jueves, octubre 28, 2010

¿Quién manda en México?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

El adelanto dado en el semanario Proceso del nuevo libro de Porfirio Muñoz Ledo, es tema de conversación en los círculos del poder. No el principal, como solía ocurrir. El político del jus sanguinis dejó de ser referente, lo que es un error, porque si bien perdió apostura política y permitió mellar su dignidad, de ninguna manera menguan su inteligencia ni su buena pluma: es un hombre de ideas, a ellas debió dedicarse.

En esta ocasión el diputado federal por el PT fue visitado por las Pitias. Es cierto, los signos, los acontecimientos y la realidad indican que México ha perdido viabilidad; también es verdad que este saqueado y aterido país está en proceso de 'afganización', como lo piden a gritos las últimas declaraciones de Hillary Clinton, de Bill Clinton y de Vicente Fox Quesada.

Los muy difundidos sucesos de Ciudad Juárez, Reynosa, Tijuana, Ciudad Victoria, el asesinato de 13 presidentes municipales, de un candidato a gobernador, indican que el análisis del señor diputado es válido. Pero hay más, tenemos a la vista cifras y datos que muestran el proceso acelerado de decadencia: en las instituciones, en la sociedad, en el gobierno que permite que ocurra lo que azora, pero también disminuye el valor que pueden dar los mexicanos a su patria, a sus personas. Lo han convertido en un país devaluado anímica y culturalmente: ahora los mexicanos hacen lo que los negros no están dispuestos a hacer.

Por investigación de El Diario, de Ciudad Juárez, nos enteramos que en 2009-2010 cerraron 5 mil 900 pequeños negocios. Las cifras de dicha investigación muestran que el cierre de tiendas de barrio se aceleró en las últimas dos semanas a consecuencia de extorsiones, pues al menos 48 establecimientos clausuraron en ese periodo. El reporte de la Cámara Nacional de Comercio en Pequeño indica que el padrón de negocios de este tipo cayó de 7 mil establecimientos que tenía en 2007, a sólo mil 100, como consta en su reporte más reciente.

Por otro lado, señala la investigación que el coordinador de la Mesa de Seguridad, Arturo Valenzuela Zorrilla, sostiene que la modalidad de la extorsión o cobro de piso se ha modificado, ya que de los puestos de hamburguesas y negocios pequeños y medianos, los delincuentes pasaron a vender protección a los grandes centros comerciales.

¿Qué país puede resistir, ante la inseguridad jurídica, la extorsión, la ausencia de autoridad, la ingobernabilidad de amplias zonas? No se trata de rasgarse las vestiduras, mucho menos de hacer apología del delito al ponderar las novísimas prácticas comerciales que imponen para determinar quién manda.

De lo que se trata es de establecer un diagnóstico preciso para aportar propuestas de solución adecuadas al problema, y no únicamente para buscar un enemigo común que unifique a los mexicanos con el propósito de hacerle un zurcido invisible al -por el momento- irreparablemente roto tejido social.

Las cifras de lo que sucede con la inversión extranjera y con los capitales nacionales, son aportadas por el Banco de México: Entre 2007 y 2009 las empresas extranjeras que operan en México remitieron a sus países de origen utilidades por 9 mil 18.5 millones de dólares; la suma supera en 91 por ciento las ganancias que transfirieron las firmas extranjeras a sus matrices en el primer trienio del gobierno anterior, que fueron de 4 mil 716.9 millones de dólares, y también fue mayor, en este caso en 89 por ciento, a la de los tres primeros años de la administración del último presidente priista.

Empresarios mexicanos transfirieron recursos al exterior para realizar inversiones en actividades productivas por 7 mil 598.1 millones de dólares en 2009, cantidad que superó en 556 por ciento la del año previo, que fue de mil 157.1 millones de dólares, de acuerdo con el informe citado.

Lo anterior sólo puede tener un significado: disminuye la confianza en México, a lo que habría que añadir las exigencias que sobre el comportamiento económico imponen los nuevos ejércitos, como los definió Juan José Millás en su columna de El País del último 15 de octubre.

Escribió el fino y oportuno analista español: “El ruido de sables ha sido sustituido por el de la ladronera, pero los golpes de Estado siguen siendo golpes de Estado, los dé un general o un financiero. Sometida al fin la institución castrense al poder civil, los políticos se humillan ahora ante los coroneles de la Bolsa. Quiere decirse que las pistolas han sido sustituidas por corbatas de seda y los uniformes verdes por trajes de Armani. El resultado final es que a usted y a mí nos aprietan las tuercas (si tenemos la fortuna de que todavía haya margen para apretárnoslas).

“Aceptamos como inevitable la existencia de los mercados globales al tiempo de afirmar su ingobernabilidad. En otras palabras, ni somos responsables de su aparición ni tenemos margen de maniobra alguno para corregir sus atropellos. He aquí la gran trampa intelectual del fenómeno. Dado, pues, que lo que sufrimos es un desastre natural y no un atraco pistola en mano, los políticos peregrinan hasta los nuevos cuarteles, donde son recibidos por los dioses del dinero, a quienes prometen el sacrificio de equis doncellas y de tantos jóvenes para apaciguar sus ánimos. No habíamos terminado de rescatarlos de su bancarrota con el dinero del contribuyente (el de usted y el mío) y ya estaban solicitando más vírgenes, más jóvenes, menos déficit. ¿Cómo se somete a un ejército de esta naturaleza?”

Es en este contexto que descarrila el oráculo de Porfirio Muñoz Ledo, porque no nada más México puede convertirse en una nación inviable, en un Estado fallido. La soberbia de los nuevos ejércitos y los poderes fácticos harán que la guerra atómica palidezca ante la ocupación económica, nueva esclavitud, nuevos dioses, posiblemente nuevos Estados, hasta en tanto la humillación parezca soportable a quienes la padecen.

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