No puede ser otra la respuesta del análisis. Fue en esos encuentros que el supuesto Presidente del Empleo abandonó su propia agenda para sumarse a la de quienes garantizaban su toma de posición. También resulta útil preguntarse si acudió primero a la embajada de Estados Unidos y después negoció con el PRI, o a la inversa, porque no se puede olvidar, y Felipe Calderón menos que nadie, que llegó a la tribuna tras banderas.

Informó también Tony Garza que “un equipo de la misión, bajo mi cargo, se involucrará activamente con el equipo de transición de Calderón para promover y hacer progresar las áreas que son prioritarias para nosotros” (cable 06MEXICO4937).

“Los servicios secretos de cada país creen sólo en lo que han oído decir en otro lugar, y tacharían de no fidedigno cualquier noticia completamente inédita”, sostiene el personaje de Eco. Recordé, al momento de su lectura, que algunos expedientes de los acontecimientos penales y políticos que cimbraron al país, se armaron con recortes de prensa, y la manera en que ésta incide desde que, convertida en núcleo de los poderes fácticos que determinan la agenda de los gobiernos, pone en las políticas públicas y en los labios de los gobernantes lo que nunca debió ser dicho o ser concebido como un beneficio a la sociedad.

Ante las consideraciones anteriores, nada debieran de sorprendernos los dichos del embajador ni las reflexiones de la Petrich, quien apunta: “Aunque en los despachos diplomáticos no se emiten juicios de valor, sí se deja constancia del apego incondicional de Calderón a todos los planteamientos de la contraparte estadunidense y se reportan los problemas por los que atravesaba: tensiones dentro de su propio partido y con el presidente Vicente Fox, una evidente debilidad política por la magra ventaja de votos que reportaba a su favor el arbitraje electoral, una victoria política ensombrecida por la duda, y falta de coordinación y claridad dentro de su equipo más cercano en el proceso de transición.

“El momento más delicado que recoge este conjunto de cables se registra el 1º de septiembre. La embajada de Estados Unidos ya descartaba la posibilidad de un viraje en el anunciado resultado que beneficiaba a Calderón. Se trata, expresa, de una 'victoria amarga y dulce'. Consideraba al candidato de la alianza Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), como 'un perdedor que ha prometido minar la figura de Calderón en cada oportunidad'. En esos días el panista había adoptado una actitud de espera, 'lo que demuestra disciplina y paciencia, dos virtudes que le serán útiles en los días difíciles que se avecinan'.

Tuve en las manos esta información, el mismo día que debí horrorizarme con el video transmitido por citymix titulado Torturando la democracia, en el cual se aprecian opiniones y se observan imágenes de lo que los gobiernos de Estados Unidos son capaces de hacer cuando de preservar su hegemonía se trata, cuando están en juego sus fuentes de energía, y cuando se ponen tropiezos al diseño geopolítico estratégico diseñado por ellos.

Las escenas de las cárceles clandestinas, la presencia y declaraciones de los torturados, la insistencia de la autoridad para humillar a quien es diferente, causan insomnio y desconcierto, porque eso practican quienes insisten en la defensa de los derechos humanos, y han hecho de esa política el garrote internacional para justificar la intervención en otras naciones.

La predisposición de Tony Garza para actuar como espía, la desvergüenza del poder, llevan de nueva cuenta a las páginas de Humberto Eco: “El enemigo debe ser reconocido y temible, debe estar en casa o en el umbral de casa… Es necesario darle un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas… La identidad nacional es el último recurso para los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos”.

Argumentos que pudieron salir del caletre y la boca del embajador, con el propósito de modificar el proyecto de gobierno del entonces presidente electo, pero hete aquí que si los musulmanes sí pueden parecer diferentes a los ojos de los racistas, los barones de lo droga son como uno, y -según se considere- pueda que hasta mejores, por el dinero y poder que reúnen. Por ello los capos estadounidenses se confunden muy bien entre los suyos.

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