viernes, octubre 01, 2010

Futbolistas, privacidad y escándalo

Raúl Trejo Delarbre

Mal escrita y un tanto atropellada, la carta de los 13 jugadores que se han inconformado ante las sanciones de la Federación Mexicana de Futbol constituye una expresión de libertad y, si pensamos en sus implicaciones últimas, de dignidad incluso no solo delante de los apoltronados directivos de ese deporte sino también ante los medios de comunicación.

Ávidos de escándalo, algunos de los medios impresos y electrónicos que se ocupan de asuntos deportivos expusieron y condenaron la fiesta que organizaron varios de los seleccionados después del aburrido encuentro con el equipo de Colombia, el martes 7 de septiembre en Monterrey. Algunas fotografías tomadas en la recepción del hotel en donde se alojaban los jugadores, distintas versiones recogidas por la prensa y sobre todo el afán sensacionalista para hacer ostensibles detalles de una celebración que era estrictamente privada, suscitaron el escarnio contra los futbolistas.

De no haber sido por la algarabía en los medios, es posible que la Federación de Futbol no hubiera impuesto sanción alguna. Pero amedrentados por el juicio sumario de buena parte de la prensa, los directivos de ese deporte impusieron sanciones aparentemente muy duras en algunos casos –la suspensión de Carlos Vela y Efraín Juárez por seis meses, en el transcurso de los cuales habrá pocos partidos de la selección nacional– y 50 mil pesos de multa a cada uno de otros once jugadores a quienes se consideró excesivamente juerguistas.

El director de selecciones nacionales, Néstor de la Torre, alegó que los así sancionados habían transgredido el reglamento que los obliga a mantener disciplina durante las concentraciones del equipo mexicano. Los castigados sostienen que la concentración ya había terminado. En todo caso, como suele ocurrir en las decisiones de la FMF, se trató de una medida unilateral respecto de la que los castigados no tenían oportunidad ni siquiera de opinar.

Por eso ha sido llamativa la carta promovida por Rafael Márquez y suscrita además por otros 12 jugadores en la cual se quejan de “exposición presuntuosa, de acaparamiento de reflectores y de un claro deshago de complejo de inseguridad personal, con incapacidad clara de liderazgo, utilizando para subsanar éste, el terrorismo y las amenazas”. Más que las multas, a los jugadores les incomoda la indebida exhibición que se hizo en los medios del festejo del 7 de septiembre y el silencio de la FMF ante esa transgresión a su privacía.

Aunque tienen derecho a ella, la privacía de los jugadores de futbol y de muchos otros personajes públicos suele ser vulnerada por los medios que buscan estrépito por encima de información sólida. En el caso de la fiesta en Monterrey, se les ha endosado una catarata de amonestaciones moralistas y autoritarias.

Los opinadores que se escandalizan porque se fueron de pachanga después del partido, olvidan que esos futbolistas son mayores de edad y ya no se encontraban en horarios de trabajo. Lo que hagan o dejen de hacer en sus ratos libres es asunto suyo. Lamentablemente, al pasmo o al intento de la FMF para aprovechar este incidente y ajustar cuentas con algunos jugadores que les resultan incómodos, se ha añadido una actitud persecutoria que llega incluso a la publicación de detalles, presuntos o reales, de la fiesta del día 7. Una de las revistas de espectáculos que con más impunidad lucra exhibiendo personajes públicos entrevistó a un travesti que dijo haber participado en la celebración.

El acoso contra los futbolistas, extrañamente, ha encontrado respaldo entre algunos de los comentaristas deportivos más relevantes. La carta de los 13 inconformes fue considerada por Víctor Edú, del diario Récord, como “golpecito de estado”. En La Afición Carlos Albert, articulista habitualmente crítico con los directivos del futbol, en esta ocasión los favorece al descalificar el esfuerzo argumental y político de Márquez y sus compañeros: “Me da pena ajena esa desvergonzada carta en la que enseñan el cobre esos 13 chantajistas profesionales”. Por su parte José Ramón Fernández, muy respetado y puntilloso, aprovecha el incidente para vilipendiar en Radio Fórmula: “Rafael Márquez, lo que tienes que hacer urgentemente es no vestir más la playera de la Selección, renuncia y hasta luego ”.

No es esa la opinión de los aficionados, a juzgar por las réplicas que esas posturas están encontrando en los espacios de discusión en línea. Por otra parte en una encuesta de la especialista María de las Heras hace una semana, el 62% de los entrevistados consideró que la Federación Mexicana de Futbol no tiene derecho a meterse en la vida privada de los jugadores. El 80%, explica De las Heras, consideró que “la reacción de la federación obedece a la presión del escándalo que se hizo en medios de comunicación con el asunto de las muchachas que entraron a visitar a los jugadores”.

Estamos ante un tema en donde la opinión pública –en este caso el parecer de los aficionados– discrepa de la opinión publicada.

El escarnio que se hace de los futbolistas, propició la carta de los 13 inconformes. Márquez y sus compañeros no querían que ese documento fuera público, así que su divulgación también forma parte de la utilización de los medios para influir en decisiones de la Federación de Futbol. El documento subraya la inconformidad de esos jugadores con el director de selecciones nacionales pero también manifiesta una exigencia elemental: no se vale que a los jugadores los traten como menores de edad y eso cuenta tanto en su derecho a la disipación como, también, respecto de sus derechos laborales. No hay que olvidar los intentos, en su momento fallidos pero enormemente significativos, que los futbolistas mexicanos han desarrollado en otros tiempos para construir una organización capaz de reivindicar sus intereses laborales.

http://sociedad.wordpress.com

Futbolistas, privacía y escándalo

Mal escrita y un tanto atropellada, la carta de los 13 jugadores que se han inconformado ante las sanciones de la Federación Mexicana de Futbol constituye una expresión de libertad y, si pensamos en sus implicaciones últimas, de dignidad incluso no solo delante de los apoltronados directivos de ese deporte sino también ante los medios de comunicación.

Ávidos de escándalo, algunos de los medios impresos y electrónicos que se ocupan de asuntos deportivos expusieron y condenaron la fiesta que organizaron varios de los seleccionados después del aburrido encuentro con el equipo de Colombia, el martes 7 de septiembre en Monterrey. Algunas fotografías tomadas en la recepción del hotel en donde se alojaban los jugadores, distintas versiones recogidas por la prensa y sobre todo el afán sensacionalista para hacer ostensibles detalles de una celebración que era estrictamente privada, suscitaron el escarnio contra los futbolistas.

De no haber sido por la algarabía en los medios, es posible que la Federación de Futbol no hubiera impuesto sanción alguna. Pero amedrentados por el juicio sumario de buena parte de la prensa, los directivos de ese deporte impusieron sanciones aparentemente muy duras en algunos casos –la suspensión de Carlos Vela y Efraín Juárez por seis meses, en el transcurso de los cuales habrá pocos partidos de la selección nacional– y 50 mil pesos de multa a cada uno de otros once jugadores a quienes se consideró excesivamente juerguistas.

El director de selecciones nacionales, Néstor de la Torre, alegó que los así sancionados habían transgredido el reglamento que los obliga a mantener disciplina durante las concentraciones del equipo mexicano. Los castigados sostienen que la concentración ya había terminado. En todo caso, como suele ocurrir en las decisiones de la FMF, se trató de una medida unilateral respecto de la que los castigados no tenían oportunidad ni siquiera de opinar.

Por eso ha sido llamativa la carta promovida por Rafael Márquez y suscrita además por otros 12 jugadores en la cual se quejan de “exposición presuntuosa, de acaparamiento de reflectores y de un claro deshago de complejo de inseguridad personal, con incapacidad clara de liderazgo, utilizando para subsanar éste, el terrorismo y las amenazas”. Más que las multas, a los jugadores les incomoda la indebida exhibición que se hizo en los medios del festejo del 7 de septiembre y el silencio de la FMF ante esa transgresión a su privacía.

Aunque tienen derecho a ella, la privacía de los jugadores de futbol y de muchos otros personajes públicos suele ser vulnerada por los medios que buscan estrépito por encima de información sólida. En el caso de la fiesta en Monterrey, se les ha endosado una catarata de amonestaciones moralistas y autoritarias.

Los opinadores que se escandalizan porque se fueron de pachanga después del partido, olvidan que esos futbolistas son mayores de edad y ya no se encontraban en horarios de trabajo. Lo que hagan o dejen de hacer en sus ratos libres es asunto suyo. Lamentablemente, al pasmo o al intento de la FMF para aprovechar este incidente y ajustar cuentas con algunos jugadores que les resultan incómodos, se ha añadido una actitud persecutoria que llega incluso a la publicación de detalles, presuntos o reales, de la fiesta del día 7. Una de las revistas de espectáculos que con más impunidad lucra exhibiendo personajes públicos entrevistó a un travesti que dijo haber participado en la celebración.

El acoso contra los futbolistas, extrañamente, ha encontrado respaldo entre algunos de los comentaristas deportivos más relevantes. La carta de los 13 inconformes fue considerada por Víctor Edú, del diario Récord, como “golpecito de estado”. En La Afición Carlos Albert, articulista habitualmente crítico con los directivos del futbol, en esta ocasión los favorece al descalificar el esfuerzo argumental y político de Márquez y sus compañeros: “Me da pena ajena esa desvergonzada carta en la que enseñan el cobre esos 13 chantajistas profesionales”. Por su parte José Ramón Fernández, muy respetado y puntilloso, aprovecha el incidente para vilipendiar en Radio Fórmula: “Rafael Márquez, lo que tienes que hacer urgentemente es no vestir más la playera de la Selección, renuncia y hasta luego ”.

No es esa la opinión de los aficionados, a juzgar por las réplicas que esas posturas están encontrando en los espacios de discusión en línea. Por otra parte en una encuesta de la especialista María de las Heras hace una semana, el 62% de los entrevistados consideró que la Federación Mexicana de Futbol no tiene derecho a meterse en la vida privada de los jugadores. El 80%, explica De las Heras, consideró que “la reacción de la federación obedece a la presión del escándalo que se hizo en medios de comunicación con el asunto de las muchachas que entraron a visitar a los jugadores”.

Estamos ante un tema en donde la opinión pública –en este caso el parecer de los aficionados– discrepa de la opinión publicada.

El escarnio que se hace de los futbolistas, propició la carta de los 13 inconformes. Márquez y sus compañeros no querían que ese documento fuera público, así que su divulgación también forma parte de la utilización de los medios para influir en decisiones de la Federación de Futbol. El documento subraya la inconformidad de esos jugadores con el director de selecciones nacionales pero también manifiesta una exigencia elemental: no se vale que a los jugadores los traten como menores de edad y eso cuenta tanto en su derecho a la disipación como, también, respecto de sus derechos laborales. No hay que olvidar los intentos, en su momento fallidos pero enormemente significativos, que los futbolistas mexicanos han desarrollado en otros tiempos para construir una organización capaz de reivindicar sus intereses laborales.

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