martes, octubre 05, 2010

El Felipe de ayer

Martha Anaya / Crónica de Política

“La relación del partido con el gobierno ha llegado a un punto de tensión ¡fuerte!. No hay condiciones para entrar en un esquema de colaboración con el Ejecutivo. La situación ha llegado tal punto que el partido en el gobierno ha sustituido el término de ‘adversarios’ por el de ‘enemigos’ ante todo aquel que no está de acuerdo con su forma de gobernar…”

Esta denuncia no es del PRI. Tampoco del PRD, ni de ninguno de los partidos chicos. La acusación es nada menos que de Felipe Calderón Hinojosa.

La hizo hace trece años, el 16 de marzo de 1997, cuando llevaba un año en la dirigencia del Partido Acción Nacional y nos encontrábamos en vísperas del proceso electoral intermedio en el que el PRI perdería por vez primera la mayoría en la Cámara de Diputados, preludio de su salida de Los Pinos.

En esa entrevista que le hice a Felipe Calderón en las oficinas del PAN, el entonces presidente del blanquiazul se quejaba de la “tensión en el poder”, de ese sistema político que “se está defendiendo” y da “trato de enemigos a quienes ponen en peligro ese poder”.

No es una “mera competencia entre partidos” lo que estamos viviendo –decía entonces el de Michoacán–, es realmente “el momento final de una transición”.

Las declaraciones no dejan de sorprenderme ahora que las vuelvo a leer; bien podrían ser calcadas ahora mismo por un dirigente priistas y endilgárselas precisamente a él, a su forma de gobernar, a la tensión política que se vive desde hace buen rato en el país.

Pero no sólo eso. En aquella entrevista –de hace trece años, repito, y publicada a ocho columnas en Excélsior —Calderón ¡alertaba! a los ciudadanos sobre “la peligrosa presencia militar en funciones civiles”.

Se refería el hoy Presidente de la República a la “inquietante” presencia de los militares en funciones de policía, concretamente en la vigilancia policiaca en la ciudad de México.

Tal era la molestia, el enojo, la denuncia de Calderón-presidente del PAN en aquel entonces. Ese era el Calderón de ayer, el dirigente panista en la oposición.

¡Quién iba a decirnos que en menos de un década (para 2006) él mismo vestiría la casaca militar, declararía una guerra (al narcotráfico), vestiría a sus hijos de militares, sacaría al Ejército a las calles para hacer las funciones de policía y que al poco rato agregaría a la Marina en su combate al narco, tiñéndose las calles de sangre y dejándonos como saldo hasta el momento alrededor de 28 mil muertos.

El Felipe Calderón de ayer nada tiene que ver con el de ahora. Y una de dos: ocultaba muy bien lo que realmente pensaba y en aquello en que creía; o cambió profundamente cuando vislumbró el poder en sus manos.

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